El mar Menor avisa a L¡¯Albufera
El desastre medioambiental murciano es un recordatorio sobre la vulnerabilidad del lago valenciano
La agon¨ªa del mar Menor es una advertencia a L¡¯Albufera de Valencia. No tanto por las causas, que son en parte diferentes, como por los efectos. Ese desastre medioambiental es un recordatorio sobre la vulnerabilidad del lago valenciano y el parque natural que lo circunda, m¨¢s all¨¢ de la seguridad que sobre el papel le confiere la sucesi¨®n de planes que lo protegen. La presi¨®n que sufre el entorno puede parecer imperceptible, pero es intensa y persistente. Puede que lo haya sido en mayor o menor grado desde la formaci¨®n del cord¨®n litoral en la ¨¦poca romana, pero se agrav¨®, sobre todo, a partir del siglo XIX con las obsesivas desecaciones agr¨ªcolas que represent¨® Blasco Ib¨¢?ez en Ca?as y barro.
Desde entonces, L¡¯Albufera ha podido sobrevivir de forma milagrosa a todo tipo de ocurrencias y amenazas, como ser cruzada por un canal para transportar mercanc¨ªas con gabarras hasta Cullera, donde se ubicar¨ªa el nuevo puerto de Valencia, o ser desaguada para la construcci¨®n del aeropuerto de la ciudad. Fracasaron esas ingeniosidades, pero llegaron los nitratos y pesticidas de la huerta, y los vertidos contaminantes sin control de la industria, que, junto a las toneladas de plomo de los disparos de los cazadores, han ido conformando un fondo de lodo delet¨¦reo sobre el que apenas chapotea la llisa (m¨²jol), cada vez menos numerosa, m¨¢s anaer¨®bica, oxidada e incomestible (las anguilas hace mucho que se despidieron, mientras que el fartet y el samaruc solo perviven en zonas patrocinadas). Ya nadie vive de la pesca. Nadie recuerda a la gamba o a la lubina. Solo la da?ina tenca (carpa).
A pesar de las sensaciones l¨ªricas de la puesta del Sol, vertiendo todo su licor sobre la superficie, la escasa l¨¢mina de agua por la que surcan las barcas es inh¨®spita. En su impenetrable turbidez fluyen restos de coca¨ªna, morfina, ¨¦xtasis, code¨ªna, anfetamina y cannabis, entre otras sustancias que van cediendo espacio al coronavirus en toda la expresividad que le da el alfabeto griego. L¡¯Albufera ya solo es una postal en trance de leyenda, una sobreimpresi¨®n en el paisaje de un organismo moribundo que trata de subsistir a duras penas. Seg¨²n los c¨¢lculos de los expertos ya deber¨ªa haber muerto a principios de este siglo por colmataci¨®n de los sedimentos arrastrados por el agua de las acequias que la nutren desde su formaci¨®n. Sin embargo, la alteraci¨®n de las escorrent¨ªas por las infraestructuras levantadas a su alrededor y, sobre todo, la urbanizaci¨®n desarrollada en suelos agr¨ªcolas por la pujante industria del sur de la ciudad ceg¨® los aportes de agua y sedimentos, retrasando su desenlace y sumiendo el humedal en un coma m¨¢s o menos estable.
Ahora L¡¯Albufera y su entorno afrontan de esta forma desvalida quiz¨¢ su desaf¨ªo definitivo con la amenaza que se ha ido abultando por el norte con del puerto de Valencia y su desbordado crecimiento con el aumento exponencial de las importaciones asi¨¢ticas. La ¨²ltima de sus ampliaciones, lo est¨¢n clamando los especialistas m¨¢s comprometidos con el medio ambiente, aumenta el riesgo de salinizaci¨®n del lago por el incremento de la erosi¨®n que causar¨¢ en su cord¨®n dunar la alteraci¨®n de la din¨¢mica litoral. Entre el desastre del mar Menor y el que se proyecta sobre L¡¯Albufera hay un denominador com¨²n: la ambici¨®n econ¨®mica de una minor¨ªa. Si el resultado es el mismo, poco importa que se haga en nombre de la legalidad o de forma ilegal: ser¨¢ irreversible. Entonces, los chirridos de garzas, fochas, patos y charranes ser¨¢n reemplazados por la nauseabunda coreograf¨ªa de acusaciones al adversario y su griter¨ªo. Entonces, los ejemplares gerifaltes que han llevado el lago al exterminio se pondr¨¢n de perfil.
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