Puig y el castigo de S¨ªsifo
El presidente valenciano empuja la pesada reivindicaci¨®n de la financiaci¨®n por la empinada cuesta de La Moncloa y antes de llegar a la cima el Gobierno la hace rodar por el repecho hasta abajo para que repita el decepcionante proceso una y otra vez
Puede que en estos momentos Ximo Puig (el PSPV) sea un modelo dentro del PSOE, como celebran fuentes del Gobierno valenciano. Por contrapesar la voracidad centr¨ªpeta de Madrid, por su esfuerzo tendiendo puentes en el conflicto catal¨¢n y por su causa en favor de reformar el sistema de financiaci¨®n auton¨®mica. Pero m¨¢s all¨¢ del laurel ret¨®rico no hay muchas evidencias (sobre todo, en la tercera pata de sus cualidades) de que el Gobierno de Pedro S¨¢nchez lo asuma en la intensidad de la expresi¨®n. Es m¨¢s, da toda la impresi¨®n de que en este asunto le ha impuesto el castigo de S¨ªsifo. Puig empuja la pesada reivindicaci¨®n de la financiaci¨®n por la empinada cuesta de La Moncloa y antes de llegar a la cima el Gobierno la hace rodar por el repecho hasta abajo para que el presidente valenciano repita una y otra vez el decepcionante proceso. Quiz¨¢ no sea un problema de f¨¢cil resoluci¨®n, pero el animoso compromiso de Puig desde que lleg¨® a la presidencia por lograr una financiaci¨®n justa para la Comunidad Valenciana (ning¨²n inquilino del Palau ha puesto tanto empe?o en el asunto) y el habitual gatuperio ilusorio-disuasorio del Gobierno central contra el que se estrella una y otra vez supone un serio desgaste para el l¨ªder de los socialistas valencianos.
El Gobierno de S¨¢nchez, con el PP atrincherado en su caparaz¨®n, quiz¨¢ gane tiempo y aplace el riesgo de sacudir el avispero del reparto en una Espa?a en la que, m¨¢s all¨¢ de la historia y los agravios comparativos y picores regionales, chocan de frente, y cada vez con m¨¢s violencia, el despoblamiento y el exceso de poblaci¨®n, los efectos de la capitalidad y los impactos de la descapitalizaci¨®n. Todo, sacudido con los efectos de una crisis sanitaria sin precedentes y una guerra electoral permanente sin cuartel ni prisioneros. Pero incluso en medio de esa complejidad, la constataci¨®n (y su redundancia) de que el mayor objetivo pol¨ªtico de Puig es un globo que siempre se pincha en La Moncloa, no hace sino envolver en un manto de dudas la capacidad de gesti¨®n del presidente de los valencianos. El desd¨¦n hacia su causa, adem¨¢s, devuelve el reflejo exacto de lo que pesa la Comunidad Valenciana en la balanza de Espa?a. Y en esa desconsideraci¨®n y desequilibrio hoza la oposici¨®n (la amiga, la adversa), ceba su entusiasmo y afila su argumentario.
Puig (la Generalitat) sigue pagando la factura del descr¨¦dito de la pol¨ªtica valenciana contra¨ªda durante la Transici¨®n, cuando, mientras se decid¨ªan las cuestiones relevantes del Estado de las autonom¨ªas y los distintos territorios marcaban perfil y afirmaban posiciones, los valencianos consolidaban su caricatura m¨¢s pat¨¦tica en una guerra que quiz¨¢ en su superficie pareciera propia del realismo m¨¢gico, pero cuyo fondo era truculento, oscuro y criminal como el franquismo institucional que la propici¨®. Con una sociedad fragmentada en lo b¨¢sico (las nomenclaturas, las insignias), una clase dirigente desprestigiada (por su manipulaci¨®n o por sus tragaderas) y la divisi¨®n solemnizada en las leyes org¨¢nicas en forma de pacto, la falta de cohesi¨®n pol¨ªtica e influencia para conquistar espacios, necesidades y aspiraciones en Madrid estaba garantizada para muchos a?os. Puig arrastra ese pesado lastre en lo institucional, pero tambi¨¦n en el ¨¢mbito org¨¢nico de un partido en el que la federaci¨®n valenciana, ni cuando tuvo volumen, ha tenido la proyecci¨®n que le correspond¨ªa.
Pero su frustraci¨®n puede ser tambi¨¦n la del socialismo mediterr¨¢neo, que, con sus altibajos, es la expresi¨®n m¨¢s viva, contempor¨¢nea y representativa de la pluralidad de Espa?a que queda en el PSOE. Con el Partido Socialista de Euskadi subsumido en el oasis financiero vasco, una federaci¨®n madrile?a encarnizada en la espiral de su propio declive, un socialismo andaluz aplastado por su propio peso y un par de barones remotos a los que es imposible diferenciar del PP cuando hablan de Espa?a, la ¨²nica posibilidad de mantener al PSOE con opciones de poder est¨¢ en funci¨®n de lo que ocurra en la Comunidad Valenciana, Baleares y Catalu?a. Si el Gobierno de Pedro S¨¢nchez no resuelve el problema de la financiaci¨®n y el d¨¦ficit fiscal de los tres territorios, y adem¨¢s carboniza a Puig, Francina Armengol y Salvador Illa, su proyecci¨®n electoral est¨¢ muy comprometida. Y si el socialismo mediterr¨¢neo pierde su especificidad (su atractivo plural), el PSOE tiene los d¨ªas contados.
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