No lo volver¨¢n a hacer
El independentismo, como ha sucedido con otras ideas y movimientos, ha entrado en la selecci¨®n negativa de sus dirigentes
Aunque quisieran, no podr¨ªan. Este es el caso de los actuales dirigentes del independentismo, los responsables del callej¨®n sin salida y de la d¨¦cada perdida. Dif¨ªcil encontrar un grupo de pol¨ªticos tan desprestigiado, sobre todo entre quienes les siguieron porque les creyeron. Su fracaso no tiene remedio. Su credibilidad es nula. Y su autoridad inexistente. Si siguen con sus fantas¨ªas es por la inercia de un movimiento que ha parasitado las instituciones catalanas y por la red de intereses tejida a su alrededor, de forma que ahora son muchos los que no conciben hacer pol¨ªtica de otra forma.
Tampoco podr¨ªan repetir la jugada si consiguieran renovar sus ¨¦lites. El independentismo, como ha sucedido con otras ideas y movimientos, ha entrado en la selecci¨®n negativa de sus dirigentes. Basta comparar qui¨¦n encabeza las principales organizaciones y partidos ahora y quienes las dirig¨ªan hace diez a?os. Hemos conocido un amplio repertorio de personajes de distintos y a veces curiosos calibres y calidades, pero no se sab¨ªa de un caso de tanta ineptitud e ingenuidad como el de Dolors Feliu, la actual presidenta de la ANC, capaz de aclarar c¨®mo debe ser la amnist¨ªa que exige Puigdemont de forma que sea inevitable rechazarla: no debe borrar los hechos a efectos penales sino que debe convalidarlos para los independentistas y otorgar una patente de corso a la secesi¨®n, seg¨²n acertada descripci¨®n de la catedr¨¢tica de Penal, Mercedes Ar¨¢n.
Que no puedan hacerlo otra vez, ni los viejos ni los nuevos, no significa que sus habituales bravuconadas deban ser desatendidas. Si lo dicen es porque creen que tienen un as en la manga para el improbable caso de unas circunstancias excepcionales como las que les llevaron a partir de 2012 a lanzarse por el camino de la ruptura. No lo volver¨¢n a hacer, ante todo, porque la sociedad catalana no lo quiere y as¨ª lo expresa una y otra vez en las urnas. El independentismo pierde fuelle en cada elecci¨®n, cada sondeo y cada Diada. En el caso harto improbable de que se recuperara, tiene ante s¨ª un l¨ªmite nuevo. Es el muro descrito por Anton Costas en su art¨ªculo ¡®El final del consentimiento¡¯ (La Vanguardia, 18 de mayo de 2018), donde se?alaba la imposibilidad de una hegemon¨ªa nacionalista sin contar de nuevo con la mitad de la poblaci¨®n catalana no nacionalista que le proporcion¨® durante 40 a?os una t¨¢cita autorizaci¨®n para que se hicieran cargo de las instituciones catalanas.
No es el ¨²nico muro. M¨¢s alto y s¨®lido es el muro reactivo espa?ol. Y luego el muro europeo e internacional, hecho de indiferencia y de tama?o geopol¨ªtico. La Catalu?a nacionalista ha perdido peso. Es extrema su levedad y exigua su capacidad de internacionalizaci¨®n, tal como Puigdemont ha podido comprobar, incluso en su ¨²ltimo evite, cuando todo su esfuerzo europeo se ha transmutado en una pugna localista con Esquerra y en la persistencia de su fastidioso ¨®rdago a la Constituci¨®n espa?ola. Solo lo volver¨ªan a hacer si alguien les diera el permiso. Y no suceder¨¢.
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