La guerra de los mundos se libra en la oreja
El Lliure ofrece como radiodeatro la famosa obra de H. G. Wells en versi¨®n de Atresbandes, que convirti¨® la grabaci¨®n en espect¨¢culo
¡°El aire estaba lleno de sonoridades; era un conflicto ensordecedor y confuso de ruidos; el estridente resonar de los marcianos, el crujido de las casas al caer, el estr¨¦pito de los ¨¢rboles, de las cercas y de las barracas al incendiarse y los bramidos y estallidos del fuego¡±. As¨ª sonaba La guerra de los mundos, seg¨²n describi¨® H. G. Wells en su terror¨ªfica obra (1898), una de las cumbres de la ciencia-ficci¨®n y el paradigma de las invasiones extraterrestres.
La novela (edici¨®n junto a otras tres de sus grandes creaciones en RBA, 2012) ha dado pie a c¨¦lebres adaptaciones cinematogr¨¢ficas, la ¨²ltima la de 2005 de Steven Spielberg con Tom Cruise, dos miniseries recientes, ambas de 2019, una de la BBC y la otra protagonizada por David Byrne; una inolvidable reinterpretaci¨®n musical (la del ¨¢lbum de ¡°rock progresivo¡± como se dec¨ªa entonces de 1978 creado por Jeff Waynes, con la antol¨®gica locuci¨®n de Richard Burton y temas como Eve of the war), y la famosa versi¨®n radiof¨®nica del casi tocayo del escritor, Orson Welles, que desat¨® el p¨¢nico en EE UU en su emisi¨®n en 1938.
Ahora, el Teatre Lliure ofrece en su plataforma digital, en su apartado de Teatro Radiof¨®nico, una nueva adaptaci¨®n a cargo de Atresbandes, compa?¨ªa nacida en 2011 del encuentro entre M¨°nica Almirall, Miguel Segovia y Albert P¨¦rez Hidalgo (a los que se ha sumado Guillem Llotje) para realizar proyectos de artes esc¨¦nicas de nueva creaci¨®n. La guerra dels mons es un relato construido a partir de la novela pero muy libremente, con cambios argumentales y sobre todo enfatizando la dimensi¨®n sonora de la narraci¨®n, mediante multitud de efectos, logrados de manera sorprendente. Los artistas pretenden que su versi¨®n sea ¡°un ejercicio de imaginaci¨®n¡± para el oyente a partir de los est¨ªmulos que ofrecen.
El pasado d¨ªa 13 en el Espai Lliure se ofreci¨® la posibilidad de asistir a la grabaci¨®n de la adaptaci¨®n radiof¨®nica convertida en un verdadero espect¨¢culo, una aut¨¦ntica representaci¨®n, de 50 minutos. Fue posible contemplar la cocina interna de la producci¨®n y los ins¨®litos m¨¦todos con los que los autores, transformados en verdaderos actores presenciales, constru¨ªan el relato y su atm¨®sfera sonora. Una experiencia interesant¨ªsima y fuera de lo habitual que las alrededor de 150 personas que asistieron disfrutaron enormemente.
A la entrada te suministraban unos auriculares sin hilos que hab¨ªa que llevar conectados desde el acceso a la sala. En el escenario central estaban los artistas, en calcetines, con un despliegue de elementos para crear su invasi¨®n extraterrestre: sofisticadas mesas de sonido, micr¨®fonos y los m¨¢s variados materiales para producir efectos sonoros, incluidas bandejas dispuestas en el suelo con c¨¢scaras de huevo, l¨¢pices, cascotes o garbanzos. M¨°nica Almirall recitaba ante un micro como una melopea la frase ¡°la guerra de los mundos¡± en diferentes idiomas. Tras acomodarse el p¨²blico en sus localidades se baj¨® la luz para descubrir que los cascos emit¨ªan una luz roja con lo que los espectadores recreaban a Marte, el planeta rojo, y a sus belicosos habitantes, los marcianos, ¡°inteligencias vastas, fr¨ªas e implacables¡±, a punto de marchar con sus ingenios hacia la Tierra.
Un extra?o sonido pulsante llenaba el espacio carg¨¢ndolo de tensi¨®n y amenaza. Obviamente, los marcianos contemplaban nuestro mundo con ojos envidiosos y trazaban sus planes de conquista. Un estetoscopio aplicado sobre la espalda de Almirall a?adi¨® los latidos de su coraz¨®n amplificados y su respiraci¨®n creando un clima inquietante. Siguieron sonidos de ambiente urbano y campestre, ni?os jugando, risas: la Tierra confiada que no sab¨ªa lo que se le ven¨ªa encima. Almirall y Albert P¨¦rez entablaron un di¨¢logo aparentemente banal y divertido de una pareja sobre las constelaciones. Y empez¨® la invasi¨®n.
