C¨®mo salvar a Gald¨®s para la posteridad: de la aniquilaci¨®n al reconocimiento
Los enemigos pol¨ªticos y unos herederos literarios dispuestos a matar al padre han destrozado el legado de Gald¨®s en el siglo XX. El XXI debe servir para ser colocado en el lugar que merece
Don Benito, el garbancero¡ Ha sido la frase que m¨¢s se ha utilizado para minusvalorar a Gald¨®s en el siglo XX. Su autor, Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n. Sus voceros, buena parte de generaciones posteriores, quiz¨¢s acogotadas por cierto complejo de inferioridad ante su obra, conscientes, quiz¨¢s, de que despu¨¦s de Cervantes y ¨¦l, no ha habido hueco en Espa?a a¨²n para nadie de su talla.
Pero tampoco es culpa de Valle-Incl¨¢n el modo en que aquello se ha ido repitiendo como un lugar com¨²n mal¨¦volo. Si en vez de la famosa frase, la posteridad hubiera elegido otras tantas del mismo autor, nuestr...
Don Benito, el garbancero¡ Ha sido la frase que m¨¢s se ha utilizado para minusvalorar a Gald¨®s en el siglo XX. Su autor, Ram¨®n Mar¨ªa del Valle-Incl¨¢n. Sus voceros, buena parte de generaciones posteriores, quiz¨¢s acogotadas por cierto complejo de inferioridad ante su obra, conscientes, quiz¨¢s, de que despu¨¦s de Cervantes y ¨¦l, no ha habido hueco en Espa?a a¨²n para nadie de su talla.
Pero tampoco es culpa de Valle-Incl¨¢n el modo en que aquello se ha ido repitiendo como un lugar com¨²n mal¨¦volo. Si en vez de la famosa frase, la posteridad hubiera elegido otras tantas del mismo autor, nuestra consideraci¨®n ser¨ªa sin duda distinta. Por ejemplo, ¨¦sta: ¡°Me inclino ante el maestro, que, sin ning¨²n demonio familiar y s¨®lo con los sentidos perecederos crea la obra inmortal¡±.
Lo escribe Valle-Incl¨¢n a prop¨®sito de la cuarta serie de los Episodios nacionales. ?Por qu¨¦ insistir entonces en lo de Don Benito, el garbancero?
Tres frentes ha tenido que sufrir Gald¨®s cara a la posteridad. Primero, el de una muy intensa carga de car¨¢cter pol¨ªtico con munici¨®n en vida lanzada sistem¨¢ticamente desde sectores conservadores que demonizaron sus novelas o su teatro y boicotearon con campa?as iracundas reconocimientos internacionales como el Premio Nobel.
La segunda trinchera desde la que se le ha disparado ha sido la de los suyos, es decir, la literaria. La generaci¨®n inmediatamente posterior, la del 98, mantuvo con ¨¦l una relaci¨®n que fluctuaba entre la admiraci¨®n rendida y la distancia. Lo reivindic¨® vivamente Azor¨ªn, tambi¨¦n lo hicieron Valle-Incl¨¢n y Antonio Machado. Unamuno se mov¨ªa en una extra?a ambig¨¹edad m¨¢s tirante que proclive, como cuenta el cr¨ªtico Germ¨¢n Gull¨®n, que acaba de sacar a la venta una rigurosa y brillante biograf¨ªa de Gald¨®s.
Pero quienes m¨¢s han contribuido a su desprestigio han sido los novelistas de posguerra, de Cela, que lo ningune¨®, hasta Juan Benet, que fue cruel con su legado, provocando una especie de cintur¨®n sanitario de prevenci¨®n muy da?ino. Como si leer a Gald¨®s con la naturalidad que los ingleses abordan a Dickens y los franceses a Balzac, fuese un atraso.
La generaci¨®n de la transici¨®n inici¨® una recuperaci¨®n de su figura, su estilo, su enjundia y su vital importancia en la Historia. Especialmente Antonio Mu?oz Molina y Almudena Grandes. Pero la diatriba sobre su lugar en las letras dura hasta hoy y el a?o de su centenario ha avivado el debate de su influencia con pol¨¦micas espont¨¢neas entre autores destacados, como el propio Mu?oz Molina y Almudena Grandes ¨Csiempre a favor- con Javier Cercas ¨Ctampoco radicalmente en contra, pero s¨ª en la onda de restarle importancia-, en la que tambi¨¦n ha metido baza Mario Vargas Llosa, digamos, como tercero en discordia. Vivo sigue, por tanto, y justamente reivindicado en la misma esencia del debate sobre su radical y esencial modernidad. Diatribas como estas no hacen m¨¢s que dar prueba de su vigor.
Pero quiz¨¢s, de entre los tres obst¨¢culos citados, el que m¨¢s da?o le produce todav¨ªa hoy es el de la desidia en los planes educativos. Si en una ciudad como Santander, donde el autor vivi¨® y escribi¨® en su casa de San Quint¨ªn, los estudiantes de secundaria no saben el papel que Gald¨®s jug¨® en la ciudad o leen parte de las obras que all¨ª produjo. Si en Madrid, no se le da la oportunidad de ser estudiado en sus aulas como uno de los constructores de la identidad abierta, variada, plural y castiza de la ciudad en todos sus estratos, la suya, la nuestra, es una batalla perdida.
Hasta ahora, por lo menos. El siglo XXI, en su eclecticismo, en su ausencia de complejos a la hora de reivindicar cualquier corriente, se presente como el tiempo propicio para engrandecerlo y no vituperarlo, despreciarlo o minimizarlo, como hasta ahora. Para conocernos y adentrarnos en las ra¨ªces del presente, quiz¨¢s pueda uno elegir el trabajo de uno u otro autor, de ciertos escritores o historiadores para seg¨²n qu¨¦ temas. Pero nunca prescindir, si queremos entendernos desde una totalidad, de Gald¨®s. Ser¨¢ el ¨²nico autor obligatorio para hacer un viaje al fondo de nuestras entra?as.
Puede que bajo su abrigo y no al complejo de su sombra, proliferen sus verdaderos herederos futuros en la senda cosmopolita, ultramoderna y abierta al mundo que marc¨® para el futuro de un pa¨ªs que quiso ver transformado en la misma medida que su arte.