De Igualada al Kilimanjaro en moto: 50 a?os de una proeza
Recuerdo de la aventura de poner una Bultaco en la cima de ?frica junto a uno de sus protagonistas, Jaume Llansana
Uno de los momentos m¨¢s interesantes del final de vacaciones de verano este a?o en Viladrau, lugar c¨¦lebre por carecer de momentos muy interesantes excepto si muerde a alguien una v¨ªbora o ahorcan una bruja ¡ªy esto ya no ocurre desde el siglo XVII¡ª, fue la proyecci¨®n en casa Ysamat el 19 de agosto de una vieja pel¨ªcula en v¨ªdeo sobre la expedici¨®n en moto de un pu?ado de igualadinos al Kilimanjaro en 1974, una gran aventura donde las haya y que el 26 de octubre cumple el 50? aniversario de su momento culminante, la llegada a la cima de ?frica. De lo aburridos que est¨¢bamos todos da fe que la convocatoria del pase registr¨® un seguimiento masivo de una veintena de personas (tambi¨¦n es verdad que ten¨ªa el reclamo de verm¨² gratis), algunas de ellas menos interesadas en una expedici¨®n en moto al Klimanjaro que en si podr¨ªan darse un ba?o en la piscina.
Yo normalmente por esas fechas ando muy ocupado, ya que suelo estar inmerso en los ensayos de la obra de teatro con la que junto a Evelio P. (el Laurence Olivier de las Guillerias) concurrimos al tradicional Baile de disfraces del club de veraneantes que consiste en un concurso de breves actuaciones la medida de cuya calidad puede deducirse del hecho de que nosotros hemos ganado en muchas ocasiones. Este a?o ¨ªbamos a presentar una parodia de El exorcista en la cual Evelio P. y yo har¨ªamos respectivamente del padre Merrin y el padre Karras (m¨¢s joven) mientras que a la jovencita endemoniada (¡°?la ni?a es m¨ªa!¡±) la encarnar¨ªa nuestra habitual estrella invitada, Arola Bofill, algo m¨¢s madurita, hay que convenir, que Linda Blair (la de entonces). Desgraciadamente, Evelio tuvo una indisposici¨®n que le hizo sufrir convulsiones y tras plantearnos aprovechar la circunstancia y que ¨¦l hiciera de ni?a pose¨ªda, lo que sin duda le habr¨ªa granjeado otro premio para su largo palmar¨¦s (ya gan¨® el galard¨®n a la mejor interpretaci¨®n femenina haciendo de Carmen Polo de Franco), hubimos de suspender (Evelio ya no convulsiona pero sigue perdiendo igual al tenis). En fin, dec¨ªa que acab¨¦ acudiendo al pase de la vieja aventura africana de los igualadinos. Y fue estupendo.
La conexi¨®n de Viladrau con la a?eja gesta estriba en que uno de los protagonistas de la misma, Jaume Llansana, est¨¢ casado con Montse Ysamat, de una estirpe de veraneantes de raigambre, lo que le ha convertido autom¨¢ticamente en uno de los nuestros e incluso en miembro de la restrictiva colla que acaudilla Jordi Pica?ol. Jaume se ha encari?ado de Viladrau de una manera que da que pensar sobre lo entretenido que ha de ser Igualada. Tambi¨¦n es verdad que un aventurero como ¨¦l, en cuyo palmar¨¦s figuran adem¨¢s de la expedici¨®n al Kilimanjaro otra en moto al Aconcagua (1977), el raid Barcelona-Ciudad del Cabo (1975) y cruzar ?frica en globo en la estela de Julio Verne, nada menos (1975, tiene un libro en Juventud sobre la haza?a), necesita un lugar donde hacer el fannullone como Viladrau, para desconectar. Es asimismo innegable que Jaume es un aventurero singular: de entrada, vi¨¦ndolo nunca dir¨ªas que lo es. Lo parezco mucho m¨¢s yo, sin ir m¨¢s lejos (y valga la frase). De una bonhom¨ªa casi insultante, bonach¨®n y de figura poco apol¨ªnea, nadie pensar¨ªa que cuando se te sienta al lado en una cena en vez de pedirte que le pases el vino te va a hablar de cuando brind¨® por el explorador Salomon Andr¨¦e sobrevolando el Polo Norte en globo y con el mismo oporto con que lo hizo el sueco, desaparecido all¨ª en 1897. Ciertamente, Jaume es uno de esos amigos que cuando te habla de coger un globo lo dice literalmente.