Sonidos de cariz electr¨®nico, producidos por scraping en los micros o soplando a trav¨¦s de mangueras devinieron el Rayo Ardiente, la M¨¢quina de Mano o el Humo Negro. Se mezclaron con sirenas, ruido de helic¨®pteros, interferencias, y alg¨²n corte de la Guardia Civil lanzando advertencias. Se oyeron entonces los bramidos marcianos, una cacofon¨ªa punteada por gritos de ¡°Oh, my God!¡±, y declaraciones angustiadas de l¨ªderes mundiales, incluidos el presidente de Naciones Unidas y ?Carles Puigdemont! (un corte de cuando los atentados de las Ramblas). Se escucharon los pasos amenazadores de los tr¨ªpodes de los invasores, sus m¨¢quinas de guerra, la huida de los humanos ante el ataque despiadado de los alien¨ªgenas, de endurecido coraz¨®n (lo tuvieran donde lo tuvieran). ?Que vienen los marcianos!
Los artistas extra¨ªan pavorosos sonidos de las mesas y por los m¨¢s curiosos m¨¦todos: era fascinante verlos pisando los huevos, los l¨¢pices, o un coj¨ªn relleno de piedras; rompiendo ramas para producir el crepitar del fuego, o restregando cascotes a fin de simular el estr¨¦pito de una pared derrumb¨¢ndose. Mucho virtuosismo: el aleteo de p¨¢jaros creado con un paraguas, un cuchillo clav¨¢ndose en una col (dif¨ªcil de decir a qu¨¦ correspond¨ªa, pero sonaba horroroso, tope marciano malvado), gotas sobre una lata. Y de nuevo el sonido puls¨¢til que ya identific¨¢bamos todos con los marcianos acerc¨¢ndose insidiosamente, estudi¨¢ndonos, acech¨¢ndonos para capturarnos y alimentarse de nuestra sangre. M¨¢s de un momento tragabas saliva.
Era posible reconocer pasajes de la novela como cuando el protagonista queda atrapado con el vicario en un s¨®tano bajo las ruinas de una casa y ven de cerca a los marcianos. Tal era la fuerza del ambiente sonoro. Aunque aqu¨ª los escondidos eran la pareja del di¨¢logo del principio. Los marcianos cazaban, la gente corr¨ªa, los artistas se multiplicaban extrayendo sonidos de una cosa y otra. Y finalmente el rugido aullante de los invasores, su famoso grito de muerte, ulla ulla ulla, ulla, se disolvi¨® en una tonada italiana: ¡°Gira il mondo gira, nello spazio sensa fine¡¡±. Clara met¨¢fora: hab¨ªamos vencido, la humanidad estaba a salvo. Los int¨¦rpretes lanzaron un ¨²ltimo mensaje de advertencia al estilo del padre Wells: ¡°Tanto si esperamos una nueva invasi¨®n como si no, ahora sabemos que es posible¡±. Ya no podemos considerar nuestro planeta una casa segura. H. G. Wells apunt¨® que tras la derrota en la Tierra los marcianos se marcharon a intentarlo con Venus. ?Habr¨¢ sido un aplazamiento?
La inquietud sembrada no impidi¨® que el p¨²blico premiara con largos aplausos a los artistas, felices y algo asombrados del ¨¦xito de su trabajo. ¡°Es otro mundo¡±, sintetiz¨® el director del Grec, Cesc Casades¨²s. Hubo algunos que relativizaron el ¨¦xito: el director de la Filmoteca, Esteve Riambau, que hab¨ªa acudido (l¨®gicamente) al reclamo de Orson Welles, lamentaba que de aquella emisi¨®n que provoc¨® el p¨¢nico no hab¨ªa nada, aunque matiz¨® que el virtuosismo de la grabaci¨®n le hab¨ªa recordado al gran Luis Castro. Otro espectador anot¨®: ¡°Prefiero Mars attack¡±. En fin, el programa radiof¨®nico est¨¢ ah¨ª en la web del Lliure disponible (lliureonline.com), y es estupendo, pero cabr¨ªa plantearse programar de nuevo el gran espect¨¢culo de su creaci¨®n.
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