Casa Orsola: un golpe de realidad
Podemos mejorar la limpieza, la seguridad o el transporte, pero todo eso pasa a tener un valor relativo si mucha gente, incluidas las clases medias, se ven amenazadas de expulsi¨®n
Los cambios sociales no se fraguan de la noche a la ma?ana. Suelen ser de cocci¨®n lenta y a veces discurren bajo el radar de la percepci¨®n ciudadana hasta que un d¨ªa emergen, normalmente por un caso que adquiere de repente el car¨¢cter de un s¨ªmbolo. ?En qu¨¦ momento dej¨® Barcelona de pertenecer a los barceloneses? ?Cu¨¢ndo empez¨® el sutil desplazamiento de su poblaci¨®n? Un buen d¨ªa nos hemos dado cuenta de que la ciudad en la que cre¨ªamos vivir quiz¨¢ ya no sea esa ciudad. Que la Barcelona que hab¨ªamos construido est¨¢ empezando a expulsarnos.
Los que celebramos con alborozo la llegada del primer consistorio democr¨¢tico hemos tenido la satisfacci¨®n de ver la gran transformaci¨®n que ha vivido gracias al empuje de sus movimientos sociales y unas pol¨ªticas municipales progresistas centradas en reforzar los servicios p¨²blicos y redistribuir la riqueza y el bienestar entre todos los barrios de la ciudad. Quedan desigualdades, por supuesto, pero ahora que conmemoramos los 50 a?os del final del franquismo, solo hay que comparar c¨®mo eran los barrios y c¨®mo son ahora. Qu¨¦ servicios ten¨ªan y qu¨¦ servicios tienen ahora. En los ochenta las diferencias eran tales que, bajando por la l¨ªnea verde del metro desde Diagonal al mar, en cada estaci¨®n se perd¨ªan dos a?os de esperanza de vida. Y recuerdo haber ido al barrio del Carmel para hacer un reportaje sobre la labor de los primeros educadores sociales y sorprenderme de encontrar chicos de 14 y 16 a?os que nunca hab¨ªan bajado a la plaza de Catalunya.
La ciudad ha vivido con orgullo esta transformaci¨®n hasta el punto de que incluso los m¨¢s insatisfechos admiten que es uno de los mejores lugares en los que se puede vivir. Siendo as¨ª, ?por qu¨¦ de repente nos invade la inquietud? ?Por qu¨¦ tenemos la sensaci¨®n de que la ciudad ha dejado de pertenecernos? Podemos aplicar programas para mejorar la limpieza, la seguridad en la calle, hacer ejes verdes y mejorar el transporte, pero todo eso pasa a tener un valor relativo si lo que est¨¢ en juego es que mucha gente, incluidas las amplias clases medias que le han dado car¨¢cter e identidad, se ven amenazadas de expulsi¨®n. Y si no ellas, sus hijos. Por la fuerza del poderoso mercado, cuyas reglas escapan, por lo que se ve, a la capacidad de decisi¨®n de los poderes p¨²blicos. Todo eso es lo que simboliza el desahucio de los inquilinos de la Casa Orsola, en el coraz¨®n del Eixample.
Un fondo de inversi¨®n compr¨® el edificio, y est¨¢ expulsando a sus ¨²ltimos inquilinos para construir pisos de alquiler de temporada, que rentan mucho m¨¢s. Es el exponente de una din¨¢mica en la que la vivienda ha dejado de ser un bien de uso para convertirse en un objeto de especulaci¨®n, y la ciudad, el campo de operaciones de los grandes fondos de inversi¨®n que poco a poco se van apoderando de ella, en algunos casos con lanzamientos judiciales, pero la mayor¨ªa de las veces a golpe de contrato, con subidas de precios que van expulsando primero a las rentas m¨¢s bajas y luego tambi¨¦n a las rentas medias porque su voracidad no tiene l¨ªmite.
Pero cuidado, porque Barcelona es mucha Barcelona y su gente no se va a dejar expropiar as¨ª como as¨ª. La Casa Orsola es un golpe de realidad que puede estallar en la cara de quienes no sepan ver lo que de verdad est¨¢ en juego.
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