Ponga la biblioteca de Javier Reverte en su casa
Adquirir en la reciente Feria del libro de ocasi¨®n de Barcelona algunos libros personales del escritor fallecido ahora hace un a?o ha deparado enormes emociones
He regresado a ?frica, a los sue?os y las aventuras, al Ngorongoro, Manyara y Seronera, con los libros del desaparecido Javier Reverte. Literalmente. Es decir: con los libros de su propia biblioteca, sus queridos libros, unos cuantos de los cuales me he quedado yo. Un safari muy emocionante. As¨ª que aqu¨ª estoy, de nuevo en compa?¨ªa de los inolvidables Stanley, Livingstone (supongo), Slatin, Burton y Speake, Von-Lettow, Selous -modelo para el Allan Quatermain de Las minas del rey Salom¨®n-, que com¨ªa coraz¨®n de elefante asado; Allan Black, que adornaba su sombrero con 14 puntas de colas de leones devoradores de hombres ca¨ªdos bajo su rifle; el coronel Patterson y sus propias fieras asesinas del Tsavo; Lord Delamere, Finch-Hatton y Karen Blixen, Bwana Sakarini que combati¨® a los wahehe; el matabele Lobengula, el zul¨² Cestwayo¡ Viejos amigos todos, como el a?orado Javier.
Los vol¨²menes de Reverte (Madrid 1944-2020), m¨¢s de tres millares de ellos (de todas las materias de sus viajes, pero especialmente sobre el continente negro, tan fundamental para ¨¦l), se vend¨ªan en la reciente Feria del libro de ocasi¨®n de Barcelona, del 17 de septiembre al 3 de octubre pasados. La noticia, la sorpresa, estaba en boca de todos los amigos y lectores, Toni ?lvarez, Jordi Serrallonga, Alex P¨¦rez Jim¨¦nez¡ ¡°?Te has enterado?, los libros de Javier Reverte, los suyos, t¨ªtulos sensacionales, a unos precios incre¨ªbles, caseta 21; yo ya me he llevado cinco, y voy a volver, hay algunos que t¨² no deber¨ªas perderte; est¨¢n, por ejemplo,¡¡±. Fotos de lomos y portadas por WhatsApp, t¨ªtulos y m¨¢s t¨ªtulos.
Los libros del escritor fallecido en octubre pasado, ahora hace un a?o (el jueves se public¨® su diario p¨®stumo Queridos camaradas. Una vida, Plaza & Jan¨¦s), los encontrabas en la caseta de la librer¨ªa Garc¨ªa Prieto, agrupados en las mesas y en los estantes. Era incre¨ªble la acumulaci¨®n de libros relevantes, estupendos, imprescindibles (The Artic Grail, de Pierre Berton, con la anteportada y la portada cubiertas de anotaciones de pu?o y letra de Reverte); otros comunes en nuestras bibliotecas: los dos tomos sobre el Nilo de Alan Moorehead, Sea & Glory de Philbrick, obras de Chatwin, Monfreid, Kipling, su (nuestro) querido Conrad... El amado fondo de un enamorado de los libros, un lector consumado, apasionado y connoiseur. Pasado un momento de paralizante respeto ¡ªlos libros de un hombre son su propiedad m¨¢s sagrada, como sus armas y sus trofeos, dec¨ªa Hemingway, y si no lo dec¨ªa pod¨ªa muy bien haberlo dicho, a?adiendo el t¨ªo sus amantes, su whisky y sus pu?etazos¡ª, me abalanc¨¦ febrilmente sobre ellos, recorr¨ª con dedos temblorosos los lomos, reconociendo aqu¨ª y all¨ª t¨ªtulos largamente ambicionados, extraje vol¨²menes de las hileras y pas¨¦ p¨¢ginas preso de una rara emoci¨®n: eran unos libros fabulosos y adem¨¢s eran ¡ªhab¨ªan sido¡ª los libros de Javier Reverte. Los hab¨ªa adquirido, ojeado, le¨ªdo, marcado, subrayado, amado; sus manos los hab¨ªan sujetado, sus dedos pasado las p¨¢ginas. Poner los tuyos ah¨ª, en el mismo sitio, era como tocar la Fender Telecaster de Bob Dylan.
La que se vend¨ªa era b¨¢sicamente una biblioteca de libros de viajes, agrupada m¨¢s o menos por regiones. ¡°Tenemos unos cinco mil, de los que hemos tra¨ªdo a Barcelona 3.700, que se est¨¢n vendiendo a un ritmo sorprendente¡± (al final un millar), me explic¨® a pie de caseta Jos¨¦ Javier. ¡°La mujer del escritor nos los vendi¨® al ver que ninguna instituci¨®n se decid¨ªa a recogerlos, porque su primera opci¨®n era cederlos gratis como un fondo completo¡±.
Seleccion¨¦ de todo para llevarme, incluso una obra sobre las cataratas del Ni¨¢gara, que a ver cu¨¢ndo leer¨¦, otra sobre aventuras ¨¢rticas y The french and indian war, de Bornemann (ejemplar adquirido en la librer¨ªa Nicholas Hoare de Toronto, seg¨²n un marcalibros con esta frase de Edward Gibbon: ¡°A teste for Books is the pleasure and glory of my life, I would not exchange it for the riches of the Indes¡±). Pero mi inter¨¦s principal era, claro (?estamos hablando de Javier muzungo Reverte!), ?frica. Al rato ya hab¨ªa apartado m¨¢s libros de los que pod¨ªa cargar (no pagar: los precios eran m¨¢s que razonables, en alg¨²n caso casi rid¨ªculos), pero no era capaz de detenerme.
