Quema de libros y verg¨¹enza del pasado
El auto de fe en Ontario, en Canad¨¢, de ejemplares juveniles de Tint¨ªn y Ast¨¦rix, por sus representaciones de los pueblos ind¨ªgenas, plantea de nuevo los l¨ªmites culturales contempor¨¢neos
En Canad¨¢, este verano no solo ha ardido el peque?o pueblo de Lytton a causa del calor extremo, 49,5 grados, la mayor temperatura jam¨¢s registrada en tantas partes del planeta y en aquellas tierras que no son precisamente c¨¢lidas. Tambi¨¦n se ha sabido que hace dos a?os ardieron libros en un auto de fe escolar, aunque no por efectos de la crisis clim¨¢tica. Por racistas. Tint¨ªn, Ast¨¦rix y Lucky Luke, fueron quemados en una escuela de Ontario en una pila funeraria, acusados de propagar estereotipos negativos de los nativos aut¨®ctonos, hoy llamados habitantes de las primeras naciones.
Hace un mont¨®n de a?os que no leo ninguno de estos c¨®mics pero no me sorprender¨ªa que tantos argumentos y situaciones en sus p¨¢ginas me hicieran re¨ªr por no llorar. Los arquetipos trazados en tantas historietas populares se alimentan de ellos mismos, es un dar vueltas de continuo a los prejuicios establecidos. Como mucho, Ast¨¦rix se rebela contra los romanos invasores al tiempo, eso s¨ª, de plantear el mejor de los mundos, que es el galo. Hasta que, a finales del siglo pasado, llega el c¨®mic de historia, el que se decide a contar en vi?etas tantas cosas que corren el peligro de no ser conocidas por los lectores que no frecuentan los libros de historia, del que Sacco ser¨ªa uno de sus autores mayores. Pero lo de Ontario va m¨¢s all¨¢, es la cola (de momento) de las tensiones actuales respecto de los pueblos ind¨ªgenas colonizados y destruidos. En paralelo a lo ¡°pol¨ªticamente correcto¡±, y a mucho m¨¢s.
La ceremonia deb¨ªa hacerse en otras escuelas, pero la pandemia del coronavirus lo impidi¨®
La cosa se ha conocido a principios de este mes. Radio Canad¨¢ revelaba que, en 2019, el consejo escolar cat¨®lico Providence, que gestiona una treintena de escuelas franc¨®fonas en el sudoeste de Ontario, decidi¨® retirar de los fondos comunes de su biblioteca unos 5.000 libros juveniles. Se tiraron (no se sabe muy bien d¨®nde) y unos cuantos, una treintena, fueron sometidos en una de las escuelas al fuego, sus cenizas enterradas para plantar un ¨¢rbol y as¨ª ¡°volver lo negativo en positivo¡±. En un ritual, una ceremonia de purificaci¨®n, con objetivos pedag¨®gicos que un v¨ªdeo dirigido a los alumnos explica as¨ª: ¡°Enterramos las cenizas del racismo, de la discriminaci¨®n y de los estereotipos en la esperanza de que creceremos en un pa¨ªs inclusivo en el que todos podr¨¢n vivir en prosperidad y seguridad¡±. La ceremonia deb¨ªa seguir por las otras escuelas, pero la pandemia de la covid lo impidi¨®. Y ahora se ha divulgado el asunto.
Tint¨ªn ha ardido por sus representaciones de los indios ind¨ªgenas, La conquista del Oeste de Lucky Luke por la misma palabra ¡°conquista¡±, Ast¨¦rix y los indios por una joven india juzgada demasiado seductora. Tambi¨¦n fueron a la pira novelas juveniles, libros de historia y hasta manuales para confeccionar vestidos y conjuntos indios. Son libros tildados de mantener los prejuicios contra los ind¨ªgenas: salvajes, alcoh¨®licos y perezosos.
Voces aqu¨ª y all¨¢ se han alzado ante el asunto. Quemar libros tiene una reputaci¨®n p¨¦sima, que enlaza con las dictaduras, ya sea la de Hitler o la de Franco, que en la plaza de Catalu?a hizo quemar miles de ejemplares de vol¨²menes en catal¨¢n, entre ellos la biblioteca entera de Pompeu Fabra. No est¨¢ bien visto, no, quemar libros. Lo de Ontario asusta un poco, claro. Trasciende el fuego, es un s¨ªntoma m¨¢s del malestar de la cultura hoy. Si no nos podemos creer los grandes relatos sobre el pasado, todo puede ser puesto en la picota.
Si no nos podemos creer los grandes relatos de otros tiempos, todo puede ser puesto en la picota
Es tambi¨¦n un reflejo mayor. La quema se ha conocido despu¨¦s del desasosiego causado en Canad¨¢ por otra revelaci¨®n reciente: una fosa com¨²n de 215 cad¨¢veres de ni?os ind¨ªgenas. En mayo se supo que la fosa estaba en un antiguo pensionado en un pueblo de la Columbia Brit¨¢nica, seg¨²n comunic¨® la Primera Naci¨®n Tk¡¯eml¨²ps te secw¨¦pemc. La jefe Rosanne Casimir explic¨® a la prensa que a¨²n no se pueden saber las causas, pero que algunos huesos eran de criaturas de menos de tres a?os. La convulsi¨®n en la sociedad fue alta y el primer ministro del pa¨ªs, Justin Trudeau, se vio obligado a reaccionar, ¡°consternado por las pol¨ªticas vergonzosas que han robado ni?os aut¨®ctonos a sus comunidades¡±.
Tambi¨¦n ahora hay disgusto social por los libros quemados. Lo m¨¢s sencillo es relacionar la quema con la ola de la cancelaci¨®n, la censura contra los vestigios de pr¨¢cticas hoy consideradas abusivas. Casi siempre lo fueron, y tambi¨¦n es cierto que su juicio hoy puede ser desaforado, pero en el fondo estamos hablando de c¨®mo lidiar y vivir con las verg¨¹enzas del pasado.
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