Feminismo, libertad y arte: a prop¨®sito del caso del cartel de Vociferio
Las autoras defienden la obra de Boke Baz¨¢n que, seg¨²n el Institut de les Dones, evidencia ¡°el desprecio absoluto¡± hacia las mujeres maltratadas, y critican la postura esencialista de los 70
En estos d¨ªas se est¨¢ celebrando en la ciudad de Valencia la XII Edici¨®n de Vociferio, Festival de Poes¨ªa de Val¨¨ncia. El Institut de les Dones de la Comunitat Valenciana, a petici¨®n de la Federaci¨® de Dones Progressites y de otras treinta asociaciones, ha instado a la retira de la obra gr¨¢fica del Festival alegando su car¨¢cter sexista y vejatorio contra las mujeres. Seg¨²n el comunicado del Institut, el cartel, ¡°evidencia el desprecio absoluto hacia el sufrimiento de cientos de miles de mujeres que son maltratadas, humilladas o prostituidas en el mundo, pero tambi¨¦n a las mujeres en su conjunto ya que da?an gravemente su imagen y entorpecen su camino hacia la igualdad real¡±.
El argumento del comunicado recuerda demasiado a los empleados por las feministas abolicionistas estadounidenses de los a?os setenta que, manteniendo una postura esencialista acerca de temas tales como qui¨¦n es el sujeto del feminismo pretend¨ªan, entre otras cosas, acabar con la pornograf¨ªa. Para lo cual defend¨ªan una idea de la sexualidad como espacio de permanente peligro para la mujer debido, sobre todo, a las inclinaciones sexuales agresivas del hombre. Al ser una representaci¨®n del dominio patriarcal, la pornograf¨ªa produc¨ªa, seg¨²n su parecer, no s¨®lo un da?o particular a las actrices que participaban en ella, sino un da?o general a todas las mujeres de la sociedad. Son, precisamente, estas concepciones abolicionistas, que entienden la sexualidad femenina desde el miedo y no desde el placer, las que parecen latir en el moralismo puritano en que se halla instalado en los ¨²ltimos tiempos un sector del feminismo espa?ol.
La organizaci¨®n del festival afirma que la obra cuestionada lleva por t¨ªtulo ¡°disidencia ergon¨®mica¡± porque representa la ruptura de las ataduras y a una ergonom¨ªa emancipadora de los cuerpos a trav¨¦s de la poes¨ªa. En cambio, a nosotras, la imagen nos remite a esa pr¨¢ctica er¨®tica japonesa de bondage llamada shibari, que es considerada, a su vez, un g¨¦nero art¨ªstico. Disonancia que evidencia, una vez m¨¢s, que lo que dice una obra de arte es cosa de dos: autor/autora y su espectador/a.
Sea como fuere, la directora del Institutut de les Dones, Maria Such, y las denunciantes parecen olvidar que la creaci¨®n de Boke Baz¨¢n es una obra art¨ªstica y que, como tal, se mueve en el terreno de la ficci¨®n, donde lo que sucede nunca puede ser enjuiciado con los par¨¢metros de la realidad. Por lo que el mensaje que ella ¡°representa¡± debe quedar al margen de las herramientas con las que se juzgan los actos reales. La libertad art¨ªstica no tiene ning¨²n compromiso con la verdad y de ello, el espectador/la espectadora, como sujeto mayor de edad, es consciente. Defender lo contrario es sucumbir a una tentaci¨®n paternalista que mantiene a la mujer en un rol permanente de v¨ªctima.
En realidad, entender que la obra en cuesti¨®n es vejatoria y atenta contra la dignidad de todas las mujeres, aboga por una sanci¨®n o restricci¨®n de su difusi¨®n basada en la percepci¨®n de ¨¦sta, que es siempre subjetiva. En el primer caso, se apunta a un da?o inmediato, pero de naturaleza moral, y en el segundo, a un peligro abstracto que, en nuestra opini¨®n, deben ser desterrados de todo entendimiento liberal del ordenamiento jur¨ªdico. Ya que ambos supuestos se mueven en el terreno de lo hipot¨¦tico.
Este feminismo censor parece olvidar, asimismo, que toda creaci¨®n art¨ªstica es una expresi¨®n directa e inmediata de la personalidad individual del artista, de su identidad y autonom¨ªa, y que cualquier limitaci¨®n impuesta al proceso creativo tendr¨ªa consecuencias nefastas para el arte como fen¨®meno estructural de toda sociedad libre y plural.
Adem¨¢s, el arte puede querer ser algo m¨¢s que arte, y tener una vocaci¨®n pol¨ªtica. Si se presta atenci¨®n al comunicado que ha hecho el Festival en respuesta a la denuncia y propuesta de retirada, caemos en la cuenta de que estamos ante ese caso. As¨ª, la organizaci¨®n define su trayectoria como una actividad de fomento de pol¨ªticas p¨²blicas culturales e inclusi¨®n social que atiende a la diversidad tanto de personas como de formas po¨¦ticas que, por raz¨®n de sexo, g¨¦nero, orientaci¨®n sexual, edad, raza, capacidad f¨ªsica o mental, religi¨®n o condici¨®n pol¨ªtica est¨¢n sometidas a un ¡°imaginario gregario, narcisista¡± que produce una ¡°poes¨ªa retorcida y ninguneada por la cultura de masas¡±. Voluntad completamente contraria a la interpretaci¨®n vejatoria en la que se basa la denuncia.
El arte, los artistas, han cuestionado, a lo largo de la historia, el orden establecido y los c¨®digos hegem¨®nicos de cada sociedad, lo que le ha valido la persecuci¨®n y la censura orquestada, principalmente, por los sectores m¨¢s conservadores y religiosos. Pues bien, en pleno siglo XXI, un sector del feminismo parece haberles tomado el relevo. Pues el caso que ahora nos ocupa no es el primero ni el ¨²ltimo. Baste citar, a modo de ejemplo, la retirada en 2018 del cuadro Hylas y las Ninfas de John William Waterhouse (1869), en el que siete mujeres j¨®venes seducen a un joven muchacho por parte de la Art Gallery de Manchester; o el intento de que se hiciera lo propio con el cuadro Th¨¦r¨¨se Dreaming de Balthus (1938), en el que aparece una ni?a con las piernas abiertas y mostrando su ropa interior. A lo que el Metropolitan de Nueva York se neg¨®.
Esperemos que en esta ocasi¨®n el embate censor sea repelido y tambi¨¦n contestado por tantas feministas y creadoras comprometidas con la libertad de creaci¨®n art¨ªstica que, como nosotras mismas, no se sienten representadas por las firmantes de la denuncia. La vigencia del modelo democr¨¢tico y de los propios valores feministas nos va ello.
Llum Qui?onero es periodista y Ana Valero, profesora de Derecho Constitucional.
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