La naturaleza humana vuelve a la Casa de Campo
El Ayuntamiento abre el acceso al gran parque de Madrid con la entrada en la fase 1 y un aluvi¨®n de bicicletas, corredores, paseantes, perros y patinadores celebran la recuperaci¨®n del pulm¨®n madrile?o
¡°Aviso de hombre desnudo caminando junto a las v¨ªas del tren, en la entrada por Pozuelo¡±. La radio interrumpe el descanso de los dos agentes motorizados, que han parado unos minutos en su ronda por la Casa de Campo el d¨ªa en que la tranquilidad huy¨® de la naturaleza por un pelot¨®n de vecinos deseosos de recuperar su normalidad. Han patrullado m¨¢s de dos meses por un bosque vac¨ªo y este lunes, primer d¨ªa de la fase 1 en Madrid, el aluvi¨®n de humanidad convierte este para¨ªso urbano en parque. Durante sus rondas han localizado los nidos de milanos, autillos y c¨¢rabos, se han cruzado con los zorros y han esquivado a los conejos.
Han sido los privilegiados que han disfrutado de una primavera desbordante, que ha comido bancos y mesas, que se ha adue?ado de los caminos y que ya se ha extinguido. Ya no est¨¢ el verde chill¨®n, ahora es turno de las praderas agostadas. ¡°Deber¨ªamos aprender de esta experiencia y cerrarla unas semanas al a?o, coincidiendo con el periodo de cr¨ªa de los animales¡±, cuenta uno de los agentes, que reclama una regulaci¨®n para controlar la presi¨®n social sobre este espacio ¨²nico en Europa. Y no duda en pedir el cierre total del tr¨¢fico, a pesar de los bares del lago.
La carretera que va hacia Somosaguas es una riada de bicicletas, corredores, paseantes, perros y patinadores. La distancia de seguridad la dejar¨¢n, quiz¨¢, para ma?ana, hoy la alegr¨ªa desborda los requisitos contra el contagio. Tampoco est¨¢n los pastores y las ovejas, que la abandonaron hace un par de semanas. En su lugar ha vuelto el rumor del tr¨¢fico que rodea las casi 1.800 hect¨¢reas de masa forestal y una pregunta: ?cu¨¢nto tardar¨¢ en desaparecer ese azul n¨ªtido del horizonte? ?La fase 2 ser¨¢ inaugurada con boina de CO2?
Un poco de perspectiva
La Casa de Campo es un lugar para tomar perspectiva y ubicarse. ¡°Es un sitio de salud¡±, dice Luisa Borreguero, que piensa que la pandemia ha sido un enga?o para acabar con los ancianos, que ¡°han muerto de pena¡±. ¡°Lo que quieren es tenernos ignorantes y enfermas¡±, sostiene. Va a apurar su paseo de tres horas y no evita el alto donde el telef¨¦rico tiene su parada. Ense?¨® a su madre, con 40 a?os, a montar en bici, aprendi¨® a nadar en la piscina del Lago y reconoce un v¨ªnculo entre su memoria y la del bosque.
En la fase 0, la ciudad parec¨ªa haberse alejado de la Casa de Campo, que vivi¨® su fase plet¨®rica con la cuarentena de los humanos. Han sido 10 semanas ins¨®litas desde que la Rep¨²blica, hace casi 90 a?os, acabara con el aforo limitado a los monarcas para entreg¨¢rselo a los vecinos de la ciudad. ¡°Limpia la ciudad de sus humos. Es un sumidero de CO2¡±, comenta Alejandro Piera en un alto de su paseo. Son las ocho de la ma?ana y acaba de serpentear, con su bici de pi?¨®n fijo, por unas rampas que asustan. Dice que va ¡°haciendo la culebrilla¡± hasta llegar al alto. Estudi¨® Ciencias Ambientales y si por ¨¦l fuera, cerrar¨ªa Madrid al tr¨¢fico. Es de los pocos madrugadores que se han acercado a estrenar el parque con mascarilla. Antes de continuar con su camino encuadra en la c¨¢mara de su smartphone las sombras inconfundibles del Edificio Espa?a y la Torre de Madrid al amanecer. Las ramas de los pinos que los enmarcan rematan la foto.
Aunque el viento que mueve las ramas de los ¨¢rboles, los cencerros de los animales y los juegos y ri?as de los p¨¢jaros se encargan de que el campo siempre tenga algo que decir, la fase avisa de que todo ha sido un espejismo. El sol ha empezado a despuntar y pasa un hombre con patines. Se va a dar una buena paliza camino del Cerro Garabitas, el cerro m¨¢s alto del lugar (677 metros de altitud), desde donde el ej¨¦rcito franquista desangr¨® la ciudad durante tres a?os, sin dejar pasar la Nochevieja de 1936: los artilleros cargaron contra la Puerta del Sol, abarrotada.
Hoy el hito sangriento ha sido resignificado con una torre de vigilancia contra los incendios. Una pareja de corredores han conquistado la cima y dan los buenos d¨ªas. ¡°Estamos de celebraci¨®n: esto es un reestreno¡±, dice uno de ellos. Otra corredora llega tarde, se ha pasado de tiempo y le espera su casa con su hijo y su trabajo. El cuento de la conciliaci¨®n no estropea la alegr¨ªa y las ganas de retorcer los cuerpos y hacerles sudar por los caminos perdidos de este paraje, que ha descansado unos d¨ªas de la especie que amenaza su existencia.
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