Cayeron en el saco el monumental The scramble for Africa, de Thomas Pakenham (en la edici¨®n de Random House New York, 1991), 738 p¨¢ginas, ?10 euros!; Nine faces of Kenya, de Elspeth Huxley (Harvill, 1990), ¡°un generoso compendio de comerciantes, turistas, guerreros, poetas y lun¨¢ticos¡±, por 5 euros; African nature notes and reminiscences, de Selous (facs¨ªmil de la edici¨®n de 1908 de MacMillan & Co (5 euros), las cartas de Bror Blixen¡ Los libros de los que Javier extrajo, junto con sus viajes, el material para escribir El sue?o de ?frica (Anaya & Mario Muchnik, 1996), esa obra que lo cambi¨® todo, nuestra forma de ver la literatura de viajes y la propia ?frica, y a la que siguieron los otros dos tomos de su ¡°trilog¨ªa africana¡±, Vagabundo en ?frica (EL PA?S-Aguilar, 1998) -mi ejemplar est¨¢ dedicado ¡°a Jacinto, con quien comparto esa hermosa enfermedad que llaman ¡®el mal de ?frica¡¯¡±- y Los caminos perdidos de ?frica (Aret¨¦, Plaza & Jan¨¦s, 2002).
Lo m¨¢s fascinante, conmovedor, fue abrir los libros del admirado y querido Javier comprados en la feria y ver los subrayados, las anotaciones, descubrir lo que le llam¨® la atenci¨®n y cotejar c¨®mo esos pasajes se reflejan en las p¨¢ginas de sus propias obras. Hizo una marca con bol¨ªgrafo azul, por ejemplo, para se?alar varios fragmentos de los comentarios sobre leones de Selous y su relato del devorador de hombres del r¨ªo Majili, ¡°the most cunning and destructive man-eating lion¡± (frase subrayada y, con una flecha, traducci¨®n al margen de cunning: astuto). Donde el white hunter Selous explica como el malvado le¨®n trep¨® por una escalera para atrapar a una de sus v¨ªctimas puso tres signos de admiraci¨®n, al igual que en los p¨¢rrafos que dedica el cazador a los ojos de los leones y la diferencia entre los de los espec¨ªmenes salvajes ¨C¡±amarillo flameante¡± y que ¡°retienen su brillante fiereza hasta horas despu¨¦s de morir¡±- y los de los zool¨®gicos, marr¨®n apagado. Destac¨® tambi¨¦n Reverte (?y qui¨¦n no lo har¨ªa, Javier!) la historia de la lucha de un cocodrilo con un rinoceronte, y que los ¡°cafres¡± dec¨ªa Selous, o¨ªan rugir a un le¨®n y ¡°sus corazones mor¨ªan¡±, lo que recuerda la tremenda experiencia de nuestro escritor en la fr¨¢gil tienda de campa?a escuchando tambi¨¦n rugidos en la noche en vela. ¡°El bravo coraz¨®n de ?frica lat¨ªa con fuerza all¨¢ en el Serengeti¡±, ?recuerdas Javier?
En The scramble for Africa repas¨¦ con el dedo los subrayados sobre la revuelta Maji-Maji en ?frica del Este alemana (¡°Hongo or the european, wich is the stronger?¡±, ¡°Hongo!¡±), los del cap¨ªtulo sobre la cabeza de Gordon Pach¨¢, los de la carga del 21? de lanceros en Omdurman ¨C¡±a dirty shoddy (¡±chapucero¡±, tradujo al lado Reverte) business wich only a fool would undertake¡±-. Destac¨® amplios pasajes de las andanzas de Sir John Kirk, el diplom¨¢tico brit¨¢nico en Zanz¨ªbar, esencial en la abolici¨®n de la trata de esclavos, y cuya aventura nos cont¨® en El sue?o de ?frica. En el libro de Elspeth Huxley subray¨® varias cosas sobre Dedan Kimathi, el l¨ªder del Mau Mau, del que incluy¨® en El sue?o¡ incluso una foto, preso antes de que lo ahorcaran.
Es forzoso pensar qu¨¦ ser¨¢ de nuestros propios libros cuando ya no estemos, qui¨¦n los heredar¨¢, qu¨¦ emoci¨®n le producir¨¢n, qu¨¦ pistas de nosotros (palabras, viejos papeles, flores o plumas) descubrir¨¢ en sus p¨¢ginas. Espero que cuando llegue el momento (conf¨ªo que m¨¢s tarde que pronto) mis libros hagan tan feliz a alguien como me hacen a m¨ª los de Javier.
Hay una coda a esta historia de libros heredados. Hace un par de semanas, embebido de Reverte y del Serengeti, encontr¨¦ un ejemplar de Los caminos perdidos de ?frica en el BookCrossing de Viladrau. La probabilidad de que ese t¨ªtulo precisamente estuviera en ese punto de intercambio, en el que nunca hay m¨¢s de una decena de libros, era min¨²scula. M¨¢s a¨²n que la persona que lo dej¨® (su nombre figura en la primera p¨¢gina) fuera Bea Arnau, una buena amiga con la que compartimos piscina y, por lo que veo, lecturas. El volumen est¨¢ ahora con los otros de Javier y de su biblioteca. Libros entre libros, amigos entre amigos.
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