El asalto al Capitolio y el malestar de la pol¨ªtica
Los ciudadanos de Estados Unidos han visto profanado el mito colectivo de la democracia americana.

Trump miente de manera compulsiva, pero no enga?a. Dijo que llevar¨ªa su combate contra el resultado electoral hasta el ¨²ltimo momento y mand¨® a un pu?ado de los suyos a asaltar el Capitolio. Los que, cuando lleg¨® al poder, pensaban que el peso de la p¨²rpura lo calmar¨ªa, leyeron mal al personaje. Uno de sus bi¨®grafos, David Cay Johnston, dice que ¡°no es un hombre que trate de comprender c¨®mo le perciben los dem¨¢s. M¨¢s bien desprecia a los que no le ven tal como se ve a s¨ª mismo¡±. Necesita por tanto que los que se han dejado arrastrar por su espect¨¢culo de falsas verdades, resentimiento y venganza, no le abandonen, porqu¨¦ la herida a su narcisismo se har¨ªa insoportable. Por eso, los incita a la pelea. Es su car¨¢cter. Su modo de estar en el mundo. De ah¨ª su irritaci¨®n cuando algunos de sus serviles acompa?antes de estos a?os, como el vicepresidente Mike Pence, antes de cruzar una frontera que pod¨ªa echarles del espacio institucional, le han dicho basta. ¡°La ¨²nica cosa importante, dec¨ªa Trump, es la unificaci¨®n del pueblo, porque el resto de la gente no cuenta¡±. Y ?qui¨¦n es el pueblo? Los que le perciben como ¨¦l se gusta y creen que llegar¨¢ hasta el final. Y as¨ª ha sido, aunque ha quedado varado por la resistencia de la ciudadan¨ªa que vot¨® masivamente y de las instituciones americanas.
Con el asalto al Capitolio, los ciudadanos de Estados Unidos han visto profanado el mito colectivo de la democracia americana. Una herida que tardar¨¢ en cerrar. El partido republicano se ha visto obligado a volver a los cauces institucionales, despu¨¦s de haberlo acompa?ado en el delirio. Parafraseando a Judith Butler, Trump ¡°es un ni?o que suelta su rabia¡± y los republicanos no han sido ¡°el adulto a su alrededor para rega?arlo¡±. Trump es incorregible porque es de un solo registro: el suyo, nada que venga de los dem¨¢s lo penetra. Y sin embargo, de este vergonzoso choque final deber¨ªa aprender lo que no entendi¨® durante cuatro a?os de mandato: que, en palabras de David Cay Johnston, ¡°los empresarios, como a menudo hace Trump, pueden despreciar a las personas y continuar con su vida. Los presidentes no gozan de esta prerrogativa. Deben lidiar con fuerzas siempre presentes que no est¨¢n sometidas a su control¡±. La venganza es el objetivo de la acci¨®n, este es el principio de vida que Trump predic¨® en innumerables actos p¨²blicos mucho antes de ser presidente. Es improbable que el esp¨ªritu de revancha lo abandone. El problema de fondo es que la herencia de Trump conjuga con el signo de los tiempos.
El estrepitoso balance del per¨ªodo Trump exige una reflexi¨®n colectiva (y no solo en Estados Unidos sino en los muchos pa¨ªses como el nuestro en que crecen sus ep¨ªgonos). No es un accidente. Es la expresi¨®n de un momento en que la pol¨ªtica busca su sitio en la actual mutaci¨®n del capitalismo y no lo encuentra. Por eso hay tanta gente dispuesta a seguir a un impostor de esta envergadura, que como toda la extrema derecha especula con el descr¨¦dito del sistema.
Como ha dicho Wendy Brown, el voto de Trump ¡°es una mezcla, una composici¨®n heter¨®clita, que no traduce una adhesi¨®n incondicional: empleo, armas, bajada de impuestos, prohibici¨®n del aborto, supremacismo blanco, antifeminismo, islamofobia, nacionalismo, freno a la inmigraci¨®n¡±. Es decir, una suma de razones o motivaciones de gentes con intereses y posiciones diversas que no configuran un bloque cerrado. Entre ellos, ciudadanos a los que la din¨¢mica del capitalismo condena a sentirse superfluos que son terreno abonado a las mentiras, las teor¨ªas conspirativas y el resentimiento, cuando el horizonte personal se oscurece y nadie ofrece perspectivas de futuro. Trump ha especulado con ellos, mientras los dem¨¢s respond¨ªan a la necesidad de cambio con un inmovilismo tr¨¢gico: no hay alternativa.
Trump se ir¨¢, pero esta experiencia no quedar¨¢ como una an¨¦cdota. La polarizaci¨®n no es casualidad. Es la consecuencia de una fase del capitalismo que ha dejado mucha gente desconcertada y desamparada que busca reconocimiento desesperadamente. ?Por qu¨¦ hay tantos ciudadanos que se sienten excluidos y buscan la redenci¨®n en el autoritarismo y en el odio? Arrastradas por la quimera del crecimiento, la jerarqu¨ªa del dinero y las trampas de la meritocracia, las democracias han perdido el aliento, se han estancado. No basta con condenar el asalto al Capitolio, o la pol¨ªtica recupera el pulso o la sociedad quedar¨¢ a los pies de la impostura del autoritarismo postdemocr¨¢tico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.