Luz pinchada
Urge una pol¨ªtica metropolitana, pues cuando el Ayuntamiento presiona en la ciudad, la gente se traslada a su periferia, como ocurri¨® en Badalona
Mara?as de cables el¨¦ctricos arracimados en torno a un poste de madera de pino: la luz masivamente pinchada en una ciudad ense?a m¨¢s sobre esta al viajero que un m¨¢ster de urbanismo o de sociolog¨ªa urbana.
El fraude econ¨®mico y fiscal de la luz pinchada es solo una parte del problema y acaso no la principal, pues, como sucedi¨® la noche del 9 de diciembre en una nave de la calle Guifr¨¦ del barrio badalon¨¦s de Gorg, la manipulaci¨®n puede facilitar un incendio. La nave era un polvor¨ªn: docenas de personas hacinadas, entre madera y cartones y con las cosas que obten¨ªan con su tr¨¢fico paup¨¦rrimo, bastantes de ellas inflamables. Hasta 200 personas, senegalesas en su mayor parte, podr¨ªan haber llegado a pernoctar en la nave. Cuatro muertos. M¨¢s de 20 heridos.
La anormalidad hab¨ªa devenido habitual: la nave llevaba m¨¢s de ocho a?os okupada. La actuaci¨®n del Grupo de Estructuras Colapsadas (GREC) de los Bomberos de la Generalitat fue mod¨¦lica y combin¨®, imposible, el uso experto de drones con la ayuda de Miqui, un perro adiestrado para localizar a personas. La unidad, ejemplar, tambi¨¦n es peque?a, puede trabajar muy bien secuencialmente, pero no simult¨¢neamente, si varias cat¨¢strofes ocurren al mismo tiempo. Como en todo desastre ¡ªlo sabemos bien con la pandemia, de la cual no escribir¨¦ hoy¡ª los males son mayores si se concentran en el tiempo. Tenemos buenos sistemas de recursos humanos para prevenirlos o reducir da?os, pero se saturan enseguida.
Las cuatro Administraciones reedificaron el Liceu en cinco a?os. Ahora podr¨ªan atajar la miseria en tres. Es debido
Adem¨¢s, el caos es viscoso, todo se engancha. Muchos de los supervivientes del incendio se desvanecieron, no es que se desmayaran, sino que se quitaron de en medio. Y otros se negaron a dar su nombre cuando se les preguntaba. De hecho, la luz hab¨ªa sido pinchada porque, cuando a?os atr¨¢s las autoridades hab¨ªan ofrecido la posibilidad de una conexi¨®n, nadie se hab¨ªa atrevido a firmar con su nombre y apellidos. Tampoco hab¨ªa agua corriente, los ocupantes se abastec¨ªan como pod¨ªan en una fuente cercana instalada al efecto.
Ah¨ª hubo una cadena de fallos, pero son nuestros: esta pobre gente viv¨ªa donde nunca deber¨ªa haberlo hecho desde hac¨ªa muchos a?os. Todos lo sab¨ªamos, pues todos los vemos cada d¨ªa, por nuestras calles, con un carro de supermercado abarrotado de objetos de todo tipo, mayormente in¨²tiles para nosotros, pero medio de vida para ellos, siempre invisibles hasta que el fuego nos abras¨® la conciencia. Saberlo, lo sab¨ªamos. No lo ignor¨¢bamos: les ignor¨¢bamos.
No es una acusaci¨®n, ni siquiera una denuncia. Es la constataci¨®n de una verdad antigua: los incendios impulsan debates sobre mejoras regulatorias en materia de seguridad, pero no siempre con ¨¦xito. Una lista de incendios tr¨¢gicos, alguno de los cuales caus¨® m¨¢s de 500 muertes, puede verse en Historic Fires (www.fireprevention.utexas.edu).
Todos lo sab¨ªamos, pues todos la vemos cada d¨ªa. Saberlo, lo sab¨ªamos. No lo ignor¨¢bamos: les ignor¨¢bamos
En Espa?a, el incendio del Teatro Novedades, en Madrid, en 1928, mat¨® a 67 personas. Pero muchas de ellas murieron en la estampida que se produjo al declararse el incendio. Mi padre, quien viv¨ªa en Madrid en aquella ¨¦poca, contaba que alguna v¨ªctima hab¨ªa sido apu?alada por la espalda. Los ha habido peores despu¨¦s: el incendio de la discoteca Alcal¨¢ 20, Madrid Arena, en 1983, caus¨® 82 fallecidos. Pareciera como si la seguridad tardara siempre un incendio de m¨¢s en acabar de llegar.
Algunos viejos y espl¨¦ndidos teatros de madera han perecido a las llamas una y otra vez: el Liceu de Barcelona ha ardido en dos ocasiones, una en 1861 y otra en 1994. La Fenice de Venecia tambi¨¦n se quem¨®, en 1836 y en 1996.
Pero los inmigrantes irregulares no suelen visitar los teatros de ¨®pera, su drama es m¨¢s b¨¢sico por vital: muchos, como las v¨ªctimas de la nave del Gorg, est¨¢n aqu¨ª, desencajados, porque son esencialmente pobres. Aunque las pol¨ªticas migratorias son, valga el sarcasmo, un tema candente, podemos coincidir en un principio b¨¢sico: quienes ya est¨¢n aqu¨ª no han de dormir hacinados en una nave industrial con la luz pinchada y sin agua corriente.
En Barcelona, habr¨¢ unos 70 asentamientos similares al del Gorg, muchos de ellos en Poblenou, y hay unas 400 personas malviviendo en ellos. La Oficina del Plan de Asentamientos Urbanos Irregulares (OPAI), del Ayuntamiento de Barcelona, los tiene censados. Pero de nuevo, urge una pol¨ªtica metropolitana, pues cuando el Ayuntamiento presiona en la ciudad, la gente se traslada a su periferia, como ocurri¨® en Badalona. Para la Generalitat, es una cuesti¨®n mayormente municipal. No, las cuatro Administraciones reedificaron el Liceu en cinco a?os. Ahora podr¨ªan atajar la miseria en tres. Es debido.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico em¨¦rito de derecho civil en la Universitat Pompeu Fabra
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.