Burbujas (y c¨®mo romperlas)
Los adultos, tambi¨¦n vivimos dentro de burbujas, y que, lo peor de todo es que, a diferencia de ellos, no sabemos c¨®mo romperlas
Siempre me ha encantado ver Val¨¨ncia a trav¨¦s de los ojos de un paseante (un fl?neur, que dir¨ªan los franceses). Los ojos de alguien que, igual que aquel cient¨ªfico que repite un experimento una y otra vez para comprobar si se han alterado los resultados, disfruta cada cierto tiempo de pisar las calles nuevamente ¡ªcomo dir¨ªa Pablo Milan¨¦s¡ª para ver c¨®mo ha cambiado la ciudad. El otro d¨ªa paseaba por el cauce del Turia, a la altura del Parque Gulliver y, de pronto, vi algo que me hizo detenerme. Era un hombre que hac¨ªa pompas de jab¨®n para el deleite de decenas de ni?os, que se amontonaban obnubilados a su alrededor intentando romper el mayor n¨²mero posible de burbujas. Entonces, me qued¨¦ pensando mientras miraba a aquellos ni?os que nosotros, los adultos, tambi¨¦n vivimos dentro de burbujas, y que, lo peor de todo es que, a diferencia de ellos, no sabemos c¨®mo romperlas.
?Te has parado a pensar en la cantidad de burbujas en las que est¨¢s atrapado en tu d¨ªa a d¨ªa? La burbuja de las redes, que nos agrupa y a¨ªsla en funci¨®n de nuestros valores y nuestra ideolog¨ªa. La burbuja de los medios de comunicaci¨®n, que elegimos para que refuercen nuestras creencias y nuestra forma de ver el mundo. La burbuja pol¨ªtica, donde corren malos tiempos para las voces libres, no hay lugar para medias tintas y acaban predominando los instintos m¨¢s primarios del ser humano ¡ªconmigo o contra m¨ª, dentro o fuera, me amas o me odias-. O la burbuja de la gran ciudad, donde unos auriculares y la m¨²sica de nuestro grupo favorito y decenas de impersonales franquicias de comida r¨¢pida nos a¨ªslan de todo cuanto acontece a nuestro alrededor. Y, entre tantas burbujas, el miedo y una ¨²nica certeza: ya no nos quedan apenas certezas.
Y, otra pregunta que llevo muchos a?os haci¨¦ndome. ?C¨®mo rompemos estas burbujas? Hace poco fui de viaje con mi amigo vallecano, ?lex. Ambos tuvimos el lujo de compartir tiempo para pensar y reflexionar alrededor de una cerveza (con su tapita correspondiente). ?l me contaba que, despu¨¦s de que cerrasen el gimnasio de su barrio, tuvo que mudarse a una franquicia, y que se sent¨ªa un poco solo entrenando, pues no conoc¨ªa a nadie. Yo, en cambio, le cont¨¦ que en mi gimnasio somos una gran familia, que todos nos conocemos, ayudamos y preocupamos el uno por el otro. Tambi¨¦n le habl¨¦ de algo que me hizo entender muy bien mi amigo Llu¨ªs cuando me invit¨® a su falla de Val¨¨ncia: que all¨ª convive gente de todas las ideolog¨ªas, tendencias y preferencias ling¨¹¨ªsticas¡ Y que, cuando la charanga toca Mediterr¨¤nia de La F¨²miga o Mi gran noche de Raphael no hay diferencias que valgan y todos bailan y r¨ªen al un¨ªsono.
Por eso, he llegado a la conclusi¨®n de que la mejor forma de romper las burbujas que nos a¨ªslan y nos separan es juntarnos con el Otro, el que piensa diferente. Y esto es algo que he aprendido viajando en BlaBlaCar, como buen joven de la Generaci¨®n Z, y que har¨ªa con muchos de nuestros pol¨ªticos: sentarlos en un BlaBla y ense?arles a escuchar qu¨¦ tienen que decir aquellos que piensan diferente, cu¨¢les son sus miedos, sus sue?os y sus anhelos. Seguro que comparten aficiones, que les gusta el buen vino, las canciones de Amaral, la comida oriental o que apoyan al mismo equipo de f¨²tbol. Todos somos responsables de rebajar la tensi¨®n, de volver a vivir a fuego lento ¡ªa fuoco dolce, como dicen los italianos¡ª y sentarnos alrededor de una mesa. Entonces y s¨®lo entonces, reventaremos las burbujas y los algoritmos habr¨¢n perdido.
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