La inquilina envenenadora
El juez Pablo Ruz acusa de presunto homicidio en grado de tentativa a una mujer, que intent¨® envenenar a sus caseros con lej¨ªa e insecticida
Por la puerta entr¨® una se?ora de nombre misterioso, Teresa Pla. La inquilina de la casa, Mar¨ªa Fernanda Maldonado, le ense?¨® a la reci¨¦n llegada la que iba a ser su habitaci¨®n a partir de ese momento, un habit¨¢culo estrecho donde cab¨ªa una cama abatible y una estanter¨ªa. La ventana del fondo daba a la calle. ¡°Era para com¨¦rsela. Tan cercana, tan buena. Las palabras se le ca¨ªan de lo suave que hablaba¡±, fue la primera impresi¨®n que tuvo Maldonado sobre su nueva compa?era de piso.
Maldonado es limpiadora de profesi¨®n. Trabaja de nueve de la ma?ana a ocho de la noche. Hac¨ªa dos a?os que hab¨ªa alquilado un piso amplio de cuatro habitaciones en M¨®stoles, donde cupieran ella, sus dos hijos y un sobrino. Paga 800 euros de alquiler. Para llegar m¨¢s desahogada a fin de mes, hace un a?o decidi¨® alquilar un cuarto a alguien de fuera por 250. La primera que se present¨® fue una se?ora de 71 a?os, de ojos grandes, nariz pronunciada y cara redonda. ¡°Hola, soy Teresa Pla¡±, se present¨®. Era uruguaya y adicta al mate.
A Maldonado le encant¨®, le parec¨ªa una compa?era de piso discreta con la que seguramente nunca tendr¨ªa ning¨²n problema. O eso crey¨®.
La convivencia de Pla con la familia empez¨® bien. Ella apenas sal¨ªa de su peque?a habitaci¨®n, donde se pasaba el d¨ªa viendo programas de entretenimiento en un televisor que colg¨® en la pared. Nada fuera de lo normal. Hasta que desapareci¨® un periquito. La coexistencia se quebr¨® entonces. Acabar¨ªa con Pla saliendo de la casa esposada, detenida por la polic¨ªa, acusada de envenenar a Maldonado y a sus hijos durante varios meses con lej¨ªa e insecticida.
Como ya se sabe, las primeras muestras de distanciamiento entre las dos partes ocurrieron por un p¨¢jaro. Maldonado ten¨ªa uno llamado Kokito en el sal¨®n. Pla, tambi¨¦n amante de los p¨¢jaros, puso su pajarera en el balc¨®n. Dentro hab¨ªa dos agapornis, loros de cola corta y de un color azul turquesa que les hace parecer peluches. Un tercer agaporni que viv¨ªa libre acud¨ªa todas las ma?anas a la jaula de los otros dos para beber y comer. Un d¨ªa, Maldonado, para congraciarse con su nueva roommate, trat¨® de atrapar al p¨¢jaro salvaje. Para ello abri¨® una rendija en la jaula y, en efecto, el animal entr¨®. La mala suerte fue que uno de los que estaba dentro se escap¨® y vol¨® libre. Segu¨ªa habiendo dos loros enjaulados, pero uno hab¨ªa sido reemplazado.
Maldonado se lo ocult¨® a Pla. Pero ella era una ornit¨®loga experimentada, y pronto descubri¨® el enga?o. Not¨® que uno de ellos no ten¨ªa la anilla de la pata y que, para colmo, era color turquesa, no azul celeste. ¡°No es el m¨ªo¡±, se quej¨® Pla. La due?a de la casa le explic¨® la peripecia, le ense?¨® un v¨ªdeo y se disculp¨®. La inquilina acept¨® las disculpas. Sin embargo, algo se quebr¨® entre ellas.
Los tres p¨¢jaros siguen viviendo enjaulados en la casa. Cuando se hace de noche, Kokito hace un ruido extra?o dif¨ªcil de interpretar, salvo para su due?a:
¡ªSon besos, te est¨¢ dando besos. Mira c¨®mo le has gustado. Teresa tambi¨¦n intent¨® envenenar a Kokito. Le ech¨® lej¨ªa en el bebedero.
Despu¨¦s del incidente de la jaula, la vida sigui¨® en el piso de M¨®stoles sin mayores sobresaltos. Hasta que a Pla se le rompi¨® el televisor, su principal divertimento. En las siguientes semanas, Pla continu¨® sin televisor. Aburrida, cocinaba por la noche empanadas. Maldonado se quej¨® del olor a fritanga y del ruido. La convivencia se tens¨®. La inquilina se excus¨® ese mes con su parte del alquiler, dijo que no pod¨ªa pagarlo. Sin embargo, apareci¨® varios d¨ªas despu¨¦s con una pantalla de plasma bajo el brazo.