Llegados para la proyecci¨®n a Can Ysamat, cuyos monumentales terraza y ventanales que se abren con ¨¦pica wagneriana sobre el paisaje, por no hablar de la decoraci¨®n, hacen pensar en el Berghof, la segunda residencia de Hitler en los Alpes b¨¢varos (a lo mejor de veranear aqu¨ª le hubieran aceptado en la colla de Pica?ol y ya no hubiera tenido que invadir Polonia), tomamos asiento ante un televisor para el pase, pues el aperitivo tendr¨ªa lugar, ay, despu¨¦s. Jaume nos hizo unos comentarios previos sobre aquella lejana aventura (que recog¨ªa el testigo de la famosa traves¨ªa del 73 al Himalaya con Alpinas en la que participaba otro veraneante de Viladrau, Llu¨ªs Sol¨¦-Guillaume, cuya hija Clara me ense?¨® a m¨ª a hacer trial pese a ser la familia de Bultaco y yo de Montesa), y apret¨® el play, mientras unos (los con suerte) se amodorraban en sillones y otros nos sent¨¢bamos en sillas espartanas. La pel¨ªcula, narrada con trasnochado pero simp¨¢tico tono de No-Do y dotada de una banda sonora que inclu¨ªa hits de la ¨¦poca como el esforzado As¨ª hablo Zaratustra de Deodato, segu¨ªa pormenorizadamente los 20.000 kil¨®metros cubiertos por los expedicionarios por 19 pa¨ªses hasta acometer la subida al Kilimanjaro en Tanzania.
Tras dos a?os de preparativos, con 2,5 millones de pesetas de presupuesto, al que contribuy¨® el Museo del Calzado a cambio de que le recolectaran algunas piezas nativas, salieron de Igualada en loor de multitudes el 4 de julio de 1974 con dos Sherpas T modelo 124 de 250 c.c. con dep¨®sito de Alpina y un sobrecargado Land Rover 109 como veh¨ªculo de apoyo. De Tarifa embarcaron a T¨¢nger y de all¨ª por ¡°el ?frica llena de misterio¡±, 20.000 kil¨®metros en cuatro meses. Atravesaron desiertos y selvas, quedaron atascados en la arena y en barrizales, vivieron peripecias como tener que hacer una demostraci¨®n trialera ante el ministro de finanzas de Togo, participar en una danza de m¨¢scaras fetiches en Dahomey y en bailes pigmeos (¡°negrillos¡±) en Zaire. Arribaron a Tanzania ¡°curtidos por climas y avatares¡± (a estas Tato ya se hab¨ªa dormido y Kim Badosa lanzaba miradas nada subrepticias a la mesa del verm¨²), no sin que les robaran varias veces y sufrieran graves aver¨ªas mec¨¢nicas. Llegaron a avanzar 6 kil¨®metros en 3 d¨ªas. En el lado positivo, comprar 57 pl¨¢tanos por 7 pesetas.
