Vivir con un tej¨®n
Hay quien me considera un afortunado y me invita a perseverar en la contemplaci¨®n del animal y su obra; otros me invitan a disuadirlo con m¨¦todos muy discutibles
Tenemos un tej¨®n en casa. No es que viva con nosotros, ni que haya encontrado acomodo en el s¨®tano, tampoco que le tengamos retenido y mucho menos escondido. Ni siquiera le hemos visto o, mejor dicho, conocido, aunque sabemos de su presencia porque a menudo acostumbra a dejar un rastro inequ¨ªvoco en el jard¨ªn y tambi¨¦n porque le vi bambolear una noche desde la ventana de mi cuarto de estudio, el mismo sitio por el que mucho antes observ¨¦ tambi¨¦n el paso tranquillo de un zorro.
Me encantan los animales desde muy ni?o, y presumo de haber tenido una muy buena colecci¨®n de p¨¢jaros, preferentemente pinzones, jilgueros, verderones, partillos y hasta una codorniz y por supuesto una perdiz, muy domesticada y pillada siendo una cr¨ªa cuando atravesaba rezagada la carretera. Nunca consegu¨ª que se posara en mis hombros con el mismo encanto que la grajilla -?Milana bonita!- se paseaba por los de Azar¨ªas en Los Santos Inocentes. Las lecturas de Miguel Delibes provocaron incluso que me convirtiera durante un tiempo en un perseguidor de las ratas.
Aunque nunca tuve escopeta, siempre me han fascinado los cazadores, y m¨¢s ¨²ltimamente cuando llega la becada. Yo ser¨ªa incapaz de disparar y acepto en cambio que un cartucho pueda abatir a una ave ligera y libre. Tambi¨¦n me encanta la carne y nunca pude ver en cambio como sacrificaban siquiera a un conejo. Tengo muchas contradicciones, pero nunca me sent¨ª mal por mi relaci¨®n con los animales, dom¨¦sticos o salvajes, y con los a?os he asumido que es mucho mejor poner cajas nido en mis ¨¢rboles preferidos que tener una colecci¨®n de jaulas como cuando era peque?o.
Si acaso me llevo mal con los jabal¨ªes; mejor tenerlos a distancia. Me gusta en cambio ver pasar la liebre, as¨ª como saber tambi¨¦n de la presencia del tej¨®n y la admiraci¨®n que provoca. El ¨²nico inconveniente es que no le veo -si acaso le esp¨ªo-, y adem¨¢s acostumbra a dejar el jard¨ªn como si hubiera pasado un arado, lleno de agujeros con la forma de su hocico, y sus visitas son cada vez m¨¢s frecuentes, de manera que intento buscar una soluci¨®n consensuada con la administraci¨®n municipal.
El alcalde es adem¨¢s el jardinero y su casa est¨¢ muy pr¨®xima a la m¨ªa, de manera que no pod¨ªa encontrar a un mejor interlocutor. No tengo que explicarle nada porque tambi¨¦n es parte afectada y, adem¨¢s, es muy competente y servicial, hasta donde le alcanzan las ordenanzas.
Rechazamos de momento cualquier m¨¦todo expeditivo; tampoco he consultado con la asociaci¨®n de cazadores del pueblo. Mi padre seguramente habr¨ªa arreglado el asunto a su manera, sin que nadie se enterara, como hac¨ªa la gente de antes. Al fin y al cabo, nadie ha compartido conmigo la presencia del tej¨®n, al menos hasta ahora, momento en que he advertido la divisi¨®n de opiniones sobre posibles soluciones: hay quien me considera un afortunado y me invita a perseverar en la localizaci¨®n y contemplaci¨®n del tej¨®n y su obra y tambi¨¦n se cuentan los que me invitan a disuadirlo con m¨¦todos muy discutibles.
La ley, y tambi¨¦n el sentido com¨²n, sobre todo ante la posibilidad de cualquier denuncia o intervenci¨®n sorpresa ante tanta vigilancia de organizaciones varias como hay, invitan a consultar y seguir las pautas marcadas por los Agentes Forestales, que conocen muy bien la zona, tienen a bien proteger el medio natural y act¨²an como guardabosques, como si fueran una polic¨ªa medioambiental. La acci¨®n de colocar una trampa queda por ahora descartada por el da?o que puede causar al animal antes de ser liberado y se imponen medidas menos agresivas. Una podr¨ªa ser la colocaci¨®n de barreras f¨ªsicas, ya sea una valla, un cercado o un hilo el¨¦ctrico, aunque tampoco est¨¢ decidido. El miedo a tener un l¨ªo me paraliza.
Quiz¨¢ sea mejor hacer un seguimiento para constatar la frecuencia con la que el tej¨®n nos visita de inc¨®gnito en hora crepuscular o por las noches. Igual ya no vuelve o por el contrario no queda m¨¢s remedio que actuar si es que peligra definitivamente el jard¨ªn seco presidido por un olivo que tanto cuidado merece por parte de Montse. Hay plantas de romero, tomillo, lavanda, eucalipto, verbena y menta. Hemos aprendido a convivir con abejas, avispas, mosquitos y por supuesto con los mirlos, y estamos encantados con los perros y gatos que cruzan el terreno sin ladrar ni maullar. Nos cuesta m¨¢s en cambio asimilar el hozar del tej¨®n.
A la espera de acontecimientos, he consultado con mi amigo Jacinto Ant¨®n, un or¨¢culo para saber de la vida, historia, teatro, periodismo y naturalmente de animales, tambi¨¦n de tejones. ¡°Son muy bonitos y simp¨¢ticos, agradables de ver; me encanta como levantan su cabeza triangular, peque?a y alargada, blanca con sus dos franjas negras paralelas¡±. ¡°Dichoso tu¡±, precisa. ¡°Admiro a uno con prism¨¢ticos cada fin de semana que voy a Viladrau. Va a por higos muy cerca de una mas¨ªa. Les gusta la fruta y la miel adem¨¢s de las lombrices, los insectos y los frutos. Igual ha detectado algo que le gusta mucho o simplemente ha encontrado en tu jard¨ªn una zona de paso, camino de su madriguera, que acostumbran a ser guaridas muy bien hechas¡±, prosigue Jacinto.
Si le dejo hablar un poco m¨¢s, igual salgo al jard¨ªn cada noche a cenar con el tej¨®n: ¡°Escalan y escarban muy bien con sus u?as. Son valientes, pero solo muerden cuando se sienten amenazados¡±. Y acaba: ¡°?Ah! y es de los mam¨ªferos ¡ªno nosotros¡ª que tiene un hueso en el pene, igual que los murci¨¦lagos¡±. Sab¨ªa del riesgo que corr¨ªa si hablaba con Jacinto. As¨ª que mis dudas han aumentado por m¨¢s que me tortura ver c¨®mo el tej¨®n estropea el suelo limpio y ordenado que siempre deja mi mujer. Igual la soluci¨®n es ahuyentarlo y que se vaya lejos para as¨ª a?orarle. Veremos. Nunca hab¨ªa vivido y dormido con un tej¨®n.
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