La vida secreta de Kiko
Regentaba un club de dardos y patrocinaba la carrera internacional del mejor jugador de Espa?a. Tambi¨¦n era el mayor narcotraficante de Madrid
Despu¨¦s de ganar un torneo de bar, ?qu¨¦ sigue? Un premio regional. Lo siguiente es buscar la gloria nacional. Una vez alcanzada, ?hay m¨¢s horizonte? Kiko Hern¨¢ndez, nacido en la marginalidad de los poblados chabolistas, quiso explorar los l¨ªmites del mundo, al menos del suyo. All¨ª donde nadie que conociera hab¨ªa llegado antes. Estuvo cerca de conseguirlo.
La historia comienza en un bar de Vallecas, el Triple 20. El nombre del lugar hace referencia a los dardos, la afici¨®n favorita de su due?o. El local, con un aire moderno y acogedor, est¨¢ lleno de dianas autom¨¢ticas y fotograf¨ªas a tama?o natural de los mejores jugadores de este deporte. Kiko convirti¨® este negocio, que abri¨® en 2016, en un club de aficionados a los dardos, aunque tambi¨¦n se ofrecen desayunos y comidas para la gente del barrio. Tres peri¨®dicos de papel descansan sobre la barra para que los clientes puedan ojearlos. En las estanter¨ªas de madera que cuelgan de las paredes no cabe un trofeo m¨¢s. En la segunda planta se amontonan varias docenas m¨¢s, la mayor¨ªa de lat¨®n. Ah¨ª, junto a los ba?os, hay una puerta cerrada con llave. Tiene un cartel: ¡°Privado¡±. Esa deb¨ªa de ser su oficina.
Desde ese peque?o despacho encima de la barra organiz¨® torneos y ligas entre bares en los que poco a poco se fue imponiendo el equipo que ¨¦l patrocinaba. Lo formaban sus trabajadores, tambi¨¦n aficionados a los dardos. Vest¨ªan de azul a cuadros cuando compet¨ªan. A menudo, sal¨ªan de ruta por Espa?a. Algunos de los miembros del club recuerdan esos d¨ªas como los mejores de su vida. Kiko, ambicioso y visionario, enrol¨® en esta din¨¢mica al mejor jugador de Espa?a, un portugu¨¦s llamado Jos¨¦ Oliveira de Sousa.
El a?o pasado, Olivera de Sousa se vio preparado para competir a nivel internacional. Para dar el salto necesitaba sacarse la tarjeta PDC (Professional Darts Corporation). Eso supone jugar en Londres, Berl¨ªn, Las Vegas. Hablamos de premios millonarios, partidas retransmitidas por televisi¨®n. No m¨¢s copas de lat¨®n, esto son las Grandes Ligas. Y Kiko, a sus 48 a?os, quer¨ªa agarrar ese tren. ¡°Lo coment¨¦ con Kiko y me ayud¨® a pagar la tarjeta. En toda la temporada compartir¨ªamos gastos y beneficios, al 50%. Yo adem¨¢s le hac¨ªa publicidad a su negocio¡±, cuenta De Sousa por tel¨¦fono. Una de sus camisetas dedicadas a Kiko cuelga en un lugar de honor del Triple 20.
Esa era la vida p¨²blica de Kiko, la de due?o de un negocio y m¨¢nager de una promesa internacional de los dardos. La parte oculta, la que no todo el mundo conoc¨ªa, como por ejemplo Sousa, era su faceta como capo de la droga. Desde hace unos a?os lideraba la mayor organizaci¨®n criminal de la ciudad. Suyo era el edificio de la Ca?ada Real en el que se vend¨ªa directo al consumidor la mayor cantidad de droga, coca y hero¨ªna. Pero era algo m¨¢s que un comerciante. Kiko, descrito como alguien carism¨¢tico, ejerc¨ªa una influencia poderosa sobre los integrantes de su banda. En su honor, se hac¨ªan llamar los Kikos.
En Las Vegas nadie conoc¨ªa todav¨ªa su nombre. Pero en el universo en el que se crio, un sector de la Ca?ada Real junto al vertedero donde se vende droga, era una celebridad. ¡°Era m¨¢s famoso que Billy el Ni?o¡±, dice de ¨¦l un chatarrero de la zona. El hombre pone ¨¦nfasis en conjugar el verbo en pasado. Los Kikos, que comparten nombre con los seguidores del movimiento cat¨®lico Camino Neocatecumenal, cuyo l¨ªder es otro Kiko, Kiko Arg¨¹ello, tambi¨¦n con un don de gentes pronunciado, fueron desarticulados por la Polic¨ªa Nacional hace una semana. Detuvieron a 14 personas, entre ellos a Kiko y a Yolanda, su pareja, y tapiaron el edificio que hac¨ªa las veces de supermercado de la droga.
