El linchamiento moral del fotoperiodismo
Una obra de teatro en el TNC de Barcelona recupera con honestidad la figura castigada de Kevin Carter
Una obra de teatro en el TNC ha recordado recientemente la existencia, y muerte, de dos periodistas: el fot¨®grafo Kevin Carter y la corresponsal Marie Colvin. El cine ya hab¨ªa recreado sus biograf¨ªas, pero estas ficciones cinematogr¨¢ficas est¨¢n lejos del rigor con el que se acerca Pau Carri¨® en Testimoni de guerra, con la gran ayuda de Pol L¨®pez y Laura Aubert. En el film sobre Colvin (La corresponsal, 2018) interesan m¨¢s las secuencias b¨¦licas que la reflexi¨®n sobre el oficio. Pero las diferencias en la documentaci¨®n todav¨ªa se hacen m¨¢s grandes en The Bang Bang Club (2010). Uno de los protagonistas es Carter, sobre quien Carri¨® hac¨ªa a?os que trabajaba y recog¨ªa informaci¨®n, como explic¨® en un debate telem¨¢tico con espectadores.
La historia de Carter est¨¢ rodeada de confusi¨®n y tragedia. Fot¨®grafo sudafricano, document¨® la guerra en los suburbios del apartheid. Pero su foto m¨¢s conocida la hizo en un p¨¢ramo de Sud¨¢n, donde un buitre contempla la figura enroscada de una fam¨¦lica ni?a ¡ªdespu¨¦s supimos que era un ni?o¡ª. En marzo de 1993, The New Yok Times public¨® la foto. Fue la editorial m¨¢s potente sobre el hambre en ?frica. Obtuvo un Pulitzer, pero Carter se suicid¨® aquel mismo a?o, 1994. A este final lo llevaron las drogas, estar sin trabajo... y una pregunta que lo persigui¨® desde que se public¨® la foto: ?Por qu¨¦ no ayud¨® a la ni?a?
Desde la ignorancia, cay¨® sobre Carter una monta?a de reproches. De hecho, el fot¨®grafo hab¨ªa llegado al lugar con una expedici¨®n a¨¦rea de la ONU para distribuir alimentos. Los padres del ni?o estaban a poca distancia, en la cola del reparto, y el ni?o lleva, aunque cuesta de ver en la imagen, un brazalete que lo identifica como receptor de la ayuda. Es el lugar del campamento donde se echaba la basura y se defecaba. L¨®gico que hubiera un buitre. La foto lo muestra, por un intencionado encuadre, m¨¢s cerca del ni?o de lo que realmente estaba y, adem¨¢s, el buitre es de una especie que no representaba ning¨²n peligro para el ni?o vivo. Si un reproche puede hacerse a Carter, pues, es haber hecho una foto mentirosa. Le da dramatismo aislando la escena de su contexto. Pero el hambre no es ninguna mentira y la foto, con toda su verdad de fondo, ayud¨® mucho a las organizaciones que luchan contra la miseria criminal en ?frica. El ni?o muri¨® al cabo de unos a?os de fiebres.
El linchamiento moral de Carter fue universal. El fotoperiodista Gervasio S¨¢nchez me explicaba hace unos pocos a?os que, todav¨ªa ahora, cuando da una charla sobre fotograf¨ªa y periodismo siempre hay alg¨²n asistente que cita esta foto para reprochar la supuesta inmoralidad de muchas im¨¢genes de guerra o de hambre. Y la inhibici¨®n de quien las hace cuando, la mayor¨ªa de las veces, es in¨²til intervenir. ¡°El problema¡±, insist¨ªa S¨¢nchez, ¡°no est¨¢ en las fotos. Est¨¢ en la guerra y la miseria¡±. El periodista Xavier Aldekoa, en la charla con Carri¨®, lo explic¨® muy claramente: ¡°El silencio mata y en estas im¨¢genes es la v¨ªctima quien grita¡±. Es un periodismo necesario.
