Memoria viva de un Rastro moribundo
De jugar al bal¨®n de ni?o, a las carreras con ¡°los grises¡± en la Transici¨®n. Francisco Colom¨¦, de 74 a?os, hace balance a la sombra del coronavirus
¡°Es la primera vez en mi vida que veo esto as¨ª un domingo¡±. Y son tres cuartos de siglo trabajando y viviendo en estas calles. Aunque no hay un RH espec¨ªfico, por las venas de Francisco Colom¨¦ Pav¨®n debe correr sangre del Rastro. Las restricciones por el coronavirus han obligado a cerrarlo por vez primera en ocho d¨¦cadas.
¡°Yo digo que soy de Madrid, s¨ª, pero del Rastro¡±, se?ala este comerciante nacido el 4 de octubre de 1945 en el n¨²mero 13 de la calle Ribera de Curtidores, unos metros m¨¢s abajo de la castiza plaza de Cascorro. ¡°Vine al mundo en la vivienda de mis padres, en el primer piso, en su habitaci¨®n¡±. Impone el silencio y la tranquilidad que se vive en esta cuesta abajo por la que habitualmente apenas se puede circular en el cierre de la semana.
Colom¨¦ empalma tranquilo casi un cigarro con otro mientras conversa en el interior de su comercio de muebles de la calle de San Cayetano, que es precisamente el patr¨®n del Rastro. Sus labios evocan recuerdos al ritmo de la nube de humo que embriaga la tienda. ¡°?Fumas?¡±. ¡°Yo soy fumador empedernido¡±. Otro pitillo. As¨ª lleva desde los 14 a?os. ¡°En esta calle jug¨¢bamos de ni?os al bal¨®n y a juegos infantiles. Hoy hay m¨¢s tr¨¢fico e inseguridad¡±.
La edad le permite mirar atr¨¢s y recuperar tambi¨¦n los tiempos en plena Transici¨®n en que pandillas de alborotadores se paseaban sembrando el p¨¢nico ¡°con palos y cadenas¡± algunos domingos. Los viandantes y compradores deb¨ªan refugiarse en los portales y comercios como el suyo con la Polic¨ªa, ¡°los grises se llamaban entonces¡±, corriendo porra en mano. ¡°Unos follones tremendos¡±.
Colom¨¦ se sienta en una mesa de madera redonda. Da la espalda al cristal del escaparate de su comercio, Almenara Decoraci¨®n. Apenas pasa gente por San Cayetano. Y el que lo hace lleva bolsas con comida. ¡°Quien lo lea es una mierda¡±, se lee escrito en una pintada con rotulador negro en el exterior de la tienda. Pero no hay destinatarios estos d¨ªas para el infantil mensaje.
Es un domingo raro, rar¨ªsimo, porque hace d¨¦cadas que el barullo de puestos dominicales del m¨¢s popular de los mercadillos madrile?os no se apagaba. Esta cita, que sobrevive al fr¨ªo y al calor, a democracias y dictaduras y a alcaldes y gobiernos de todos los colores, ha sucumbido tambi¨¦n a la pandemia del Covid-19. Ya Lope de Vega y Miguel de Cervantes se refirieron a esta zona de la capital como un mercado de carnes Y Francisco de Quevedo alude a la plaza de Cascorro en unos versos dedicados al Rastro Viejo. Lo recoge Rafael Santana Rodr¨ªguez en su libro ¡°Historia del Rastro de Madrid¡±.
El negocio familiar de los Colom¨¦ ech¨® a andar en 1941, cuando su padre, fallecido en 1991, inaugur¨® la tienda de muebles en el 13 de Ribera de Curtidores, debajo de la vivienda familiar. Hoy la otra sede de Almerana, en manos de otra parte de la familia, aparece cerrada y con el cartel de ¡°se alquila¡±. Pegado con cinta adhesiva el concierto de Zamarbide, la voz del metal argentino, que en la noche de este s¨¢bado deb¨ªa haberse celebrado en la sala Cop¨¦rnico.
Guerra Civil
¡°Mi padre me contaba que en la Guerra Civil tampoco se montaban los puestos. Cuando las bombas lo permit¨ªan se abr¨ªan las tiendas como se pod¨ªa¡±. Ahora, con el cerrojazo impuesto por el Gobierno, ¡°me da pena no tanto por el Rastro como por la situaci¨®n que est¨¢ viviendo el pa¨ªs y de la que nadie tenemos la culpa¡±.
Colom¨¦ no est¨¢ sin embargo especialmente contento y trata de cambiar las cosas desde la asociaci¨®n de comerciantes de la que es miembro y que, como ¨¦l mismo reconoce, languidece. Le gustar¨ªa que las autoridades ¡°lo tuvieran todo m¨¢s bonito, con puestos todos iguales, un punto de informaci¨®n¡ en fin, bonito y atractivo¡±. Pero lo que m¨¢s le ha indignado a este comerciante es lo escrito esta semana en este peri¨®dico por Andr¨¦s Trapiello, que habla de ¡°trasiego de piltrafas¡± para referirse al Rastro.
Asegura que Ikea, el gigante de los muebles sueco llegado a finales de los a?os noventa a Madrid, no les hizo da?o porque ¡°el Rastro siempre ha tenido su clientela especial¡±. Ahora s¨ª que reconoce que se nota un baj¨®n ¡°con la precariedad actual y los pisos de alquiler y tur¨ªsticos¡±. ¡°Como el Decathlon con las tiendas de deporte de toda la vida del Rastro, que mantienen la calidad frente a los que solo quieren unas zapatillas para andar¡±, se defiende.
De sus cuatro hijos, ninguno sigue el negocio. ¡°Tienen afici¨®n al Rastro, pero no devoci¨®n¡±. El tiempo parece detenido, y m¨¢s este domingo, en la tienda de muebles de Almenara Decoraci¨®n. Reina el silencio dentro y fuera del comercio. El bullicio habitual es un espejismo. Colom¨¦ se muestra algo cansado. ¡°Ando medio de retirada¡±. Todos los muebles que le rodean est¨¢n en liquidaci¨®n.
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