La m¨²sica urbana de Sen Senra en plena naturaleza
El artista gallego despleg¨® sus canciones fr¨¢giles y pausadas en el Sant Jordi Club de Barcelona
Es bajito, pero tiene presencia f¨ªsica. Siente tener carisma, y para defenderlo s¨®lo parece necesitar moverse por el escenario, que es lo que precisamente hizo durante todo su concierto, caminar de un lado a otro, deambulando sin aparente destino. Y cuando no era ¨¦l quien se mov¨ªa, un juego de luces lo hac¨ªa por ¨¦l, proyectando un flash que desplazaba su cuerpo sin que este se trasladase. Cant¨® buena parte del concierto de perfil, como si mirar al p¨²blico de frente no aumentase su contacto con ¨¦l, y apenas le dirigi¨® la palabra, justo cuatro palabras corteses. Breves filmaciones con carreteras como protagonistas permitieron reflexiones sobre el viaje de la vida y ya al final de la actuaci¨®n lanz¨® varios consejos, perfil autoayuda, sobre la importancia de la amistad, de creer en uno mismo y defender las propias ideas. Era Sen Senra, vestido de blanco en un escenario poco iluminado donde por fin visti¨® de largo en Barcelona sus nuevas canciones.
Con unas cuatro mil personas en el Sant Jordi Club, el gallego despleg¨® su m¨²sica, fr¨¢gil, caracterizada fundamentalmente por la quietud y la contenci¨®n. Pudi¨¦ndosele enclavar en el amasijo de las m¨²sicas urbanas, las canciones tienen alma pop, redondeo mel¨®dico y pulsi¨®n electr¨®nica, pero son sus ritmos sigilosos quienes las desperezan poco a poco. No hay apenas sobresaltos, fluyen calmas acunadas por la voz delgada de Sen Senra, con vocaci¨®n de falsete y de susurro. Es por ello que su concierto funcion¨® por suma, por adici¨®n, depositando su energ¨ªa con la inapreciable tenacidad de una d¨¦bil nevada pr¨®xima al silencio. Cuatro m¨²sicos de apoyo, teclista, dos encargados de guitarras y bater¨ªa, liberaron a Sen Senra de la guitarra, que us¨® s¨®lo al principio y final de su concierto, dej¨¢ndole libre para el paseo como blanco de miradas.
Y fue un concierto singular. Por las mismas caracter¨ªsticas de la m¨²sica del gallego, y por su forma de ser presentada, el concierto record¨® a un hidroavi¨®n que intenta despegar del mar con demasiada carga: se elevaba y volv¨ªa al contacto con el agua para volver a tomar altura. No hubo b¨²squeda del ¨¦xtasis, de la gran explosi¨®n de j¨²bilo, de la locura. ?xitos como Nos dar¨¢ alas, que abri¨® el concierto, ya llev¨® al p¨²blico a hacer el parabrisas, moviendo el brazo, mano al aire, de derecha a izquierda, se repetir¨ªa en Hagan 40?, su ¨²ltimo sencillo, pero el entusiasmo apenas pas¨® de all¨ª ni en temas como Perfecto, Euforia, Lo hago por ti, Tumbado en el jard¨ªn viendo atardecer o Sublime. Todo era pausado, hasta los notables gritos de celebraci¨®n de sus seguidoras, m¨¢s expresivas que ellos.
Tal pareci¨® que esa contenci¨®n en Sen Senra funcione como un elemento distintivo tambi¨¦n en sus directos. Con un aire de seriedad, en ocasiones un poco forzado, en especial en la parte de la autoayuda, el artista sorprendi¨® ubicando Tienes reservado el cielo, una de sus canciones m¨¢s escuetas, apenas una voz filtrada sin instrumentaci¨®n, en la parte final de la actuaci¨®n, cuando todo el mundo espera el sprint. Para cosas extra?as, hubo incluso un solo de bater¨ªa que pareci¨® se?alar que comenzaban los bises tras Wu wu, otro de sus temas m¨¢s populares. Pero todo es as¨ª en Sen Senra, sonidos urbanos con alma de r¨ªa, pop m¨¢s cerca de la lluvia que de la expansi¨®n del sol, una masculinidad melanc¨®lica de apagada testosterona y convivencia entre lo ac¨²stico y lo el¨¦ctrico. Delicado y pausado. Un artista singular al que se augura notable proyecci¨®n, precisamente por ser diferente.
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