M¨¢s incertidumbre de la que podemos gestionar
Tras la covid, nos golpea ahora una guerra en el coraz¨®n de Europa y contenemos el aliento con alguien como Putin en la sala de mandos donde se encuentra el bot¨®n nuclear
Y cuando empez¨¢bamos a salir de la pandemia, vino la guerra. Tras dos a?os de emergencia, conforme las curvas del coronavirus ca¨ªan, los indicadores de la recuperaci¨®n sub¨ªan. Est¨¢bamos remontando con algunos nubarrones en el horizonte como el precio de la energ¨ªa y la crisis clim¨¢tica, cuando una guerra absurda e inesperada nos dej¨® clavados. Las ciudades destrozadas de Ucrania y el ¨¦xodo de refugiados borraron la pandemia de los telediarios. Y en menos de quince d¨ªas, ya no es solo una guerra en Europa. Es una amenaza nuclear. Nuestra capacidad de asimilaci¨®n es limitada y cada una de estas crisis ha ido minando nuestras seguridades interiores. Hemos pasado de un mundo previsible, lleno de optimismo y confianza en el futuro, a un mundo imprevisible, en el que se suceden los sustos y las amenazas.
La crisis financiera de 2008 nos hizo ver el error de pensar que los ciclos econ¨®micos eran cosa del pasado. Que el dominio de la macroeconom¨ªa pod¨ªa modular el mundo a conveniencia. Muy pocos economistas vaticinaron el desastre y los pocos que lo hicieron quedaron sepultados abajo el aplastante dominio del pensamiento dominante. Pronto vimos que aquello era mucho m¨¢s que una crisis financiera y que las herramientas con las que se gestionaba no hac¨ªan sino agravar sus consecuencias. Con esa crisis cay¨® tambi¨¦n el mito de la invulnerabilidad de ciertas posiciones. La educaci¨®n ya no era una coraza. Hab¨ªa arquitectos en las colas de C¨¢ritas. El ejecutivo m¨¢s exitoso pod¨ªa verse de repente en la calle por una decisi¨®n tomada a miles de kil¨®metros. Si ellos estaban as¨ª, qu¨¦ no ser¨ªa de los de abajo.
El coronavirus nos hizo ver que las amenazas pueden venir de donde menos te esperas: un virus capaz de dar la vuelta al mundo y paralizar la econom¨ªa en menos de dos meses. Y pueden ser tan r¨¢pidas, que nos dejan sin capacidad de reacci¨®n salvo encerrarnos en casa. Cinco millones de muertos. 100.000 en Espa?a. En esta nueva crisis aprendimos que el esquema del s¨¢lvese quien pueda aplicado en la crisis de 2008 no era la respuesta adecuada, y que la solidaridad y la cooperaci¨®n eran mejor que la ley de la selva. Pero solo fuimos capaces de aplicarlo a medias. Intramuros. Las vacunas todav¨ªa no han llegado a los pa¨ªses pobres.
Ahora nos golpea una guerra en el coraz¨®n de Europa y todos contenemos el aliento ante el peligro que representa tener a alguien como Vladimir Putin en la sala de mandos donde se encuentra el bot¨®n nuclear. Una invasi¨®n con los esquemas del siglo XIX y la tecnolog¨ªa del XXI. Y el peligro de una escalada cuyas consecuencias no nos atrevemos a imaginar. La guerra de Siria nos pareci¨® lejana, hasta que el cuerpo del peque?o Aylan ahogado en una playa nos hizo caer en la cuenta de que pod¨ªa ser nuestro hijo. Con las im¨¢genes que llegan de Kiev no es posible hacerse el avestruz. Podr¨ªa ser Barcelona. O Madrid. O Mil¨¢n. Acumulamos m¨¢s incertidumbre de la que creemos que podemos gestionar. Pero no olvidemos aquel viejo aforismo: ¡°Que Dios no te de todo lo que puedes llegar a soportar¡±.
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