Aguas para alimentar la joya negra y el Salto de la Novia
El r¨ªo Palancia recorre realidades orogr¨¢ficas muy distintas y hace de la comarca un para¨ªso para excursionistas
El Palancia nace en la sierra de El Toro, a 1.600 metros de altitud. El Toro, cuyo t¨¦rmino municipal limita con Teruel, es una de esas aldeas que, como dijo Churchill de los Balcanes, produce m¨¢s historia de la que puede consumir: la cantidad de efem¨¦rides y emblemas arquit¨¦ctonicos por habitante (239 en 2021) es abrumadoramente excesiva. El lugar es apreciado, con todo, por cierto tesoro subterr¨¢neo: entre El Toro y Sarri¨®n se recoge el 80% de la producci¨®n mundial de trufa, esa apestosa joya negra.
Hasta llegar al t¨¦rmino de Sagunto, donde desemboca, el Palancia va bordeando o atravesando diferentes poblaciones: Bej¨ªs, Teresa, Viver, J¨¦rica, Navajas, Segorbe, Geldo, Soneja, Algar, Sot de Ferrer y Alfara de la Baron¨ªa.
Este recorrido, de unos 90 kil¨®metros, se corresponde con tres realidades orogr¨¢ficas y ambientales muy distintas. Prisionero de las alturas, el r¨ªo permite pocas alegr¨ªas agr¨ªcolas: algo de cebada, centeno, avena. M¨¢s abajo, en la zona de Segorbe, Altura y Viver, encontramos un segundo piso clim¨¢tico con una m¨¢s potente realidad agraria. El secano estimula el rendimiento de la almendra y la aceituna. Esta ¨²ltima, de la variedad serrana de Espad¨¢n, da como resultado un aceite muy preciado. Finalmente, a punto de llegar al mar (a la altura de Sot de Ferrer), nos podemos encontrar ya con una ruralidad exhuberante y fruct¨ªfera: naranjas, caquis, n¨ªsperos.
Esta diversidad, unida a su particular geograf¨ªa, hace de la comarca del Alto Palancia un peque?o para¨ªso para excursionistas y ciclistas. Aqu¨ª encontraremos la V¨ªa Verde que, partiendo de Ojos Negros (Teruel) culmina en Sagunto, reciclando una antigua v¨ªa f¨¦rrea.
Cada una de las poblaciones por donde pasa el r¨ªo tiene circunstancias paisaj¨ªsticas y monumentales que el visitante no deber¨ªa negligir. La capital de la comarca es Segorbe, que posee algunos emblemas urbanos de relieve. Como la ciudad atesora una herencia hist¨®rica contrastada y, adem¨¢s, es cosede del obispado Segorbe-Castell¨®, la herencia religiosa destaca sobre todo lo dem¨¢s, sea por su catedral (siglo XIII) o las iglesias de San Pedro y de San Mart¨ªn, entre otras. Tampoco hay que perderse el Museo Catedralicio, con una imponente colecci¨®n de pintura g¨®tica. Al visitante, si sobrevive a tanta belleza celestial, le recomendar¨ªa que buscara un buen restaurante y pidiera, para reponerse, una raci¨®n de olla segorbina o de empedrao (arroz con bacalao y alubias). Luego necesitar¨¢ -esto es as¨ª- una buena siesta.
Pero los amantes de las glorias del pasado todav¨ªa deben dirigirse a Altura. All¨ª se encuentran las ruinas de la cartuja de Valldecrist, de memorable recuerdo. Valldecrist es la segunda fundaci¨®n cartuja en tierras valencianas, despu¨¦s de la de Porta Coeli. En la actualidad se encuentra piedra sobre piedra, perpetuamente en restauraci¨®n, un pobre vestigio de la soberbia fundaci¨®n que Mart¨ªn el Humano promovi¨® en el siglo XIV, cuando todav¨ªa era infante de Arag¨®n. En este lugar fray Bonifaci Ferrer ¨Cel hermano del santo-, escribi¨® su malograda traducci¨®n de la Biblia. Esta versi¨®n al catal¨¢n ¨Cla primera en una lengua rom¨¢nica- fue destruida por el celo inquisitorial, digno de mejores causas. Aun as¨ª, desde Valldecrist se orquest¨® la participaci¨®n valenciana en el Compromiso de Caspe y el Cisma de Occidente, cuando la Iglesia cat¨®lica qued¨® partida en dos y los valencianos se mantuvieron fieles al Papa Luna, un papa divisivo y particularmente longevo.
Los que prefieran el paisaje a la Historia deben dirigirse, sin dudarlo, hacia Navajas. All¨ª, nuestro r¨ªo propicia una peque?a catarata fotog¨¦nica y majestuosa, el Salto de la Novia o Cascada del Brazal. El origen del primer nombre hay que buscarlo en una curiosa f¨¢bula que asegura que las doncellas, para demostrar su amor, deb¨ªan saltar sobre la parte m¨¢s estrecha del r¨ªo. Una de ellas falleci¨® en el intento ¨Cy su enamorado tambi¨¦n, al procurar salvarla. De ah¨ª la leyenda.
Por lo dem¨¢s, Navajas es una poblaci¨®n muy apreciada por los numerosos veraneantes que la colonizan durante el buen tiempo. El agua es su posesi¨®n m¨¢s feliz, como atestiguan la presencia del Manantial de la Esperanza, la Fuente del Hierro o la Fuente del Ba?o.
El r¨ªo Palancia, por donde pasa, provee una cierta felicidad...
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