Dos actores porno en la mesa
A veces, la suerte, el azar o los terremotos emocionales te regalan a una persona bombilla: gente que te ilumina con lo que pasa m¨¢s all¨¢ de tu mundo
Si una no va con cuidado, la vida puede convertirse en su lista En bucle de Spotify. Una y otra vez lo mismo, con ligeras variaciones seg¨²n el entorno laboral, familiar, de pareja y amigos. El oficio de periodista ayuda a conocer realidades distintas, sin dos d¨ªas iguales, pero la distribuci¨®n cl¨¢sica del trabajo, por ¨¢reas tem¨¢ticas, tambi¨¦n condena, con el paso de los a?os, a informar de todas las variantes de asuntos casi id¨¦nticos. Viajar, los libros, el cine, la m¨²sica, las series son el placebo para vivir otras vidas. Hasta que a veces, la suerte, el azar o los terremotos emocionales propios y ajenos te regalan a una persona bombilla: gente que te ilumina con lo que pasa m¨¢s all¨¢ de tu mundo. El mi¨¦rcoles cen¨¦ con dos actores porno.
Mi persona bombilla, ?lvaro, organiz¨® una de esas cenas entre semana que aceptas ilusionada y a las que acabas yendo arrastr¨¢ndote. El plan consiste en una quedada a tres: ¨¦l, Enric, y yo. Hablar de amistad, amor, trabajo¡ (?qu¨¦ m¨¢s hay?) e irse a dormir. Llego tarde por parar a comprar unos dulces (los picos de glucosa, el otro tema del momento), y me encuentro con una mesa a cuatro: un joven alem¨¢n, de facciones armoniosas, con la gorra del rev¨¦s, un brasile?o cuarent¨®n con unos brazos como mis cu¨¢driceps, y mis dos citas previstas.
Entre ingl¨¦s, espa?ol y brasile?o, ?lvaro entra sin rodeos: ¡°Son dos actores porno, est¨¢n pasando unos d¨ªas en Barcelona¡±. La primera reacci¨®n ante la novedad casi nunca es buena: ?Qu¨¦ pintan estos dos intrusos aqu¨ª? Cuenta que los conoci¨® en los Grabby, unos premios de la industria del cine pornogr¨¢fico gay, a finales de abril, en Torremolinos (M¨¢laga), una ciudad de peregrinaje obligado una vez en la vida (y si no es posible, al menos hay que leer Torremolinos Gran Hotel, de ?ngel Palomino). Los tres fueron de los pocos que coincidieron en el desayuno de las nueve de la ma?ana del d¨ªa siguiente, hubo flechazo y quedaron en verse en Barcelona.
La conversaci¨®n arranca con los problemas de salud mental, otra cuesti¨®n nuclear de las cenas bombilla. Lo que m¨¢s une a los dos actores es su trastorno de atenci¨®n. ¡°Pensamos lo mismo, decimos lo mismo. Hasta da un poco de miedo¡±, explican los dos amigos. Solo hace unas horas que est¨¢n en Barcelona, una ciudad que les encanta pero se quejan de que se ha puesto por las nubes: ¡°Menos de 200 euros por noche en un hotel es imposible¡±. Y ah¨ª llega la primera pregunta directa de la velada: ¡°?Pero no se gana mucho dinero con esto del porno?¡±. Antes, s¨ª; ahora la cosa da para vivir pero no para hacerse rico. Adem¨¢s, llevan relativamente poco en la industria: dos a?os Kyle, el brasile?o, siete meses Andr¨¦, el alem¨¢n. Ambos lo compaginan con Only Fans, una plataforma donde la gente paga por ver sus canales, donde tambi¨¦n ofrecen contenido pornogr¨¢fico.
El siguiente debate es el de los patrones sexuales. A la cena se ha sumado una comensal m¨¢s: Ana, decoradora, en sus sesenta, que detalla sin complejos c¨®mo de feliz y plena es su vida amorosa y sexual. Un rayo de luz y esperanza para un mundo en el que la mujer de m¨¢s de 50 no es mujer ni es nada. ?El porno ense?a el mal follar? Curiosamente, los que menos se posicionan son los dos actores. Enric defiende que el porno impone unas conductas sexuales terribles e imposibles. ?lvaro opina todo lo contrario: viva el porno en la ficci¨®n y en la vida real. Si te excita en la pantalla, razona, cumple su funci¨®n.
La evoluci¨®n es inevitable: ?Y la prostituci¨®n? ?Hay que prohibirla? En eso, Enric de nuevo es claro y rotundo: s¨ª. ¡°Nada que pueda derivar en un delito se puede permitir¡±, arguye. Andr¨¦ cuenta que ¨¦l ha ejercido de escort y que le gusta. Y relacionado, sin tener nada que ver, sale otra cuesti¨®n: ?Un actor porno tiene ganas de mantener relaciones sexuales por placer? Claro, responde Kyle. No tras un rodaje, del que pueden acabar exhaustos. ¡°Pero no se graba a diario¡±, a?ade. La semana pasada, por ejemplo, solo trabaj¨® un d¨ªa. Seguimos por los derroteros del amor. Los dos actores confiesan que no tienen pareja. ?Es por su trabajo? Andr¨¦ admite que aunque digan que no, los novios sienten celos de escenas con otros actores atractivos. ¡°Por eso paso, no quiero ninguna relaci¨®n sentimental t¨®xica¡±, cuenta.
?Y las relaciones en el set son de verdad? ¡°Somos actores¡±, se r¨ªen. Las erecciones a veces son un milagro de su mente, y en otras realmente hay qu¨ªmica con quien trabajan. ¡°Pero profesionalidad ante todo¡±, repite Kyle. Nada de toqueteos entre escenas. ¡°Si luego hay que quedar para lo que sea, lo vemos. Pero en el trabajo, profesionalidad¡±, insiste. La misma seriedad que piden con la higiene. ¡°Por respeto al otro, ?no?¡±, argumenta Andr¨¦. A veces a alguien le huele la boca, o las axilas, u otras partes¡ Pero dicen que son la excepci¨®n. Ninguno de ellos se plantea dejarlo por ahora. Y aseguran que la profesi¨®n no tiene un l¨ªmite de edad: ¡°Hay p¨²blico para todo¡±. Y cuanto m¨¢s ¨²nico, m¨¢s raro, m¨¢s distinto, sin extenderme en ejemplos poco decorosos, mejor.
A las once y poco, un amable camarero pone fin a nuestra cena. Se sopesa alargar el encuentro un poco m¨¢s. Demasiado tarde para mis ganas de vivir otras vidas. Cerramos la noche con una foto de familia y una promesa de futuro: volvernos a ver en otra cena bombilla. Que as¨ª sea.
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