La experiencia personal de ejercer el derecho penal en tiempos de coronavirus
¡°Los casos que han seguido llegando son principalmente asuntos relacionados con la violencia de g¨¦nero y delitos econ¨®micos como robos o estafas a trav¨¦s de Internet¡±, explica el autor
De la noche a la ma?ana se produjo un cambio dr¨¢stico en nuestras vidas. Por suerte, pod¨ªamos contar con la tecnolog¨ªa como nuestra principal aliada durante el confinamiento. ?Se imaginan c¨®mo hubieran sido estos d¨ªas sin m¨®viles, videollamadas e Internet?
Nuestro primer detenido durante el estado de alarma lleg¨® un domingo por la tarde, investigado por una presunta violencia de g¨¦nero. Conseguimos hablar por tel¨¦fono con la comisar¨ªa de Polic¨ªa donde se encontraba nuestro cliente sin ning¨²n impedimento a la hora de respetar los derechos del detenido, salvaguardando en todo momento el derecho de defensa. Se realiz¨® la entrevista reservada y, posteriormente, este fue llevado al Juzgado de Guardia, evitando as¨ª la cl¨¢sica noche en comisar¨ªa.
En la vista donde defendimos su inocencia para proteger su libertad se tomaron todas las medidas sanitarias posibles. En el aspecto jur¨ªdico, el fiscal entendi¨® la existencia, por parte de la denunciante, de un ¨¢nimo espurio econ¨®mico para quedarse el piso durante el estado de alarma, por lo que el juez deneg¨® la orden de alejamiento pese a la oposici¨®n de la acusaci¨®n particular.
Es cierto que, en el ¨¢mbito profesional, las asistencias penales se han reducido en m¨¢s de un 80% y los casos que han seguido llegando a los despachos son principalmente asuntos relacionados con la violencia de g¨¦nero y delitos econ¨®micos como robos o estafas a trav¨¦s de Internet. Sin embargo, la llegada del coronavirus nos ha permitido compartir un tiempo necesario con nuestras familias.
En mi caso concreto, he aprovechado para reencontrarme en casa como nunca hab¨ªa podido aprovechar con anterioridad por motivos laborales, como mi inexistente baja por paternidad. Poder desacelerar y acostar o despertar a nuestros hijos, preparar el desayuno, ayudar con el almuerzo e incluso encargarme de la siesta, han sido momentos que, en condiciones normales, probablemente no hubiera podido vivir.
He aprovechado para reencontrarme en casa como nunca hab¨ªa podido aprovechar con anterioridad por motivos laborales
A pesar de la terrible situaci¨®n y de la incertidumbre, no puedo evitar agradecer el haber aprendido a valorar a¨²n m¨¢s la felicidad, el tesoro y el amor que nos regalan los hijos. Seguramente, muchos hayamos comenzado a entender las sabias palabras de nuestros padres y abuelos, as¨ª como la verdadera escala de valores de la vida.
Lo m¨¢s seguro ser¨¢ que el post-confinamiento nos vaya acelerarando poco a poco, hasta llegar a la velocidad a la que est¨¢bamos acostumbrados antes de estar encerrados y teletrabajar. Sin embargo, tras tanto sufrimiento e igual cantidad de muestras de solidaridad, tal vez recordemos que lo verdaderamente valioso en la vida no tiene precio.
Ahora que hemos sido privados de poder ver libremente a nuestra familia y de abrazar a nuestros allegados, tal vez valoremos cosas que antes no ten¨ªan excesiva importancia. Quiz¨¢ ahora veamos que la humanidad no entiende de fronteras y que las cosas importantes de la vida ya no las podemos volver a dar por sentadas.
Juan Gonzalo Ospina es abogado penalista en Madrid
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