Madrid, notas de una reconquista a distancia
Si en el mogoll¨®n aparece un colega, cinco pasos atr¨¢s entre risas y distancia de seguridad en plan ¡°t¨², ni me toques¡±
Nada m¨¢s salir de casa me encuentro a un conocido polic¨ªa de balc¨®n de mi barrio. Va de paisano. En estas calles, la verdad, no ha habido muchas comisar¨ªas de las alturas, pero una noche que volv¨ªa de tirar la basura se encendi¨® sobre m¨ª un enorme foco de luz procedente de la torreta de un sexto piso mientras se me profer¨ªan graves avisos. Me met¨ª en casa corriendo, colorad¨ªsimo de la verg¨¹enza, mientras pensaba en que nunca se tira del todo la basura. Ahora que lo tengo delante pienso que la desescalada, como la apertura gradual de un per¨ªodo de opresi¨®n, traer¨¢ consigo algunas rendiciones de cuentas a esos voluntarios que, entre obedecer y mandar, decidieron las dos cosas. No por mi parte, desde luego; si echo de menos algo en mi vida es ese rencor puntual que te deja a gusto. De hecho, cuando paso a su lado lo saludo, pero el comisario Ventanarejo ni se inmuta, y aunque tampoco le doy muchas vueltas (no me devuelve el saludo ni dios), creo que para ¨¦l ¨¦ramos puntos min¨²sculos a los que disparar por aburrimiento o por responsabilidad, espero sinceramente que por lo segundo: prefiero vivir cerca de un tonto que de un psic¨®pata.
Se entender¨¢ mi euforia cuando en Callao me encuentro a una amiga, me paro con ella y no hablamos del coronavirus. ?Por qu¨¦? Nuestros cuerpos ya han abordado el asunto (no nos besamos, no nos damos la mano, ella lleva mascarilla)
Mi primera impresi¨®n de Madrid ¡ªocho de la tarde, soleada pero no mucho¡ª es que la est¨¢n montando. Como levantar un viejo y familiar decorado y empezar a ponerle los mismos extras de siempre. Hay algo especialmente fastidioso y es que a todos nos pasa lo mismo, y por tanto en cualquier encuentro ¡ªvisual o verbal¡ª est¨¢ impl¨ªcito el tema. Para alguien con un poco de pudor, la situaci¨®n es espantosa. Es un momento de sobreentendidos, de complicidades, de ¡°a ver qu¨¦ pasa¡±. Vivimos dentro de un tema de conversaci¨®n. Por tanto, antes de salir a la calle hay que preparar varios subtemas (familia, pruebas PCR, mascarillas, estado de alarma, alimentaci¨®n) con frases huecas y reconfortantes. Y esa despedida, ¡°cu¨ªdate¡±. Seis semanas despu¨¦s, y cada vez que escucho a alguien decir ¡°cu¨ªdate¡± sigo pensando en que hay problemas de drogas de por medio. Lo bueno es que ahora no te pueden apretar el hombro o darte una palmadita en la espalda.
Se entender¨¢ mi euforia cuando en Callao me encuentro a una amiga, me paro con ella y no hablamos del coronavirus. ?Por qu¨¦? Nuestros cuerpos ya han abordado el asunto (no nos besamos, no nos damos la mano, ella lleva mascarilla) y nosotros nos hemos preguntado a d¨®nde ¨ªbamos de paseo y cu¨¢ndo volv¨ªamos en verano a Galicia. Hasta que nos damos cuenta de que estamos haci¨¦ndonos los interesantes y le pregunto qu¨¦ tal sus padres ¡°con el tema este¡±, rezando para que no me conteste, despu¨¦s de decirme que ella llegar¨¢ a Portonovo en julio, que ¡°precisamente¡± su madre muri¨® ayer. Mi peque?a Meursault.
Pienso en eso, y en m¨¢s cosas, mientras me reconcilio con la ciudad bajando Santo Domingo, callejeando camino a ?pera, llegando a la plaza del Cord¨®n y tomando rumbo err¨¢tico a la Puerta de Toledo a tomar mis notas. Caigo entonces en un fen¨®meno fascinante. Cuando la calle se embotella nos apelotonamos sin reservas, desplaz¨¢ndonos despu¨¦s como una nube de insectos de un lado a otro hasta formar un pelot¨®n compacto que busca las mismas zonas verdes y soleadas. Pero si en el mogoll¨®n aparece un colega, damos cinco pasos atr¨¢s entre risas con la mirada complaciente de los dem¨¢s (¡°?distancia, distancia, se conocen!¡±) en plan ¡°t¨² en concreto ni me toques¡±. Y segu¨ªs el nuevo protocolo ejecut¨¢ndolo perfectamente, de tal forma que, si no te hubieses dado cuenta de que era tu mejor amigo, pudiste haberle comido la boca detr¨¢s de un seto, pero ?ah!, distancia, distancia que te estoy viendo las part¨ªculas desde aqu¨ª.
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