El equipo principal que atac¨® con las dos motos la monta?a lo compon¨ªan Josep Maria Llad¨® (de 18 a?os y que se la jugaba durante el camino acerc¨¢ndose demasiado en su Sherpa a b¨²falos y elefantes) y Jaume Travesset, l¨ªder de la empresa. Con ellos, Santi God¨® (organizaci¨®n), Josep Maria Casas (piloto reserva), Josep Bou (fot¨®grafo y tesorero), Juli Bernaus (mantenimiento) y Joan Molla (filmaciones). Jaume Llansana, de 27 a?os (ahora tiene 77), hac¨ªa de piloto ocasional y ?enfermero! (pese a su calidad de inform¨¢tico).
El ataque al Kilimanjaro se inici¨® en octubre con un grave problema de permisos pues desde que unos franceses motorizados se colaron en el parque nacional de la gran monta?a africana las autoridades estaban mosqueadas. El 26 de octubre, trepando metro a metro en una serie continuada de fiascos y varios, Llad¨® (Travesset se retir¨® vomitando de mal de altura) logr¨® llevar su Sherpa hasta el pico Uhuru (Libertad) a 6.016 metros de entonces (la medici¨®n moderna lo ha dejado en 5.895, que con todo ya son metros para subir en moto, y lo dice uno que ha ascendido en su Cota 247 a Matagalls, 1.697 metros). Las im¨¢genes del ¨¦xito y del ondear en el Uhuru de las banderas catalana, tanzana, espa?ola y de Banca Catalana, levantaron grandes aplausos en el sal¨®n de los Ysamat; pronto pasar¨ªamos ya al refrigerio. La expedici¨®n consigui¨® el r¨¦cord de altura en moto, pues el neozeland¨¦s Bill de Garis hab¨ªa alcanzado el mismo Uhuru en una C2 de cross en 1973 pero ayudado por porteadores, el muy pill¨ªn. El r¨¦cord actual (2024), para quien le interese, lo tiene Pol Tarr¨¦s en el volc¨¢n chileno Ojos del Salado (6.756 metros) con una Yamaha Y2 450 FV.
Los expedicionarios volvieron luego a casa v¨ªa Addis Abeba, Jartum, Asu¨¢n, Luxor y Alejandr¨ªa, que ya es ruta para ir a Igualada. Jaume, cuya palabra favorita en swahili es ¡°pikipiki¡±, moto (la m¨ªa es ¡°hatari¡±, peligro), pilot¨® durante el largo trayecto una de las Sherpas y todos presenciamos con renovado respeto por el amigo las im¨¢genes que lo mostraban ins¨®litamente joven y hasta esbelto cruzando los arteros pantanos del Sudd. Llegaron a Igualada el 13 de enero de 1975, tras pasar Montserrat.
Jaume Llansana, que ha vuelto este verano con otros dos supervivientes de la expedici¨®n, Llad¨® y Casas, y sus familias a visitar los parajes de la aventura y el mismo hotel de Moshi en el que se hospedaron entonces (esta vez no han tenido que poner las tiendas en el jard¨ªn sino que han ocupado habitaciones como se?ores), nos ahorr¨® con la generosidad que le caracteriza buena parte del metraje de la pel¨ªcula, especialmente la que parec¨ªa sacada de los cromos de Flora y Fauna.
Jaume, que sufre de Parkinson, afronta ahora otra gran aventura, la m¨¢s complicada de su vida, y lo hace con el mismo arrojo y la misma afabilidad que las anteriores, qu¨¦ t¨ªo. Cuando cada semana me lo encuentro en Can Carelleu en su itinerario acompa?ado de un monitor, me saluda levantando los palos de marcha, con una sonrisa y las bromas habituales. Hoy la pista de atletismo del complejo deportivo es el reto que otrora fueron el Kilimanjaro, el Aconcagua, los hielos del polo o las peligrosas corrientes en el andar celeste del aer¨®stata. Le gusta citar el viejo proverbio de los nyamwezy, la gente de la luna, recogido por el viejo Burton en sus viajes, ¡°quien ha visto el mundo no est¨¢ vac¨ªo de sentido¡±. Quien es amigo de Jaume Llansana no carecer¨¢ nunca de ejemplo.
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