El negocio le viene de familia. Su hermano Juan Jos¨¦ y su cu?ada Adela Motos eran los l¨ªderes de Los Gordos, el clan m¨¢s conocido que ha existido nunca en Madrid. El matrimonio, apoyado en primos, sobrinos, hijos, nietos, levant¨® un verdadero imperio de la droga. En su ¨¦poca fueron temidos. Eran due?os de los principales puntos de venta. Manejaban el tr¨¢fico de las cundas, los coches compartidos que salen de Madrid rumbo a la zona del vertedero, descargan a los drogadictos en los puntos de venta y los regresan despu¨¦s a casa.
La polic¨ªa acab¨® con los Gordos en 2012. El matrimonio sali¨® hace poco de la c¨¢rcel. Seg¨²n ellos, rehabilitado. En un programa de investigaci¨®n de TVE, La hora de la 1, Adela y Juan Jos¨¦ aseguran que han dejado el mundo de la criminalidad atr¨¢s. Ricardo Hern¨¢ndez, hijo de la pareja, apodado El Bola, aparece en ese reportaje hablando de los d¨ªas en los que fue famoso y rico. En la c¨¢rcel, cuenta, empez¨® a tener pesadillas y a pensar que la vida que hab¨ªa vivido hasta ese momento era incorrecta. Reconoce que sinti¨® alivio cuando los agentes le esposaron. Se acababan a?os de huir, de extorsionar, de tratar con vendedores internacionales de droga. En esa pieza televisiva no se dice, pero seg¨²n su entorno, entre rejas, Los Gordos se acercaron a los postulados de una iglesia evang¨¦lica.
Kiko aprovech¨® ese vac¨ªo de poder para emprender por su cuenta. ¡°Empieza a trabajar de manera aut¨®noma a finales de 2012 o principios de 2013. Consigue el mejor lugar de venta: en la entrada a la Ca?ada. Y encima levanta un edificio de ladrillo, no una chabola como su competencia¡±, cuenta por tel¨¦fono el jefe del Goiz 1, el grupo policial dedicado a los narcopisos que ha acabado con los Kikos.
En efecto, la edificaci¨®n ten¨ªa dos plantas. El lugar de venta era una habitaci¨®n con una ventanita enrejada. A trav¨¦s de ella un vendedor despachaba como si fuera el cajero de un banco. Hab¨ªa varias habitaciones m¨¢s cerradas con puertas blindadas. Sab¨ªan que si la polic¨ªa aparec¨ªa de improviso ten¨ªan que deshacerse de la mercanc¨ªa. Sin ella, ser¨ªa dif¨ªcil de probar en un juicio que est¨¢n traficando grandes cantidades. Los jueces se gu¨ªan por los n¨²meros. Lo sab¨ªan. Sus abogados se lo insinuaban. Ten¨ªan mucha experiencia, casi todos los que trabajaban all¨ª hab¨ªan sido detenidos varias veces y conoc¨ªan el laberinto de la justicia mejor que algunos funcionarios, al menos en su parte pr¨¢ctica.
En el bajo, seg¨²n los investigadores, se vend¨ªa la droga. En la segunda planta hab¨ªa un espacio di¨¢fano para que los consumidores se colocaran all¨ª mismo. El drogodependiente es alguien con prisa. Prisa por llegar a la Ca?ada, prisa por comprar ¡ªeran frecuentes las disputas en la cola¡ª, prisa por consumir y prisa por regresar a la ciudad, donde en realidad nada los espera. Los Kikos, en un concepto amplio, eran el personal que controlaba a los consumidores y que acordaba los viajes con conductores de las cundas, a menudo, taxistas jubilados. Los que vigilaban la entrada y los que pon¨ªan orden en la sala de consumo tambi¨¦n eran Kikos. Ellos tambi¨¦n eran drogadictos y trabajaban por un salario en especie. Los vendedores tambi¨¦n eran del clan, pero de un rango mayor, gente de m¨¢s confianza, casi siempre familiares directos de Kiko y Yolanda. Puede parecer un negocio dif¨ªcil y con una clientela dispersa, pero se reg¨ªa con cierto orden: la polic¨ªa encontr¨® un libro de administraci¨®n con detalles de las ventas y el horario de las cundas.
En poco tiempo ganaron fama. Como herederos directos de Los Gordos se les sigui¨® llamando por ese nombre. Pero lleg¨® un momento que les empez¨® a molestar. No se sabe el motivo de la ruptura entre las dos facciones. Es un misterio. De repente, ellos mismos empiezan a llamarse los Kikos. Reniegan del antiguo apelativo. En el v¨ªdeo de una fiesta, emitido tambi¨¦n por TVE, quien graba se dirige a Kiko como ¡°uno de Los Gordos¡±. A Kiko le cambia la cara. Replica que no es un gordo, es un kiko. En esa misma celebraci¨®n alguien dice que lo est¨¢ pasando muy bien y a?ade: ¡°Y que se mueran los envidiosos¡±. Parecen mensajes velados. Yolanda baila, se divierte, pero tambi¨¦n parece dirigirse a alguien cuando abre la boca: ¡°Yo estoy muy bien con los m¨ªos, yo no caigo. Porque soy la mujer del Kiko¡±.
