La gran fiesta de ellas
En un concierto apote¨®sico, el primero de dos en Apolo, Mushkaa se perfil¨® como radiante icono de las m¨²sicas urbanas
Fue salir al escenario, oculto el rostro bajo una capucha, y las gargantas explotaron. Un griter¨ªo franco, agudo, estridente, ilusionado, enfebrecido y de absoluta entrega. La nueva reina. La nueva reina de ellas, que sin menospreciar la presencia de ellos, eran las princesas de la noche. Primera noche en Apolo, llen¨¢ndolo como lo har¨¢ en la segunda. Hace muy poco s¨®lo la conoc¨ªan las seguidoras m¨¢s reputadas, las que todo lo saben y a todas se adelantan, pero hoy, esas mismas ya han de estar buscando una nueva celebridad a¨²n oculta porque Mushkaa tiene su carrera en pleno despegue. Con apenas dos discos ya desata griter¨ªos que reventar¨ªan cristales, gritos de excelsa juventud enarbolada y de la felicidad y empat¨ªa que supone encontrar una portavoz generacional que tampoco da consejos pues con el ejemplo de su vida y sus letras ya dice suficiente. Pap¨¢s y mam¨¢s, cada una los suyos. Hoy las cosas suben y bajan r¨¢pido, pero lo de Mushkaa no tiene pinta de flor de un d¨ªa.
?Griter¨ªo s¨®lo para recibirla? En absoluto. Tambi¨¦n para incrementar sus decibelios cuando se descubri¨® mostr¨¢ndose feliz ante ellas. Griter¨ªo sostenido con las primeras piezas, ¡°SexySensible¡±, ¡°Habibi¡± y ¡°Barras Warras¡± (barras son los versos, las frases, y warras no necesita traducci¨®n). Cantaba, con la voz debidamente ¡°tuneada¡± ¡°la meva nena em fa esperar/ despr¨¦s em fa c¨®rrer/ deia que no li agradava i ara em roba la gorra/ quina morra¡±. El amor, siempre el amor, un amor abierto, sin restricciones m¨¢s all¨¢ de las voluntades y en las ant¨ªpodas de la toxicidad. Amor rom¨¢ntico y abierto a la sensibilidad, que no bobalic¨®n ni sometido de quien puede babear, pero sin resbalar. Ellas, las seguidoras, desear¨ªan amar as¨ª y as¨ª proclamarlo. Mushkaa lo hace por ellas. Tras el tr¨ªo de de composiciones de inicio, primer remanso, tambi¨¦n amoroso, con Imperio: ¡°Que yo te compro un imperio / si t¨² juegas en serio¡±. La cadencia r¨ªtmica, reposada, downtempo, cimbrea caderas, algunos brazos se yerguen y la composici¨®n prosigue en rimas consonantes.
En escena, ella y tres m¨²sicos con una corista. Hay sonidos no programados y se escuchan golpes de ritmo que se ven, arreglos de teclados, guitarra, una voz de apoyo. Dos el¨¢sticas j¨®venes bailan y el primer colaborador que sale a escena, Akilon 340 en Turra malvada, canci¨®n en castellano, idioma que mayormente se usa para infiltrarlo en un catal¨¢n letal para la normativa. Letraheridos abstenerse, lletraferits tambi¨¦n. Entre los artistas urbanos el idioma es un gomoso torrente de palabras adaptado al habla coloquial, al mensaje escrito en pantalla, palabras recortadas para facilitar su dicci¨®n, t¨¦rminos en ingl¨¦s encajados con la naturalidad del arroz entre las lentejas y un respeto deliberadamente el¨¢stico tanto a la ortograf¨ªa como a la sint¨¢ctica. Una forma de hablar que cierra las fronteras de un mundo que s¨®lo pertenece a quienes lo habitan. Que los de fuera digan misa.
El concierto sigue y la presi¨®n no baja. Mushkaa dice estar emocionada, a¨²n casi pellizc¨¢ndose ante la cantidad de cosas que le est¨¢n pasando. Cuando habla muestra que no est¨¢ ni sobrepasada, ni abobada, que es plenamente consciente del terremoto del que es epicentro. Su imagen no es sofisticada, no es una diva, no mira con desd¨¦n, no se muestra por encima de sus seguidoras, m¨¢s bien parece ser una de ellas, una m¨¢s que en un arranque de determinaci¨®n se ha subido al escenario sin cambiarse, ataviada con la ropa de salir a por tabaco. Camina como cualquiera, es igual que cualquiera, pero a diferencia de cualquiera ha sabido explicar esa normalidad, la de pilotar su vida aunque cueste. Irma tiene 19 a?os.
El escenario se puebla de colaboradores que salen, cantan, hacen subir la presi¨®n y se van. El ¨¢mbito colaborativo de las m¨²sicas urbanas. Salen entre otros Julieta en No m¡¯estima y el suelo tiembla cuando todas botan, tambi¨¦n 31 FAM en Bona vida, y entonces se astilla la madera de la sala; con The Tyets y El tonteo ya parece que es la escayola la que llueve resquebrajada del techo, y eso que el reggaet¨®n mueve las caderas en horizontal. Tas loko ya hab¨ªa puesto del rev¨¦s a la audiencia, y en un jolgorio de satisfacci¨®n y fiesta, todos los m¨²sicos, con Mushkaa en cabeza, bailaban en el escenario. No hay diferencia entre lo que pasa encima y ante ¨¦l, todo el mundo se comporta igual, todo el mundo se abandona. Hablando de abandono, las barras parec¨ªan el desierto de Atacama, solas como un ling¨¹ista en un concierto de trap. Para la parte final, un momento de sinceridad que reflexiona sobre el hecho de ser artista, de la imagen que se proyecta y de las distorsiones que ello puede provocar en la vida personal. Canta en El disfraz un medio tiempo que define como su canci¨®n favorita, ¡°Una bala y me das / disp¨¢rame que yo pedir¨¦ m¨¢s / si te ves capaz de quererme si no llevo disfraz¡±. Si lleva disfraz, el de Mushkaa es transparente.
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