S¨ªlvia P¨¦rez brinda en el Grec una noche de Reyes en junio
Arropada por multitud de colaboradores, la artista despleg¨® su ¨²ltimo trabajo en el anfiteatro en una emotiva inauguraci¨®n del festival de verano barcelon¨¦s
Cuando llegan los calores, no a final de a?o, con el fr¨ªo. S¨ªlvia P¨¦rez Cruz recibi¨® a los Reyes Magos a finales de junio, gracias a la carta que les enviaron desde el Grec, el festival de verano que el mi¨¦rcoles en la noche inici¨® su andadura con la primera de las tres sesiones en las que la artista de Palafrugell pudo hacer realidad el sue?o de vestir de largo su ¨²ltimo trabajo Toda la vida, un d¨ªa. Y como las criaturas en su noche m¨¢gica, que se ensimisman absortas en sus juguetes y pierden de vista el mundo aunque de frente lo miren, el tiempo se convierte en material pl¨¢stico que para los protagonistas pierde significado y la felicidad que sienten todo lo explica, todo lo justifica. En medio de una producci¨®n de altura, con incontables m¨²sicos en escena, unos sesenta, y un sinf¨ªn de artistas, tambi¨¦n del baile, que mostraron su cercan¨ªa con S¨ªlvia viniendo de todas partes del mundo apara arroparla, fue de nuevo la capacidad interpretativa de la protagonista la que dio personalidad a una noche que recordar¨¢ probablemente de por vida.
Tr¨ªo de apoyo con protagonismo en la cuerda, puntual aparici¨®n de la percusi¨®n, como para no anclar a tierra una voz que parece flotar ingr¨¢vida, un coro al que parte de los protagonistas que luego sal¨ªan a primer plano volv¨ªan a refugiarse, como solicitando anonimato y secci¨®n de saxos y de trombones para dar empuje a un repertorio que no s¨®lo se bas¨® en el ¨²ltimo disco de P¨¦rez Cruz. As¨ª se incluyeron canciones para ella eternas, como Vestida de nit, la habanera que escribieron sus padres y que abri¨® la noche, Mechita con su acento peruano, Gallo rojo gallo negro, tema que ostenta el honor y m¨¢xima distinci¨®n musical de ser considerado popular habiendo sido escrito en nuestros d¨ªas (Chicho S¨¢nchez Ferlosio, hijo rojo de padre muy azul), Chacarera de las piedras como recuerdo a Liliana Herrero, quien no pudo estar presente o, en menor grado de relevancia esa pieza, Man Of The Trees, escrita para formar parte del disco y que finalmente no ingres¨® en ¨¦l, cantada junto al irland¨¦s Damien Rice, miembro silente del coro y at¨®nito espectador de tantas y tantas pruebas de amistad que la noche regal¨® a Silvia, su anfitriona. Porque por encima de nombres, listarlos exhaustivamente representar¨ªa confeccionar una peque?a gu¨ªa telef¨®nica, la amistad, la complicidad y la humanidad de Silvia, en ocasiones con mucho dulce de leche, pautaron su particular noche de Reyes, en la que no falt¨® un reconocimiento al director saliente del Grec y c¨®mplice de esta aventura, Cesc Casades¨²s.
El gui¨®n replicaba al disco, el repaso a un c¨ªrculo vital, iniciado en la ni?ez acurrucada en un tr¨ªo de cuerda; la juventud, que representa la parte m¨¢s experimental del disco, con la voz de Silvia tratada y doblada en temas como Aterrados; la madurez, con esa Mi ¨²ltima canci¨®n triste que cant¨® junto a la mejicana Natalia Lafourcade; la vejez, donde brill¨® Salvador Sobral cantando a capella con Silvia Em moro, para luego regresar al anonimato del coro y el renacimiento, esperanza de alg¨²n principio tras el fin y que se encarn¨® en 21 primaveras con Lola, hija de Silvia y per se su propio renacimiento, y en Carme Canela, la que fue su primera profesora de canto.
Este paseo dur¨® toda una vida en un espect¨¢culo cuya pausa ¡ªa Silvia le dio tiempo a cambiarse de vestido en una misma canci¨®n, la que da t¨ªtulo al disco¡ª, la sucesi¨®n de parlamentos y reflexiones y la multitud de sentidos abrazos contradijeron la misma intenci¨®n de Silvia, expresada en la presentaci¨®n del acto hace unas semanas, la de implementar un sentido teatral al mismo que no lastrase su continuidad. En el fondo ese fue el escollo de la velada, una discontinuidad esc¨¦nica fruto del natural deseo de reconocer a todos los artistas que all¨ª estaban, incluida una poeta palestina, Farah Chamma, que con un poema en ¨¢rabe de la autora Hiba Abu Nada, asesinada en su casa por un indiscriminado bombardeo israel¨ª, y otro en ingl¨¦s que reflej¨® las aspiraciones a la normalidad de la poblaci¨®n gazat¨ª, no pareci¨® estar en el mejor lugar de la noche, ya en el tramo final. El pulso reivindicativo, que ya hab¨ªa sido recogida por el cuadro flamenco en Salir distinto y la empat¨ªa fruto del salvajismo de una guerra que fija objetivos civiles apel¨® a las emociones de un p¨²blico entregado que todo lo vade¨®. Eso permiti¨® pensar en el momento art¨ªstico de Silvia, situada ya en ese plano en el que haga lo que haga ser¨¢ siempre respaldada por la ovaci¨®n y la entrega. Su personalidad, franca y dulce, su normalidad de persona que parece a¨²n asombrada por su popularidad, el uso constante de la muleta ¡°precioso¡± aplicada a personas, canciones y hechos de manera indistinta y su ternura, por supuesto sumadas a una voz pre?ada por la melancol¨ªa y un cancionero que es de todas partes pero que ella hace suyo hasta formar su propia patria musical, le confieren una personalidad que no tiene r¨¦plica.
Por eso jug¨® largamente con sus regalos y solicit¨® con ¨¦xito la elongaci¨®n del tiempo y la suspensi¨®n de la fluidez, por eso una de las piezas m¨¢s destacadas del disco, Nombrar es imposible, con una gran letra del poeta Pablo Messiez, pas¨® por escena en una versi¨®n desmejorada en pos de la complicidad del p¨²blico. Ella lo puede hacer. Por suerte, Silvia P¨¦rez Cruz sabe que si bien las canciones son inmortales, como canta en Em moro, todo lo dem¨¢s no.
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