Hartos de series
El exceso no es de historia ni de pol¨ªtica; son los relatos y los espect¨¢culos los que superan nuestra capacidad de consumirlos. No se necesitan gobernantes cuando basta con buenos guionistas
La matriz viene de los Balcanes, el territorio que produce m¨¢s historia de la que puede consumir, seg¨²n frase atribuida a Winston Churchill. Alguno de los numerosos comentaristas ingeniosos de la rocambolesca actualidad pol¨ªtica hisp¨¢nica lo ha traducido a los tiempos actuales, por lo que parece que Espa?a y tambi¨¦n Catalu?a, ahora produzcan m¨¢s pol¨ªtica de la que podemos todos juntos digerir.
Ya se ve que esta idea no es del todo original y en cierta forma se va repitiendo a lo largo del tiempo. De hecho, ni siquiera es de Churchill sino de un escritor y humorista ingl¨¦s que de seguro ley¨® de joven quien luego ser¨ªa primer ministro brit¨¢nico durante la Segunda Guerra Mundial. En su origen dice que ¡°la gente de Creta desafortunadamente produce m¨¢s historia de la que localmente puede consumir¡±.
Aparece en una narraci¨®n corta de H.H. Munro, escritor que firmaba con el seud¨®nimo de Saki, titulada Las bromas de Arlington Stringham, parte de Las cr¨®nicas de Clovis, libro fechado en 1911. Se trata en el fondo de una sutil justificaci¨®n de la intervenci¨®n imperial de los brit¨¢nicos, entonces bien instalados en la gran isla del Egeo, a fin de resolver el desequilibrio entre oferta y demanda de historia por parte de los cretenses. Primero, hay que decir que este tipo de f¨®rmulas suelen aplicarse a pa¨ªses ex¨®ticos, cuando es entender las realidades pol¨ªticas locales, y se convierten en un l¨ªo los argumentos y los antecedentes hist¨®ricos que las quieren explicar. Los Balcanes son el mejor ejemplo, y por eso no es extra?o que el legendario Churchill la usara en alg¨²n momento de su accidentada peripecia, desde 1914, cuando el asesinato de Sarajevo encendi¨® la mecha de la Gran Guerra, hasta en 1945, cuando Tito se hizo con su control tras la derrota de los nazis.
Este exceso de historia, que en el caso balc¨¢nico se remonta al menos a la famosa batalla del Campo de los Mirlos, en 1448, tuvo un peso especial en la violenta disoluci¨®n de Yugoslavia en la d¨¦cada de los 90, cuando el l¨ªder nacionalista serbio Slobodan Milosevic utiliz¨® la derrota cristiana ante los turcos en Kosovo como s¨ªmbolo del irredentismo serbio. En nuestro caso, hay que recurrir a la acumulaci¨®n de disparates de los ¨²ltimos meses, para desembocar en la frase mim¨¦tica que sustituye la historia por la pol¨ªtica. Respecto a la historia, parece claro que existe la voluntad de hacerla, pero luego cuesta mucho producirla, aunque vayamos regando cualquier cosa que hacemos con el adjetivo de hist¨®rico, desde las victorias del Bar?a hasta las manifestaciones, consultas y falsas declaraciones de independencia organizadas desde los Gobiernos.
Y en cuanto a la pol¨ªtica, habr¨ªa todav¨ªa que distinguir, como hacen los polit¨®logos, entre las pol¨ªticas y la pol¨ªtica, policies y politics seg¨²n la terminolog¨ªa anglosajona. Si se trata de pol¨ªticas, es decir, propuestas e ideas pr¨¢cticas y concretas para gobernar con el objetivo de mejorar la vida de la gente, hay que decir que m¨¢s bien no son terreno de lucimiento de nuestros profesionales de la pol¨ªtica, especialmente los procesistas , caracterizados precisamente por lo contrario, por su desinter¨¦s por las policies, las pol¨ªticas, y su pasi¨®n por la politics, es decir, la pol¨ªtica entendida como t¨¦cnica y t¨¢ctica para obtener y retener el poder y sus prebendas sin atender demasiado a sus contenidos.
No hacen falta compromisos, pactos y acuerdos para gobernar cuando basta con las historias fant¨¢sticas
El exceso, por tanto, no es de pol¨ªtica sino de politiquer¨ªa y tacticismo, aunque ahora mismo adopte una nueva forma m¨¢s sofisticada. La pol¨ªtica como politics es ahora relato y espect¨¢culo, cuesti¨®n en la que ciertamente tenemos artistas de gran nivel, que trabajan y triunfan en la escena p¨²blica hasta ocuparla casi ellos solos. Esta es pues la adaptaci¨®n adecuada de la vieja sentencia imperial brit¨¢nica. Catalu?a y Espa?a producen ahora mismo m¨¢s relatos y espect¨¢culos pol¨ªticos, m¨¢s series en definitiva, de las que podemos consumir localmente los ciudadanos.
Los rendimientos de esta sobreproducci¨®n son notables. No hacen falta propuestas pol¨ªticas serias, basta con un buen guion para la serie pol¨ªtica. Los gobiernos se ahorran la tediosa actividad de rendir cuentas y hacer balances de las legislaturas. No hacen falta los compromisos, pactos y acuerdos para gobernar cuando basta con las historias fant¨¢sticas que encadenan las leyendas e invenciones sobre el pasado ¡ªlas derrotas hist¨®ricas ante las fuerzas de la opresi¨®n, los enfrentamientos contra el fascismo, la lucha contra las dictaduras¡ª, las malas excusas sobre la propia incompetencia, y en todos los casos la exportaci¨®n sistem¨¢tica de cualquier responsabilidad. Naturalmente, con este tipo de espect¨¢culos no se necesitan ni cuentan anacronismos como las instituciones, el respeto a la regla de juego, las leyes que nos vinculan a todos ya todos finalmente nos defienden, sino que basta con la intriga, las sensaciones trepidantes, las bandas sonoras, los efectos especiales, los desenlaces inesperados, en definitiva, el mundo fabuloso de la imaginaci¨®n y de la mentira sistem¨¢tica.
Estamos en tiempo de series. En lugar de ideas y pol¨ªticas de Gobierno, lo que funcionan son los buenos guiones. Convertidos en meros espectadores, mareados y desorientados, sobresaturados por la oferta, nos importa un bledo la solidez de las instituciones, y para nada nos preocupa el buen funcionamiento del estado de derecho y la participaci¨®n de los ciudadanos en la conformaci¨®n de los consensos y en la formaci¨®n de los gobiernos. La democracia, gracias a los relatos y al espect¨¢culo, acaba reducida a la feliz elecci¨®n entre Netflix, Filmin o HBO, o lo que es a¨²n m¨¢s lamentable a la elecci¨®n entre sus equivalentes pol¨ªticos.
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