Los aut¨¦nticos macarras madrile?os
Un libro de I?aki Dom¨ªnguez investiga la figura de elementos callejeros y marginales de la ciudad
El macarra aut¨®ctono espa?ol es un colectivo en peligro de extinci¨®n que tambi¨¦n merece ser visibilizado. Ese personaje barrial, al borde de la marginalidad, criado en parques, descampados, garitos, callejones, en un h¨¢bitat de ladrillo visto y toldo verde botella. Y el macarra m¨¢s macarra es el castizo macarra madrile?o, tal y como ha investigado el fil¨®sofo y antrop¨®logo I?aki Dom¨ªnguez en su reciente libro Macarras interseculares. Una historia de Madrid a trav¨¦s de sus mitos callejeros (Melusina).
El t¨¦rmino viene del franc¨¦s maquereau, algo as¨ª como proxeneta, pero finalmente acab¨® populariz¨¢ndose para designar a cualquier personaje callejero adicto a la mala vida. ¡°Los primeros macarras madrile?os son hijos del desarrollismo franquista, cuando se industrializa la ciudad y se forman los barrios obreros, muy precarios, a base de bloques, descampados y chabolas¡±, explica Dom¨ªnguez, que tambi¨¦n se?ala el factor de la influencia del cine estadounidense y las bandas que all¨ª se mostraban. ¡°West Side Story, sin ir m¨¢s lejos, fue inspiraci¨®n para algunas de las primeras bandas madrile?as, como los Ojos Negros de Legazpi o los Trompas de Vallecas, que operaron en los a?os 60 y 70¡±. El cine quinqui de autores como Eloy de la Iglesia o Jos¨¦ Antonio de la Loma fue el m¨¢s fiel reflejo cinematogr¨¢fico del macarreo barrial de aquellas d¨¦cadas.
Como todo, el macarreo madrile?o fue evolucionando y adoptando nuevas formas en las expresiones de la cultura hip hop, nacida en las poblaciones perif¨¦ricas, sobre en torno a la base estadounidense de Torrej¨®n de Ardoz, los punks, los rockers, los bakalas o en el auge de los skinheads neonazis de los 90 (con sedes en la llamada plaza de los Cubos, situada en la calle Princesa, o el parque de Arriaga). Durante los a?os 60 se vivi¨® un ambiente de libertinaje en la llamada Costa Fleming, que se tend¨ªa a lo largo de la calle Dr. Fleming, paralela a la Castellana. Zona de nightclubs y bares de alterne que frecuentaban los soldados estadounidenses, que se mezclaban con la gente popular nativa. En su lado oscuro, juego, striptease, polis corruptos y prostituci¨®n, seg¨²n indica Dom¨ªnguez.
Los primeros macarras madrile?os son hijos del desarrollismo franquista, cuando se industrializa la ciudad y se forman los barrios obreros, muy precarios, a base de bloques, descampados y chabolasI?aki Dom¨ªnguez, antrop¨®logo
Para esta obra, el autor ha buceado en la jungla del asfalto y entrevistado a las fuentes primarias: aut¨¦nticos macarras resistentes o ex macarras de otras ¨¦pocas. Algunos se han reformado, otros siguen en el lado salvaje de la vida. Dominguez llega hasta a introducirse en un narcopiso en la ahora gentrificada pero antes muy macarra Malasa?a. Reconoce que en los testimonios de sus macarras puede haber algo de ¨¦pica, exageraci¨®n o fantas¨ªa, la propia deformaci¨®n de la memoria en busca del hero¨ªsmo, pero tambi¨¦n le interesan esas mutaciones del relato. Cuenta tambi¨¦n con algunos entrevistados conocidos: el rapero neoquinqui de Moratalaz El Coleta o los fot¨®grafos amacarrados Alberto Garc¨ªa Alix o Miguel Trillo.
Llama la atenci¨®n el fen¨®meno de los pijos macarras, los pijos malos, como es el caso de la Panda del Moco, que transitaba por el VIPS del Paseo de la Habana o por discotecas como Pach¨¢ o Attica, en los a?os 80. Robos, palizas, chanchullos, coches quemados¡ Hab¨ªa quien se vest¨ªa de pijo siendo obrero, porque lo importante entonces no era parecer malo sino aparentar riqueza. ¡°Los pijos malos eran muy malos, las balas perdidas de las familias bien, pero siempre sab¨ªan que, al final, pap¨¢ les iba a sacar de los problemas¡±, explica el autor. Fueron el precedente de otra banda muy famosa en la ciudad: los Miami.
Lugares hoy apacibles como el barrio de Chamber¨ª o la Plaza de Olavide fueron en otras ¨¦pocas h¨¢bitat de delincuencia y macarreo, sobre todo relacionada con la epidemia de la hero¨ªna. ¡°Todav¨ªa hoy en d¨ªa, si sabes mirar, puedes encontrar lo que queda de toda aquella ¨¦poca¡±, asegura el autor, que ya hab¨ªa tratado temas similares en obras anteriores como Sociolog¨ªa del moderneo o Signo de los tiempos (sobre elementos contraculturales de los a?os 60), ambos publicados tambi¨¦n por Melusina.
Hoy en d¨ªa el aut¨¦ntico macarreo callejero castizo, no prolifera tanto, ¡°tal vez por la urbanizaci¨®n de los barrios perif¨¦ricos, y eso que la clase media ha ca¨ªdo estrepitosamente¡±, dice Dom¨ªnguez. Eso s¨ª, la est¨¦tica macarra se ha extendido a lo mainstream y ha sido adoptada por artistas como Rosal¨ªa o C. Tangana, por citar a dos entre miles que quieren ser malotes. En la ciudad de Madrid eso no es nada nuevo, ya entre los s. XVIII y XIX se produjo el fen¨®meno del majismo, es decir, la tendencia de los arist¨®cratas a emular la pintoresca conducta y el atuendo de los majos y las majas, de las clases populares. ¡°A m¨ª no me parece mal que haya esa ¡®apropiaci¨®n cultural¡±, concluye Dom¨ªnguez, ¡°la cultura siempre tiende a diseminarse lo m¨¢s ampliamente posible¡±.
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