En la senda de Aza?a
La expresi¨®n de Pedro S¨¢nchez fue sobria, breve y muy de d¨ªa laboral, pero solemne: en el anfiteatro que lo fue de la m¨¢s din¨¢mica burgues¨ªa peninsular
Pedro S¨¢nchez marc¨® el lunes ¨¦poca en el Liceu. Porque es la primera vez desde la Transici¨®n en que un presidente del Gobierno espa?ol se ha dirigido directamente a los ciudadanos catalanes. A todos: de la ¨¦lite, de la menestral¨ªa y de la base.
Por v¨ªa directa. Esto es, sin la intermediaci¨®n anfitriona de asociaciones representativas, universidades, patronales, grupos de inter¨¦s... o los consabidos mercados en plena campa?a electoral.
Es esa una clara expresi¨®n de la voluntad de a?adir empat¨ªa a su proyecto de reencuentro, el ¨²nico serio ¡ªo sea, el ¨²nico¡ª que hay en el mercado. Expresi¨®n sobria, breve y muy de d¨ªa laboral, pero solemne: en el anfiteatro que lo fue de la m¨¢s din¨¢mica burgues¨ªa peninsular.
Con la evidente intenci¨®n de subrayar, ante todos, que no es imprescindible ser catal¨¢n para hablar a los catalanes. Que la relaci¨®n privilegiada con ellos no es monopolio de ning¨²n nivel de gobernanza, ni siquiera de la (pese a todo) venerada Generalitat. Y que el Estado sigue vivo en Catalu?a tanto como los catalanes siguen importando a los dem¨¢s: ¡°No concibo la nueva Espa?a sin una nueva Catalu?a al frente¡±.
As¨ª que ya el mero acto merec¨ªa el af¨¢n. Pero hubo m¨¢s. Sin su grosor hist¨®rico, ni su dial¨¦ctica imbatible, el discurso de S¨¢nchez entronc¨®, en emociones y estilo, con el grandioso de Manuel Aza?a en defensa del Estatut (27/5/1932): por acotarse a resolver problemas pol¨ªticos; por su esfuerzo en hacer pedagog¨ªa, inscribiendo los indultos en la carnadura de la Constituci¨®n; por su rotundidad, sin rodeos.
?C¨®mo no indultar a otros que delinquieron en menor grado que sus jefes? ?C¨®mo no facilitar a los catalanes un aumento (leal) de su autogobierno??C¨®mo no indultar a otros que delinquieron en menor grado que sus jefes? ?C¨®mo no facilitar a los catalanes un aumento (leal) de su autogobierno?
Lanz¨® gui?os. Rememor¨® al exiliado de Montauban en su ¡°paz, piedad y perd¨®n¡± de plena guerra (1938) actualiz¨¢ndolo en ¡°respeto, di¨¢logo, concordia¡±. Y ?c¨®mo olvidar que as¨ª, Per la conc¨°rdia, titul¨® el l¨ªder catalanista Francesc Camb¨® su libro, ¨¢gil, sombr¨ªo y discutido, previo a la dictadura de 1923, buscando ¡°una soluci¨®n de efusiva concordia al problema de Catalu?a¡±?
Se critica el ¨ªmpetu propagand¨ªstico presidencial. Comp¨¢rese con el mutismo antipedag¨®gico de otros. Y su anhelo de asentar mayor¨ªas mediante las alianzas perif¨¦ricas, con las similares de Adolfo Su¨¢rez. Lo que no impidi¨®, sino fragu¨®, la operaci¨®n de Estado del retorno de Josep Tarradellas y la restituci¨®n de la Generalitat.
O con los pactos de sus sucesores, ?de todos ellos!, con el pujolismo o el maragallismo. Los pol¨ªticos que rechacen mantener el poder ¡ªo usarlo a buen fin¡ª no merecen ser considerados tales. Crit¨ªquense sus ineficiencias, no su ambici¨®n.
Sostiene S¨¢nchez que los indultos son ¡°un primer paso¡±. Apostilla que eso es ¡°incuestionable¡±: ?c¨®mo no indultar a otros que delinquieron en menor grado que sus jefes? ?C¨®mo no facilitar a los catalanes un aumento (leal) de su autogobierno?
Los temerosos, los tr¨¦mulos, quienes ven en otros m¨¢scaras y en s¨ª mismos solo luces, recuerden que ese es el lema ya explicitado del primer partido del Gobierno, la propuesta de Salvador Illa, el programa federal de 2013 escrito en Granada por Alfredo P¨¦rez Rubalcaba. Solo falta cumplirlo.
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