Fuego en el Manzanares
La colonia del Manzanares, formada originalmente por 241 viviendas unifamiliares, se construy¨® en 1929 entre la margen derecha del r¨ªo y la Casa de Campo.
En la parte central de la Plaza de la Meseta hay dos mesas rodeadas por bancos, una farola y siete ¨¢rboles, entre cipreses y otras con¨ªferas. M¨¢s all¨¢ de la calzada que la rodea, hay un buz¨®n amarillo y, aparcado, un coche con un cepo en una de sus ruedas traseras. Si se levanta la vista en direcci¨®n al r¨ªo, se divisar¨¢n las torres de la calle Pintor Rosales y, m¨¢s arriba, el Faro de Moncloa. Si la mirada se enfoca siguiendo la calle Pen¨ªnsula, terminar¨¢ en la Casa de Campo. Pero el silencio y la quietud del lugar se ver¨¢n interrumpidos por el continuo pasar de veh¨ªculos en la M-30. En apenas 100 metros, la vida transcurre a dos velocidades muy distintas.
La colonia del Manzanares se construy¨® en 1929. Ubicada en el distrito Moncloa-Aravaca, a 3,7 kil¨®metros de la Puerta del Sol, se sit¨²a entre la margen derecha del r¨ªo y la Casa de Campo. Originalmente la formaban 241 viviendas unifamiliares. ¡°Estaban destinadas a los trabajadores del Palacio Real y luego, al quedar viviendas libres, vinieron ferroviarios y tranviarios, que ten¨ªan muy cerca el lugar de trabajo¡±, cuenta Eusebio Mart¨ªn (Madrid, 74 a?os), sentado en el porche de su casa. Eusebio es funcionario jubilado. Se?ala que las casas originales son las de una ¨²nica altura. ¡°Durante la Guerra Civil esto fue primera l¨ªnea del frente y muchas de las casas quedaron derrumbadas, hasta el punto de que la reconstrucci¨®n corri¨® a cargo de la Direcci¨®n General de Regiones Devastadas. Se opt¨® por un tejado de terraza, m¨¢s barato, en lugar del original, que era a dos aguas¡±.
Lo que s¨ª permanece intacto desde el origen es la verja verde que delimita su casa y que a¨²n tiene marcas de metralla. Es la misma valla que la de su vecino Eladio Dom¨ªnguez (79 a?os, Madrid). A Eladio, mec¨¢nico jubilado, lo trajeron a esta casa ¡°con cuatro d¨ªas¡±. Viv¨ªan nueve personas en 46 metros cuadrados. ¡°Nos apa?¨¢bamos como pod¨ªamos¡±. Ambos recuerdan bajar a ba?arse al Manzanares. Y destacan la relaci¨®n de la colonia con el agua y la humedad: ¡°esto era una isla del r¨ªo. En verano agradecemos estar a unos grados menos, pero en invierno pagamos el pato¡±.
La mayor parte de las calles de la colonia tienen nombres de accidentes geogr¨¢ficos. En la noche del 23 al 24 de junio, la actividad se concentra a ambos extremos de la calle Manantial. En uno, se instalan un par de mesas con tortillas de patata, salmorejo, ensaladas o chistorra. En el otro, el m¨²sico Toni Zenet (M¨¢laga, 53 a?os) prepara una peque?a hoguera. De un lado a otro corren los ni?os, nerviosos, a la espera de que la encienda.
La gente ha descubierto c¨®mo vivir en el centro de Madrid como si fuera un puebloVirginia Dom¨ªnguez
Tambi¨¦n espera Asunci¨®n Gonz¨¢lez (81 a?os, Madrid). Lo hace en una silla de ruedas, escuchando a trav¨¦s del m¨®vil una canci¨®n que ha compuesto su nieto, estudiante de m¨²sica en Barcelona. La canci¨®n se llama A tiempo de hoy. Ante el temor de que la grabadora la recoja, su hija Rebeca (53 a?os) avisa: ¡°No est¨¢ registrada¡±. Eso es confianza. Y amor de madre.
En la puerta de su casa, en pijama y escoba en mano, recibe Virginia Dom¨ªnguez (71 a?os, Madrid), ceramista jubilada que trabaja con personas con discapacidad. Viuda del artista S¨¢nchez R¨ªos. Es una mujer de verbo r¨¢pido y ¨¢gil. Dice haber envejecido ¡°300 a?os¡± durante el confinamiento. Constata que se est¨¢ produciendo un relevo generacional: ¡°la gente ha descubierto c¨®mo vivir en el centro de Madrid como si fuera un pueblo¡±. Varias parejas j¨®venes con hijos se han instalado en los ¨²ltimos a?os en la colonia. Al tratarse de casas protegidas, conseguir la licencia puede llevar m¨¢s tiempo que la obra de reforma, pero la gesti¨®n contempor¨¢nea de los espacios permite generar sensaci¨®n de amplitud.
Dos chicas llaman a la puerta de Virginia.
-¡±Disculpe, ?este gato es suyo?¡°
-¡±S¨ª, es Col¨®n, es que le encanta salir de noche y alternar con gente joven¡±.
El nombre de Col¨®n, por cierto, le viene porque se col¨® en casa. Que no est¨¢ la cosa para malentendidos.
Cae la noche y prende el fuego. Todos portan las mascarillas de tela y algod¨®n que ha creado su vecina Gavina Ligas (Tur¨ªn, 51 a?os). Los ni?os corren y saltan en paralelo a las llamas, midiendo sus posibilidades de lograrlo. La hoguera es, en realidad, una bandeja en la que arden peque?os trozos de madera. Olaia, un retaco nervioso de cinco a?os, prepara con pasi¨®n el momento decisivo yendo de lado a lado. Pero ese momento, al menos este a?o, no llegar¨¢. La Polic¨ªa Nacional hace acto de presencia y hay que apagar el fuego. Olaia no entiende nada. Otra muesca m¨¢s para a?adirle a este 2020 tan extra?o.
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