Una comida de Navidad muy bien cocinada
La Ruta 40 recupera en la Biblioteca de Catalu?a ¡®El llarg dinar de Nadal¡¯, de Thornton Wilder, una deliciosa obra sobre el paso del tiempo
Una comida que dura 90 a?os y no se hace pesada es una comida muy bien cocinada. A?o tras a?o, generaci¨®n tras generaci¨®n, por la mesa navide?a de los Bayard desfilan criadas, patriarcas, hijos, esposas, nietos, yernos¡ y, por supuesto, el pavo. ¡°La obra consiste en ver c¨®mo la vida pasa¡±, apunta, con sencillez y precisi¨®n, Albert Prat, uno de los actores y, tambi¨¦n, codirector del montaje junto con Alberto D¨ªaz. Bruna Cus¨ª, Ignasi Guasch, Aina Huguet, Magda Puig y Mima Riera completan el reparto de El llarg dinar de Nadal, del norteamericano Thornton Wilder, adaptada por la compa?¨ªa La Ruta 40, estrenada en 2014 en el Mald¨¤ y que se puede ver en el teatro de la Biblioteca de Catalunya desde el 15 de diciembre hasta el 9 de enero.
Es importante el buen hacer de los actores, que resisten estos largos a?os pasando de un personaje a otro sin desaparecer de la escena, subliminalmente, ante los morros del espectador. Quien era una joven e ilusionada madre de familia, sin que nos demos cuenta, ahora se ha encogido en la silla y es una venerable y respetada abuela; igual que el primo Brandon, quien de golpe ha abandonado su ¨ªmpetu y hay que gritarle a la oreja... Una manera clara y original de plasmar el paso del tiempo, tan callando¡ Porque el tiempo, gran protagonista de la obra, desfila inclemente, severo, juzg¨¢ndolos todos. As¨ª, la funci¨®n transcurre, en una hora, como un travelling que nos muestra c¨®mo evoluciona con los a?os la familia Bayard mientras los tiempos, despiadados, cambian...
La puesta en escena, que fluye con suavidad, es arriesgada hasta cierto punto: ¡°Wilder crea un artilugio¡±, sostiene Prat, ¡°a base de c¨®digos abstractos, como la puerta blanca por la que entran los personajes que nacen y la negra, por la que salen los que mueren, y que nosotros mantenemos. En 1931, su teatro era innovador y hasta cierto punto revolucionario y en sus acotaciones propone muchos trucos para que se entienda el paso del tiempo, como que los personajes, al envejecer, aparezcan con peluca... No, nosotros creemos que todo puede ser muy sutil y elegante, porque el teatro actual llama m¨¢s a la imaginaci¨®n del espectador¡±. El resultado le da la raz¨®n, porque el p¨²blico no se pierde en ning¨²n momento.
El texto es afilado y rico en detalles. Observaciones que repiten de a?o en a?o y acaban siendo legendarios, como que ¡°en estas monta?as todav¨ªa hab¨ªa indios cuando compramos la casa¡±; o ¡°c¨®mo la nieve, en las mismas monta?as, se eterniza¡±. Y ¡°qu¨¦ serm¨®n m¨¢s bonito¡±, y ¡°qu¨¦ pavo m¨¢s bueno¡±, y ¡°qu¨¦ d¨ªa m¨¢s espl¨¦ndido¡±... Y el tiempo pasa y las tradiciones siguen.
Thornton Wilder, premio Pulitzer, recorre la historia entre el siglo XIX y el primer tercio del XX sin moverse de la mesa de esta familia americana. ¡°Pero la historia que cuenta es universal¡±, dice Prat. ¡°Los problemas que tienen son los que pueden tener familias como esa en cualquier parte del mundo. Podr¨ªa perfectamente ser una rica familia catalana. La entender¨ªamos igual. Fue Brecht quien dijo que si quieres contar una historia cercana lo mejor es tomar distancia¡±. Desde ese prisma esta eterna comida de Navidad podr¨ªa ser la de una familia de la alta burgues¨ªa catalana, o, guardando las distancias (y bastantes trapos sucios), la de los Lloberola de Vida privada de Sagarra.
Una celebraci¨®n en el desierto
Desde 2014, cuando la estrenaron en el Mald¨¤, este Llarg dinar de Nadal casi se convirti¨® en la receta navide?a de la sala del G¨°tic, donde se represent¨® hasta en seis navidades, consecutivamente. Algo as¨ª como Natale in casa Cupiello, de Eduardo de Filippo, en la Biblioteca, donde estuvo un par de navidades. Entretanto, realiz¨® dos giras por Catalu?a. ¡°Es ya una obra de repertorio¡±, reconoce Albert Prat. ¡°Sent¨ªamos pesar por no dar el salto a un teatro m¨¢s grande, por eso cuando sali¨® la posibilidad de llevarla a la Biblioteca nos pusimos manos a la obra encantados¡±. La relaci¨®n entre La Ruta 40 y La Perla 29, que gestiona el teatro del antiguo Hospital de Sant Pau, va m¨¢s all¨¢ de un n¨²mero que los identifique (el 40, por la carretera que recorre Argentina de arriba a abajo; el 29, por la calle de Gr¨¤cia donde naci¨® la compa?¨ªa): ¡°Sergi Torrecilla y yo, por ejemplo, hemos trabajado mucho con La Perla¡±, recuerda. Con la tropa de Oriol Broggi instalada en el cine Aribau con su Hamlet, no hubo m¨¢s que hablar. Igual que La Cal¨°rica, otra compa?¨ªa c¨®mplice, estuvo con su Fe¨ªsima enfermedad y muy triste muerte de Isabel II, La Ruta 40 lo har¨ªan con su op¨ªpara e inacabable comida navide?a.
¡°La obra estaba pensada para el Mald¨¤, un teatro muy peque?o, en el que cada detalle hab¨ªa que cuidarlo mucho porque el p¨²blico estaba muy encima¡±, comenta Prat. ¡°Ahora, en no m¨¢s de 15 ensayos, nos hemos adaptado a un espacio m¨¢s grande. Ese es el ¨²nico cambio¡±. Del suelo ajedrezado y elegante del peque?¨ªsimo teatro Mald¨¤ han pasado a la arena t¨ªpica de la Biblioteca de Catalu?a. ¡°Pensamos en recuperar los suelos de ese espacio, que acumulan tantos a?os de historia: unas baldosas rojizas, partes como de cemento... pero al final, sobre todo por cuestiones de ac¨²stica, decidimos recuperar el tradicional suelo de tierra de la Biblioteca. Po¨¦ticamente, digamos que la familia Bayard, ahora, tiene su comida de Navidad en el desierto¡±.
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