Los trabajadores de la nueva frontera invisible de Madrid: ¡°?Y si hubieran confinado solo las zonas pudientes?¡±
Los empleados que se mueven por trabajo a otras zonas de Madrid sin restricciones dudan de las medidas para frenar la segunda ola
![Un polic¨ªa habla con un hombre en un control aleatorio en Puente de Vallecas, este lunes.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/OJ42TEHEMRGLLN6IKLNBWVD5DA.jpg?auth=8725fd72fbf5956147ed4033ab0dac677cb7dd26480bfa279396eb20f3ba49bf&width=414)
Lleg¨® el d¨ªa en el que los trabajadores de los barrios confinados de Madrid cruzaron la frontera invisible que las autoridades han levantado para tratar de frenar la pandemia. Despu¨¦s de coger el metro o el autob¨²s, de repente, llegaban a un lugar de su misma ciudad, a veces a solo unos cientos de metros, donde la movilidad no est¨¢ restringida. En los alrededores de su casa la polic¨ªa puede pararlos, pero aqu¨ª, en su ¨¢rea de trabajo, tienen libertad de movimientos. Rafael, cartero de profesi¨®n, algo que salta a la vista vi¨¦ndole recorrer una calle vestido de amarillo canario y arrastrando un carrito, enarca las cejas cuando se le pregunta por este d¨ªa tan extra?o.
Esta ma?ana sali¨® de su casa en el barrio de La Elipa. Vive frente a la escultura del drag¨®n. Esperaba encontrarse alg¨²n tipo de ret¨¦n camino del barrio de Chamber¨ª, un paso fronterizo, un check point. No se top¨® con nada. Le dio la sensaci¨®n de que la realidad espa?ola convive en varios planos que, a veces, no convergen. Eso no ha hecho m¨¢s que aumentar sus dudas. ¡°Todo lo que nos ocurre es muy ambiguo, no hay certezas de nada. Los ciudadanos nos hemos quedado sin capacidad de entendimiento¡±, se explica mientras mete la correspondencia en los buzones.
Cree que se puede argumentar que el confinamiento por zonas es clasista. Pero tambi¨¦n se puede argumentar lo contrario. ?Y si hubieran confinado las zonas m¨¢s pudientes y dejado libres las menos? Se podr¨ªa esgrimir que a unos los protegen, mientras a los otros los mandan al matadero. ¡°La injusticia ha existido siempre, no la ha tra¨ªdo la covid. Los que hemos crecido en un barrio llevamos esa reflexi¨®n y esa cr¨ªtica hacia todo lo que nos ocurre. Somos muy conscientes de nuestro encaje en el mundo. Nunca vamos a tragar porque s¨ª, vamos a cuestionarnos estas medidas¡±, contin¨²a. Al instante, llama al telefonillo de un edificio. Contesta una mujer. ?l dice:
-Soy el cartero, traigo un paquetito para Alicia Fern¨¢ndez.
La puerta se abre como por arte de magia. Carga al cuello una maquinita donde registra todas las entregas, solo con el nombre y el DNI, sin necesidad de una firma. El contacto humano se ha limitado. En la oscuridad del pasillo, un brillo le recorre los ojos: ¡°Esta es la tercera guerra mundial que est¨¢bamos esperando. Ahora se muere de una manera no tan obvia¡±. El cartero con alma de fil¨®sofo sube las escaleras en busca de Alicia Fern¨¢ndez.
![Martha S¨¢nchez se desplaz¨® este lunes de un barrio confinado a uno sin problemas de movilidad para trabajar.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/NPFFAECH5VDA3H6UEKRR4YCPZM.jpg?auth=a38618b5689ccf1adaab06559f279539d92a33bce1303d55ea206a302461bfa3&width=414)
El d¨ªa est¨¢ lleno de preguntas porque hay m¨¢s dudas que certezas. ¡°?No ser¨¢ que los de las zonas confinadas trabajamos m¨¢s de cara al p¨²blico y por eso nos contagiamos m¨¢s? No le veo otra explicaci¨®n¡±, cuestiona Martha S¨¢nchez, de 38 a?os, dependienta de un local de comida preparada. Huele a nuevo porque acaban de abrir. Su jefe le redact¨® un permiso en Word que lleva en el m¨®vil por si alguien la para de camino al barrio de Chamber¨ª, pero tampoco se encontr¨® con impedimentos. Ella dice que se cuida mucho, que en todo el fin de semana no ha pisado la calle, pero ve normal que se vaya a trabajar: ¡°?Nos vamos a un ERTE o al paro? ?Y... cuando se acabe el paro? Hay que convivir con la enfermedad porque no se ha encontrado la vacuna, no nos queda otra¡±.