A veces vivieron momentos de acercamiento. Pla le cont¨® una vez que hac¨ªa poco le hicieron un TAC. Los m¨¦dicos se olvidaron de ella y la dejaron una hora y 40 minutos en el t¨²nel. Seg¨²n su versi¨®n, eso le produjo un glaucoma en el ojo. Por eso hab¨ªa denunciado al hospital y estaba a la espera de la indemnizaci¨®n. ¡°Con ese dinero usted y yo nos vamos a ir de viaje¡±, propon¨ªa Pla. Dos compa?eras de piso que dar¨ªan salto a una amistad y visitar¨ªan Par¨ªs, Roma, o cualquier otro lugar, hablando de p¨¢jaros y otras materias que las un¨ªan.
La tregua dur¨® poco. Pla se quej¨® entonces de que su cuarto estaba invadido de hormigas. Maldonado le dijo que quiz¨¢ se deb¨ªa a la poca limpieza del cuarto. Discutieron. Pla pidi¨® la contrataci¨®n de una empresa de control de plagas. La due?a le dijo que primero retirara todas las bolsas y enseres que apilaba. No se pusieron de acuerdo. Se distanciaron. Era enero de 2020. Maldonado se hizo una tortilla de patatas, la dej¨® enfriar y cuando fue a la cocina, seg¨²n cuenta, la encontr¨® llena de hormigas.
¡ªMe desquici¨¦, me puse loca. Fui derechita al Leroy Merlin, compr¨¦ un cerrojo y cambi¨¦ la cerradura. Cuando quiso entrar no pudo hacerlo.
Pla se veng¨®. Fue a comisar¨ªa y denunci¨® que la due?a la hab¨ªa intentado agredir y tirar por las escaleras. La polic¨ªa detuvo a Maldonado por coacciones. ¡°Me esposaron delante de mis hijos. Qu¨¦ pena con ellos. Ellos no saben que despu¨¦s pas¨¦ la noche en el calabozo¡±, dice.
La polic¨ªa pidi¨® que dejaran a Pla entrar de nuevo a su cuarto. Se coloc¨® de nuevo el viejo cerrojo. Enemigas declaradas, tuvieron que seguir viviendo bajo el mismo techo.
Maldonado asegura que rez¨® y le pidi¨® a Dios que le diera templanza para soportar a Pla. Ella la hab¨ªa metido en casa y ahora no le quedaba otra que aguantarla. Los ruegos no surtieron efecto, quiz¨¢ porque Maldonado, como asegura, no es demasiado devota. Quedaba el encontronazo final entre ambas.
La due?a de la casa comenz¨® a padecer dolor cervical. Lo achac¨® a 12 horas al d¨ªa con la escoba y la fregona. Los chicos, que sol¨ªan tener un est¨®mago a prueba de bomba, sufr¨ªan diarreas y v¨®mitos. Un d¨ªa, una sopa les oli¨® a lej¨ªa. Cuando uno de los muchachos calent¨® leche vio como se desbordaba el vaso y sal¨ªan burbujas sospechosas. Entonces cayeron en la cuenta de que Pla pod¨ªa estar envenen¨¢ndolos. Fueron a comisar¨ªa en abril, en plena pandemia. All¨ª les dijeron que era una acusaci¨®n demasiado fuerte y que necesitaban pruebas.
Jair, el hijo m¨¢s peque?o de Maldonado, un manitas, instal¨® dos c¨¢maras en la cocina. Una dentro de un enchufe y otra en una l¨¢mpara. Horas y horas de grabaci¨®n que Maldonado revisaba al volver a casa exhausta. A veces se dorm¨ªa repasando las im¨¢genes. Despu¨¦s de un mes de b¨²squeda, cant¨® bingo: ¡°Mira como entra en la cocina con el insecticida bajo el brazo. Lo echa encima del pollo congelado. Ahora todo tiene sentido¡±.
La due?a fue al juzgado con las pruebas definitivas a finales de agosto. ¡°Me atendi¨® un juez alto, de muy buen porte, que sal¨ªa mucho en televisi¨®n, Ruz¡±. Era Pablo Ruz, el instructor del caso G¨¹rtel. Pla fue detenida por un presunto delito de homicidio en grado de tentativa. El juez le impuso una orden de alejamiento del piso de M¨®stoles.
Aunque Pla es historia, las c¨¢maras ocultas en la cocina contin¨²an conectadas. Maldonado se ha acostumbrado a ellas:
¡ªMe dejan tranquila. Nunca se sabe.
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