Espl¨ªn y financiaci¨®n
Por extra?o que parezca, el hast¨ªo ha sido un campo fecundo donde sembrar y recoger frutos de alto voltaje cultural. Nos aburrimos, luego existimos. Pero es tambi¨¦n una cuesti¨®n de financiaci¨®n
La pandemia ha aguzado las sensaciones de hast¨ªo y desasosiego. Llevamos demasiado tiempo sin saber qu¨¦ pasar¨¢. El panorama es desalentador. Penuria econ¨®mica, salud mental precaria, horizontes adelgazados y proyectos vitales al garete. Habr¨ªa que situarse en periodos de guerra o de grandes crisis para encontrar un s¨ªmil con lo que el psiquiatra Francesc Tosquelles llamaba ?la incertidumbre de lo inevitable?. Esto es, saber que no nos espera nada bueno y al mismo tiempo no saber en qu¨¦ grado nos afectar¨¢. El hueso de la pandemia es no poder escoger nada en ning¨²n ¨¢mbito de la vida cotidiana. De carambola nos invade otra gran plaga, la del aburrimiento sideral.
Por extra?o que parezca, el hast¨ªo ha sido un campo fecundo donde sembrar y recoger frutos de alto voltaje cultural. Mal orientado, el tedio lleva, seg¨²n Blaise Pascal, a la desesperaci¨®n, pero bien manejado se puede transformar en la base de operaciones para actuar. La duquesa de Rochefoucauld escribi¨® que el tedio est¨¢ en el origen del arte y de la ciencia, es el disparador de la evoluci¨®n humana. Podr¨ªa ser, visto as¨ª, que nos aburrimos, luego existimos. Pero si examinamos de cerca los casos m¨¢s notables de tedio productivo, al final nos daremos cuenta de que se trata de un tema de financiaci¨®n. El ennui franc¨¦s, que se encuentra detr¨¢s de tanta y tan buena literatura, siempre ha sido un dispositivo subvencionado: por la familia, el Estado, mecenazgos, tanto da.
Reci¨¦n dejamos atr¨¢s el a?o del 200 aniversario natalicio de Charles Baudelaire. Heredero temprano, despilfarrador, bohemio y profesionalmente hastiado, el padre de la modernidad literaria se aburri¨® como una ostra y se distrajo con el espl¨ªn. El romanticismo de principios del XIX ya usaba el t¨¦rmino para poetizar la melancol¨ªa, esa especie de angustia que cuando se llama saudade se entiende mejor. Mezcla de soledad sentida y gustosa, de hipocondr¨ªa llevadera y un des¨¢nimo adictivo, la melancol¨ªa ha dado pie a obras de profundo calado literario. Pero volvamos al espl¨ªn y a la financiaci¨®n.
Baudelaire elev¨® el desencanto a la categor¨ªa de estado visionario y activo. En ingl¨¦s espl¨ªn significa bazo. Seg¨²n la teor¨ªa griega de los humores, el bazo produc¨ªa la bilis negra, veneno que invad¨ªa el cuerpo, propiciaba estados terribles de melancol¨ªa sedentaria y, seg¨²n c¨®mo, propensos a la ira y el odio. Y si bien de la ira se dice que es ciega, no deja de ser verdad que el desencanto limpia los ojos. Baudelaire convirti¨® el espl¨ªn en un detergente cerebral orientado a desenmascarar la putrefacci¨®n moral ¡ªpero tambi¨¦n la belleza espectral de los ¨¢ngulos muertos¡ª de lo urbano. Se sirvi¨® del tedio para burlarse de la hipocres¨ªa mundana y al mismo tiempo lo convirti¨® en una p¨¦rtiga para su deseo y su saciedad. Detr¨¢s de cada esquina acechaba el imprevisto anhelado, pero se produc¨ªa una peque?a extinci¨®n personal cada vez que, de madrugada, aullaba entre los lobos solitarios que cazan por la ciudad. El caso es que Baudelaire se entreg¨® al desencanto en vez de combatirlo, porque pudo.
Opio, burdeles, palizas y abrazos a los pedig¨¹e?os, d¨ªas de asco y resaca, noches perdularias, odio al pr¨®jimo, s¨ªfilis e incomprensi¨®n de los coet¨¢neos, Baudelaire tuvo dinero y contactos, quiz¨¢s el aspecto menos moderno de su periplo renovador. El desencanto fruct¨ªfero y el malditismo renuente necesitan de posibles si se quieren cultivar con temple. Para renovar temas y formas no es suficiente ser un trabajador incansable a la par que dandi. Baudelaire dilapid¨® la herencia paterna siendo muy joven, se code¨® con puntas de lanza en palacetes y obtuvo acceso a todo cuanto vicio corr¨ªa por Par¨ªs. El mismo a?o que le procesan por La flores del mal y le cae una multa de 300 francos ¡ªreducida a 50 por intervenci¨®n de la emperatriz Eugenia de Montijo¡ª el poeta del lado oscuro cobraba 1.500 francos de ayuda estatal a la creaci¨®n literaria y el subsidio por enfermedad.
Martirio subvencionado, precio pagado y menosprecio recibido, desencanto, pareciera que hablamos de otro poeta, Leopoldo Mar¨ªa Panero, otro hijo pr¨®digo del c¨®ctel entre dinero y riesgo personal, espiritual, f¨ªsico y mental. Pero en realidad seguimos dando vueltas al tema del aburrimiento com¨²n, o de c¨®mo se sacrifican algunos ¡ªlos que pueden y gozan¡ª en aras de dar testimonio, con su vida y obra, sobre lo que somos: criaturas acechadas por la desesperaci¨®n paralizadora, real, la tristeza invalidante, el hast¨ªo, el miedo y la desgracia que nos lega la pandemia.
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