Tsunami de bechamel en el Melo¡¯s
El cierre de la m¨ªtica taberna de Lavapi¨¦s se lleva platos ¨²nicos
En una librer¨ªa del Lower East Side neoyorquino encontr¨¦ un libro de gastronom¨ªa espa?ola titulado Grape, olive, pig. Deep travels through Spain¡¯s culture (Roads & Kingdoms). Lo abr¨ª por la mitad y all¨ª aparec¨ªa el bar Melo¡¯s, sito en el madrile?o barrio de Lavapi¨¦s. Y eso no es todo, en el texto aparec¨ªa¡ ?yo mismo diciendo cosas! Demonios, me gust¨® ver mi nombre en un libro hallado tan lejos de casa, en pleno Manhattan. Tambi¨¦n me extra?¨®, claro. Cerr¨¦ el libro y comprob¨¦ que el autor era Matt Goulding. En efecto, un par de a?os antes yo hab¨ªa llevado a este avezado periodista al Caf¨¦ Bar Melo¡¯s a probar las legendarias zapatillas y otras de sus maravillas.
El Melo¡¯s no era un sitio demasiado bonito, puramente funcional, espartano, con paredes blancas, cubiertos con mango de pl¨¢stico, luz de estadio y barra met¨¢lica. Lo prodigioso era el ajetreo de sus planchas y freidoras, los tesoros que all¨ª se produc¨ªan. El plato estrella era la zapatilla, un s¨¢ndwich gigante tra¨ªdo del pa¨ªs de la fantas¨ªa: dos gruesas rebanadas de pan gallego repletas de lac¨®n y un queso de tetilla que se fund¨ªa en las 10 dimensiones del espaciotiempo, como las supercuerdas de la F¨ªsica. Con una zapatilla y unas ca?itas cenaban dos, o incluso cuatro.
No le iban a la zaga las croquetas: la primera vez que abr¨ª una apareci¨® un tsunami de bechamel en el que naufragaban trozos de lac¨®n. Si alguna vez he estado cerca de comprender que es el amor, fue comi¨¦ndome aquella primera croqueta. Luego hab¨ªa empanadillas, pimientos del padr¨®n, queso y membrillo, etc, todo muy c¨®smico. Un panel luminoso en la pared mostraba la escueta oferta: cuando tienes cosas ricas no hace falta tener muchas, ni ponerles nombres raros.
El Melo¡¯s se petaba, era un bar imposible para la pandemia: se compart¨ªa el espacio, el aire, los anhelos, casi los cuerpos, la gente intentaba ocupar cada resquicio de la barra, de la sala del fondo, de los poyetes de las paredes para deglutir aquellas cosas ricas a la par que salvajes. Jos¨¦ Ram¨®n, un tipo circunspecto tras la barra, era famoso por su prodigiosa memoria: sin tomar nota se acordaba de la comanda de cada grupo de clientes. Pero el Melo¡¯s no cierra por la pandemia, sino por otra enfermedad: el c¨¢ncer del tabernero.
El Melo¡¯s es el en¨¦simo bar tradicional que cierra en el centro de Madrid. En este caso la p¨¦rdida es doble: los platos que all¨ª serv¨ªan no existen en ning¨²n otro lugar (de hecho, con ellos se podr¨ªa haber abierto una franquicia de gran ¨¦xito global). Las brutales zapatillas se han ido para siempre, a no ser que alguien coja el traspaso del negocio y las siga haciendo, en vez de montar un cl¨®nico bar hipster-paleto con pared de ladrillo visto y gran variedad de cocktails.
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