Las medidas afectan al 13% de la poblaci¨®n madrile?a (877.000 personas). Mar¨ªa, una cuidadora de ni?os hondure?a, entr¨® esta ma?ana al Metro, como acostumbra entre semana. En los tornos se dio de bruces con la polic¨ªa, que le pidi¨® el salvoconducto de movilidad. Ense?¨® con mucho desparpajo un documento que le hab¨ªan escrito los padres del ni?o de cuatro a?os que cuida. Los polic¨ªas, en cuanto lo vieron, le dijeron que eso podr¨ªa haberlo escrito ella misma, que necesitaba rellenar un documento oficial. Volvi¨® a la calle, nerviosa porque no iba a llegar a la hora. ?Qu¨¦ hacer? Agarr¨® un taxi. Obst¨¢culo evitado.
A unos metros de ah¨ª, el ruido ensordecedor de una taladradora. Un operario limpia todo lo que suelta esa m¨¢quina infernal. No es otro que Noe Gonz¨¢lez, de origen dominicano. ¡°Esto no vale para nada¡±, dice sobre las medidas. Si hay movilidad, razona, el virus andar¨¢ de aqu¨ª para all¨¢. ¡°Yo mandaba a la cuarentena a todo el mundo¡±, decreta sin ambig¨¹edades.
![El dominicano Fredy, durante su jornada laboral en Sol.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5EHDUPIYBJGUTIW5USR5GA5NP4.jpeg?auth=62dc150a7bcfe8b47b71dca3c65275012bb108f905f78d931acc1bbf3dd90145&width=414)
En el centro de todo, a 40 pasos de donde el presidente Pedro S¨¢nchez y de la presidenta Isabel D¨ªaz Ayuso se reunieron, hay un tipo de 48 a?os que huele el oro a distancia, como un guepardo a una gacela en la sabana. ¡°Tengo buen olfato¡±, dice. El dominicano Fredy trabaja desde hace 10 a?os como hombre-anuncio en la Puerta del Sol. Enfundado en vaqueros, sudadera de manga larga roja y botas de monta?a, lleva m¨¢s protecci¨®n encima que un todopoderoso jefe de Gobierno. Poca broma. Una gorra roja, unos guantes negros, una mascarilla de doble capa y, por si fuera poco, una m¨¢scara de metacrilato. Si el coronavirus osara entrar en su cuerpo, no ser¨ªa por despiste, sino por empe?o. ¡°Lo que esta haciendo esta gente [con la decisi¨®n de limitar la movilidad] es una charlataner¨ªa¡±.
Fredy anda molesto con las decisiones pol¨ªticas. ¡°Esto no tiene ning¨²n sentido, que no. Si uno coge el bicho en un punto y viene a otro, lo van a coger todos. Si quieren confinar, que confinen Espa?a entera y se acab¨®. Punto¡±. Fredy tambi¨¦n anda cabreado porque no entiende c¨®mo ¨¦l s¨ª puede venir a la Puerta del Sol a trabajar, pero luego no puede regresar a media tarde a pasear con su esposa y su hijo. Es uno de los miles de vallecanos afectados. Suena raro, pero as¨ª est¨¢ plasmado. La estatua del oso y el madro?o no existir¨¢ para miles de madrile?os durante 14 d¨ªas. Si a esto le sumas que se le ha escapado una se?ora con 200 gramos de oro en medallas, anillos y collares, la ma?ana va de mal en peor. ¡°El dependiente le ofreci¨® 7.350 euros y ella ha dicho que no¡±, observa con la mirada apuntando a una cafeter¨ªa. ¡°Y ah¨ª est¨¢, sentada, desayunando¡±.
- Huele bien el oro.
- La gente te tira a la vista, tengo olfato. Son muchos a?os.
El centro de Madrid est¨¢ raro. Vive en una contradicci¨®n. Se necesita un papel para que los trabajadores del extrarradio vengan al Barrio de las Letras a vender zapatos y, en cambio, luego no puedan regresar como clientes a comprarlos. ¡°?C¨®mo se maneja esto? Es lo il¨®gico¡±. Lina Llanes pasa el plumero por una zapater¨ªa de la calle de Atocha a media ma?ana. Vino de Venezuela hace tres a?os. Dice que le sorprendi¨® el orden de Madrid. ¡°Aqu¨ª parece que todo funciona¡±. Los espa?oles, en cambio, piensan todo lo contrario.
Llanes, con 28 a?os, estudi¨® Econom¨ªa. Anuncia, entre botines y deportivas, que las perspectivas no son nada buenas. Apenas se vende. No hay turistas. No hay trasiego. No hay dinero. Ella, mientras tanto, se mantiene informada. Lee varios diarios antes de dormir, en su piso de alquiler, en Carabanchel, con su marido. ¡°Es publicista, pero tambi¨¦n trabaja como empleado de otra tienda de zapatos¡±. Anoche recibieron una llamada inesperada. Unos familiares que viven en Portugal se asustaron al ver las noticias:
- ?Ma?ana ten¨¦is confinamiento?
- No, no es exactamente eso- les dijo.
Hoy lo tiene un poco m¨¢s claro. ¡°Qu¨¦ dif¨ªcil es explicar esto¡±.
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