Olvidar la independencia
La secesi¨®n puede ser inolvidable para algunos, pero el m¨¦todo para recuperar el impulso y los proyectos de futuro, incorporando de nuevo a todos, obliga a aparcarla y a excluir los s¨ªmbolos que dividen de las instituciones que unen
Nadie que haya vivido esta ¨¦poca podr¨¢ olvidarla. No podr¨¢n quienes trabajaron por ella y creyeron tocarla con la punta de los dedos. Tampoco quienes la temieron hasta tomar decisiones dif¨ªcilmente reversibles. Quienes menos podr¨¢n son los que tienen todav¨ªa cuentas pendientes, personas entre las que hay de todo, quienes tienen cuentas con la justicia por haber intentado conseguirla y quienes por intentar impedirla, como es el caso de los implicados en la Operaci¨®n Catalu?a, con medios igualmente ilegales aunque en su caso tambi¨¦n repugnantes.
La perspectiva del tiempo empeque?ece los objetos en la lejan¨ªa. Deber¨¢n pasar algunos a?os para que suceda, y mientras tanto habr¨¢ que seguir trabajando sin que lo impidan ensue?os o pesadillas, la nostalgia o el resentimiento. Ayudar¨¢ la resoluci¨®n de los contenciosos judiciales, demasiado cansina para las urgencias del pa¨ªs. Tambi¨¦n los relevos generacionales, tanto m¨¢s urgentes cuanto son muchos los veteranos que pretenden mantenerse a flote a pesar del naufragio, lastrando as¨ª la renovaci¨®n, tal como revelan las listas electorales para las municipales. Y sobre todo, las nuevas circunstancias del mundo, m¨¢s adversas que ahora para imaginaciones quim¨¦ricas y voluntarismos rupturistas.
Pensar Catalu?a de nuevo, con mente abierta y pr¨¢ctica, adem¨¢s de disposici¨®n inclusiva, obliga a un esfuerzo que quiz¨¢s no est¨¦ al alcance de todos. Nadie debe renunciar a sus ideas, pero el m¨¦todo exigible es el opuesto al utilizado hasta ahora. En vez de seguir dando vueltas a la urgencia dram¨¢tica de convertir a Catalu?a en un Estado independiente, pensar sin apriorismos en c¨®mo garantizar su futuro como sociedad plural y abierta, culta y pr¨®spera, recuperar la unidad civil perdida y fortalecer sus instituciones democr¨¢ticas de autogobierno, influir de nuevo en la gobernaci¨®n de Espa?a y preservar a la vez la convivencia y la lengua caracterizada como propia en el Estatuto, sin dejar de respetar y tratar la lengua castellana como lo que es, la propia tambi¨¦n de muchos catalanes.
No es incompatible este camino tan pr¨¢ctico con manifiestos y programas que se definan por su independentismo. Tampoco debe serlo con que los creyentes sigan enarbolando la idea con sus banderas esteladas. Para el debate p¨²blico que a todos incluya, en cambio, es imprescindible que desaparezcan los usos abusivos en locales y espacios p¨²blicos, en las instituciones y en los medios de comunicaci¨®n de la Generalitat. La independencia puede ser inolvidable para algunos, pero el m¨¦todo para recuperar el impulso y los proyectos de futuro, incorporando de nuevo a todos, obliga a aparcarla y a excluir los s¨ªmbolos que dividen de las instituciones que unen.
Ahora es una idea envejecida y sin credibilidad. Y pasar¨¢ tiempo, si acaso sucede ¡ªyo lo dudo¡ª, antes de que pueda ofrecer un rostro nuevo y atractivo, como pudo suceder en la d¨¦cada pasada.
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