Los dos filmes mencionados son parte de una extensa y bastante punitiva filmograf¨ªa sobre los fotoperiodistas. Ya en Charlot, periodista (1914), que se titul¨® as¨ª a pesar de que el personaje todav¨ªa no hab¨ªa nacido, el dandy que crea Chaplin roba las fotos de un colega. El camar¨®grafo que interpreta Keaton (The cameraman, 1928) interviene en una pelea entre dos y ayuda a uno de los contendientes para que se alargue la lucha y as¨ª se prolongue la noticia que filma. Una conducta que volvemos a encontrar en el biopic del gran Weegee (El ojo p¨²blico, 1992), personaje que se?ore¨® la cr¨®nica de sucesos de los a?os 40 en Nueva York llegando al lugar del crimen antes que la polic¨ªa y retocando la posici¨®n del cad¨¢ver o acerc¨¢ndole el sombrero para mejorar el impacto de la imagen. En Sucedi¨® en China (1938), Clark Gable interpreta un camar¨®grafo de noticiero que cuando no llega a tiempo de capturar las im¨¢genes de un combate, las recrea o provoca un nuevo combate. Y lo hace sin problemas de conciencia porque, ¡°como Rembrandt¡±, no falta a la verdad, mejora la composici¨®n.
La palabra ¡°paparazzi¡± sale de un personaje de La dolce vita (Fellini, 1960), Paparazzo. De todos modos, Kurosawa ya se hab¨ªa anticipado (Esc¨¢ndalo, 1950) con una denuncia de los peligros de la prensa escandalosa que tiene medidos los mecanismos y el precio de la mentira. Y se puede mentir por muchos motivos. En Bajo el fuego (1983), los revolucionarios nicarag¨¹enses le piden al fot¨®grafo (Nick Nolte) que haga una foto simulando que su l¨ªder est¨¢ vivo. ¡°Esto no tiene nada que ver con el periodismo¡±, admiten. Y ¨¦l lo hace, para ayudar a su causa, por militancia.
Pero una de las escenas con m¨¢s animosidad contra los fot¨®grafos la tenemos en King Kong, la buena, la de 1933, cuando los capturadores de la criatura la muestran a la prensa para promocionar su espect¨¢culo. Los fot¨®grafos disparan los flashes y se desata la tragedia final. Ellos, disparando, son los culpables. No es el ¨²nico t¨ªtulo recriminatorio. En el film sueco El atentado (2001), un fot¨®grafo abre el cap¨ªtulo de los remordimientos m¨¢s cl¨¢sicos. Que si son par¨¢sitos, que si cuervos... para llegar finalmente a una comparaci¨®n mefistof¨¦lica: ¡°Si los curas env¨ªan la gente al infierno, nosotros la enviamos a la portada¡±.
Una pel¨ªcula, muy pensada y muy irregular, sobre un corresponsal en Beirut durante la guerra civil de 1975 es C¨ªrculo de enga?os (1981). Una secuencia muestra el mercadeo de la informaci¨®n. Un fot¨®grafo tiene unas im¨¢genes sangrientas sobre la guerra. El protagonista del filme, Georg Laschen (Bruno Ganz), corresponsal alem¨¢n, y un sueco pugnan por comprarlas. El hecho de que el vendedor tambi¨¦n trabaje en el mercado audiovisual del porno introduce una sospecha sobre si el sujeto est¨¢ vendiendo un documento crudo sobre la guerra o, simplemente, obscenidad. El estatus de las im¨¢genes de la guerra es nuevamente debatido cuando el fot¨®grafo que trabaja con Laschen hace, o no, una foto de cad¨¢veres en funci¨®n de intransferibles consideraciones est¨¦ticas. Son im¨¢genes sucias para ser vistas en lugares limpios, mientras los lectores del diario desayunan.
En Shooter (1988), menos mal, la ¨²ltima palabra la tiene el fot¨®grafo. Cuando le preguntan si no le importa que muera la gente mientras ¨¦l pueda hacer la foto... la respuesta es clara: ¡°Me importa que mueran y mucho. Es la guerra, yo hago fotos, que no haya la c¨¢mara all¨ª no impedir¨¢ que muera la gente¡±. Es m¨¢s, que est¨¦ la c¨¢mara, amigo Carter, puede ser muy conveniente.
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