Tres horas cazando los jabal¨ªes de Collserola
Una treintena de tiradores abatieron a tres ejemplares en una batida de diciembre en Sant Just Desvern
En total, son una treintena de cazadores preparados con escopetas y una docena de perros. ?ngel Obiols, presidente de la Sociedad de Cazadores del municipio de Sant Just Desvern, en las faldas de la sierra barcelonesa de Collserola y que padece incursiones diarias de jabal¨ªes, explica que en una jornada de caza lo ¡°normal¡± ser¨ªa que fueran el doble.
Es s¨¢bado, 4 de diciembre, en pleno puente de la Constituci¨®n, por lo que ¡°solo¡± se concentran una treintena. El punto de encuentro es la caseta de la colla de Sant Just, situada en una finca agr¨ªcola. Es desde ese habit¨¢culo de piedra que desde hace a?os se organizan las cinco batidas programadas en esa zona durante la temporada de caza, de octubre a febrero.
Los cazadores empiezan a llegar a las siete de la ma?ana. Hasta las diez, toman caf¨¦, desayunan, preparan los perros y las escopetas. Entretanto, Obiols organiza, mapa tendido sobre la mesa, la batida en funci¨®n de la gente que se va concentrando. Al ser pocos, decide que este d¨ªa la zona de actividad sea reducida: en torno a 100 hect¨¢reas que envuelven el Club de Tennis Sant Gervasi.
Obiols pasa lista para comprobar que los cazadores est¨¦n federados con permiso de la Generalitat para participar en batidas (en total, hay 300 permisos para Collserola). Entonces, se forman las l¨ªneas de tiro, cada una con un responsable que se comunicar¨¢ con walkie con Obiols a medida que se detecten los animales.
Ya a bordo del todoterreno de camino a las zonas de batida y en direcci¨®n a su l¨ªnea de tiro, Obiols explica por qu¨¦ se espera hasta casi el mediod¨ªa para empezar la cacer¨ªa: ¡°Tras estar toda la noche buscando comida, es la hora en que los animales se tumban entre maleza. Empiezan a escuchar traj¨ªn de coches y excursionistas, y se refugian¡±, dice. El paso de los perros, que van con collares con campanas y chalecos antibalas adaptados, los har¨¢n correr, y entonces los cazadores los intentar¨¢n abatir.
En torno a 300 personas tienen permiso de actividad en la zona
Antes, se acordona la zona con precintos para avisar que se hay una batida. Es el momento m¨¢s tenso para Obiols. En el parque natural, que en total comprende 11.000 hect¨¢reas. Ya hay excursionistas, ciclista y corredores de monta?a. Los cazadores ponen precintos en los caminos de acceso a la zona acotada. Las operaciones est¨¢n supervisadas por una pareja de Agents Rurals, que tambi¨¦n inspeccionan las licencias y los papeles de los perros.
Los controles no evitan, sin embargo, que en los primeros minutos desde que Obiols comunica el inicio de la batida, haya corredores que aparezcan en un camino en teor¨ªa que en teor¨ªa ya est¨¢ vetado. ¡°No hemos visto el cartel¡±, se justifican un grupo de deportistas. El primer disparo tarda casi 30 minutos en o¨ªrse desde que Obiols da el permiso para empezar a abatir ¡°marranos¡±, como se refieren a estos animales del que la Generalitat se refiere como ¡°plaga¡± por su elevado n¨²mero y sus reiterados da?os a la agricultura e incursiones a zonas urbanas.
Animales enfermos
Desde la l¨ªnea de Obiols, en la parte alta de la ladera, se escuchan unos movimientos r¨¢pidos entre matorrales. Un jabal¨ª aparece a escasos metros de un cazador. Pero al detectar al humano corre despavorido hacia otro matorral. Se libra del disparo. ¡°Cuando encuentran un refugio y se sienten perseguidos, son capaces de, literalmente, quedarse totalmente congelados, parados. Observando y sin hacer ruido¡±, dice.
Los disparos vuelven a o¨ªrse. Algunos de ellos son muy seguidos. ¡°Eso es mala se?al. Quiere decir que no se ha herido al animal a la primera¡±, dice Obiols. Se escuchan ruidos de corneta entre ecos de campanas y ladridos: significa que los perros andan cerca en busca de jabal¨ªes, vivos o muertos. A parte de encontrar los escondidos, tambi¨¦n detectan la sangre de los heridos. Otro jabal¨ª vuelve a aparecer cerca del cazador. Se vuelve a escabullir, esta vez por arriba.
Ha sido uno de los a?os m¨¢s secos y los animales est¨¢n muy delgados
La cacer¨ªa dura tres horas y en total se oyen 18 disparos mientras los perros van arriba y abajo. Se abaten a tres jabal¨ªes. Los cazadores recogen los cad¨¢veres, ya r¨ªgidos, y los trasportan hasta la finca. All¨ª, un equipo veterinario del Servicio de Ecopatolog¨ªa de Fauna Salvaje (SEFaS) de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona recogen muestras para analizar si tienen triquinosis, transmisible a los seres humanos.
Al m¨¢s peque?o, los veterinarios lo abren en canal para inspeccionarlo mejor. Les parece extra?o su tama?o, creen que es demasiado peque?o para los meses que, en teor¨ªa, tiene. Est¨¢ delgado y detectan que tiene pulmon¨ªa. ¡°Lo normal es que los animales salvajes tengan cosas¡±, dice un veterinario. Le abre el est¨®mago para ver su alimentaci¨®n: en su mayor¨ªa, hierba y bellotas.
Ha sido uno de los a?os m¨¢s secos en Collserola y se nota en el peso de los animales. Tambi¨¦n en sus incursiones a los barrios m¨¢s monta?osos. Los jabal¨ªes, que pueden llegar a pesar 90 kilos, no tienen comida. Eso se ha sumado al incremento de la poblaci¨®n durante los meses m¨¢s duros de confinamiento por la falta de batidas. Seg¨²n el censo del Consistorio de 2019, en el parque viv¨ªan 1.500: el triple de lo que el parque puede soportar.
En los jabal¨ªes analizados en zonas periurbanas y urbanas como en los barrios altos de Barcelona, un miembro del equipo veterinario explica lo que se ha llegado a encontrar en alg¨²n est¨®mago: ¡°Hasta un esqueleto de gato, entero¡±.
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