Menudo verano
Extra?¨¢bamos nuestro d¨ªa a d¨ªa pero no es sencillo volver al pasado porque la normalidad, no la nueva normalidad, la otra, la vieja, la que anhelamos, resulta que est¨¢ en coma

Qu¨¦ vacaciones tan raras estas, con un mont¨®n de gente sin covid-19 que hubiera querido no ya irse a la playa sino poder salir de casa o, aunque sea, pagar el alquiler, la letra de la hipoteca, la luz o/y el agua.
Qu¨¦ vacaciones tan extra?as estas en las que, pese a no tener los bolsillos en n¨²meros rojos, hay personas a las que les ha faltado la salud o el ¨¢nimo y no han tenido fuerzas ni para abandonar su cama.
Qu¨¦ vacaciones tan raras estas en las que los hay que han querido y podido moverse pero el miedo ha provocado que, como mucho, hayan dado vueltas a la manzana.
Qu¨¦ vacaciones tan raras estas en las que, aunque el coronavirus no entienda de fronteras, en algunas partes del pa¨ªs se ha celebrado hasta con champ¨¢n legada de turistas, pero en otras se han llenado de barricadas las calles porque lo que ven¨ªan eran inmigrantes.
Esta pandemia maldita nos ha arrebatado la capacidad de imaginarnos haciendo algo en alg¨²n lugar en unos meses o en unas semanas
La tele nos ha ense?ado im¨¢genes de aeropuertos en pleno mes de julio a medio gas. Tambi¨¦n hemos escuchado declaraciones de viajeros contrariados al enterarse de que si iban al Reino Unido, tendr¨ªan que pasar catorce d¨ªas encerrados porque Espa?a no dejaba de escalar puestos en el ranking europeo de contagiados. Hemos visto, con distancia o sobre el terreno, playas divididas con cuerdas azules para que el contacto entre quienes plantaban la toalla sobre la arena no superara los dos metros y mesetarios con sed de mar paseando por la orilla con bikini y mascarilla.
Personalmente, hasta el final he dudado entre cogerme los d¨ªas de asueto lo antes posible, por si m¨¢s adelante nos tocaba quedarnos de nuevo confinados , o esperar a despu¨¦s, no fuera a ser que en septiembre u octubre ¡°la cosa mejorara¡±. Quedarse en la Comunidad, con su habitual derroche de calor seco y temperaturas desatadas ha acabado por ser la opci¨®n o el imperativo vital de un mont¨®n de madrile?os. Este a?o, sin las fiestas patronales de la Latina ni de Lavapi¨¦s en el horizonte capitalino ni en ninguno de sus municipios, sin casetas ni reencuentros ni m¨²sica en las plazas ni risas por todas partes. Nada.
Esta pandemia maldita nos ha arrebatado la capacidad de imaginarnos haciendo algo en alg¨²n lugar en unos meses o en unas semanas. Nos ha quitado muchos de los quehaceres cotidianos, incluso los m¨¢s tediosos. Se ha llevado el paisaje humano y de costumbres que ten¨ªamos delante y al que no prest¨¢bamos atenci¨®n por ser cotidiano.
Debo admitir que, mientras estuvimos confinados, yo no ech¨¦ de menos tanto viajar a lugares paradis¨ªacos como poder ver a mis amigas en el bar al que solemos ir a comer el men¨² del d¨ªa los s¨¢bados y a mi familia. Y luego, cuando pudimos, estuve un mont¨®n de tiempo sin verlas, por si acaso enferm¨¢bamos. Creo que, en general, extra?¨¢bamos nuestro d¨ªa a d¨ªa pero no es sencillo volver al pasado porque la normalidad, no la nueva normalidad, la otra, la vieja, la que anhelamos, resulta que est¨¢ en coma. Y ya no nos podemos reunir como queramos ni cuantos queramos. Y chocamos los codos, en lugar de estrecharnos las manos, o darnos besos y abrazos. Acostumbrarse a esto ser¨¢ complicado.
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