En los siguientes a?os viven su momento dorado. Tienen m¨¢s de 200 clientes al d¨ªa, seg¨²n los investigadores. Venden casi un kilo, 10.000-12.000 euros diarios. Yolanda va cada ocho horas al edificio a por la recaudaci¨®n. Un tal C¨¦sar, el tercero en el escalaf¨®n, le hace de ch¨®fer, mueve la droga y se encarga de los problemas de seguridad, siempre de acuerdo a la investigaci¨®n de la polic¨ªa. Es quien le enmienda la plana a los kikos drogodependientes que se pasan de listos y se quedan con lo que no es suyo. O el que intimida a los competidores. La polic¨ªa comprueba, despu¨¦s de meses de seguimiento, que C¨¦sar tiene un car¨¢cter agresivo que equilibra ¡ªen un contexto mafioso¡ª el trato m¨¢s humano y dialogante de Kiko. La polic¨ªa le incaut¨® a C¨¦sar 17 kilos de coca¨ªna, 17 de hero¨ªna y 18 armas cortas. ¡°Un arsenal¡±, opina el jefe de la operaci¨®n.
En ese tiempo en la c¨²spide la pareja celebra sus cumplea?os por todo lo alto. Contratan las actuaciones de Los Yakis, un grupo conocido de flamenco pop. Se codean con futbolistas retirados. Compran coches, joyas, perfumes car¨ªsimos. Es entonces cuando Kiko abre su bar en la calle de Villalobos, una v¨ªa agradable y amplia de Vallecas. Ah¨ª encuentra una escapatoria al lumpen, un lugar donde no tiene que esconderse.
Hace poco m¨¢s de un a?o, la polic¨ªa trat¨® de desmantelar su negocio. Los agentes entraron en el punto de venta y encontraron casi un kilo de coca¨ªna y 350 gramos de hero¨ªna. Detuvieron a los que estaban presentes, pero no lograron suficientes pruebas para encausar a Kiko y a Yolanda. A partir de ese momento, Kiko se repleg¨®, de acuerdo con los investigadores. Los que le siguieron hablan de que entr¨® en un proceso de melancol¨ªa, quiz¨¢ al reconocerse mortal. Yolanda y C¨¦sar se ocupan del negocio. Kiko tiene el nombre, la fama, nadie se atreve a hacer un comentario malicioso sobre ¨¦l en la Ca?ada. Pero casi no ejerce en el d¨ªa a d¨ªa. Se dedica de lleno al bar, que es un ¨¦xito.
En uno de los v¨ªdeos de sus celebraciones, Kiko parece haber bebido de m¨¢s. Es Nochevieja. El que lleva el m¨®vil que graba se acerca mucho a ¨¦l y comenta con iron¨ªa que Kiko es pobre. ¡°A gastarnos el dinero. Y el que no tenga, a morirse de hambre, perros¡±. Puede interpretarse como la vanidad de un rico, pero si se hila fino parece de nuevo un mensaje oculto, que sus enemigos sabr¨¢n leer entre l¨ªneas.
Hace unos a?os, David Rosa estaba en bancarrota. Se vio obligado a cerrar su club de dardos por las deudas. Cogi¨® un empleo de repartidor callejero de publicidad. Recuerda que le acerc¨® uno de sus folletos a un hombre, y que ese hombre era Kiko. Kiko lo reconoci¨® de inmediato. Se conoc¨ªan de los campeonatos de dardos. Kiko le propuso tomar una ca?a y David Rosa le dijo que no pod¨ªa, que perder¨ªa su empleo. No te preocupes, t¨² te vienes a trabajar conmigo, recuerda Rosa que le coment¨®. Desde ese momento, le nombr¨® encargado del Triple 20. ¡°Es un hombre de muy buen coraz¨®n¡±. Asegura que nunca sospech¨® que fuera un narcotraficante.
M¨¢s tarde, Kiko comenz¨® a apoyar la carrera internacional de Sousa. Ah¨ª estaba la oportunidad de emprender a lo grande, como el Chapo Guzm¨¢n hac¨ªa cuando apadrinaba a boxeadores talentosos de Sinaloa. Pero ya era tarde. La polic¨ªa le segu¨ªa desde febrero de este a?o. La ma?ana que los agentes entraron en el b¨²nker, dos kikos trataron de quemar la droga en un habit¨¢culo sin ventilaci¨®n, dispuestos a dar su vida por el jefe. A ¨¦l y a Yolanda los detuvieron en el bajo de un edificio de Alcal¨¢. Escond¨ªan 230.000 euros en casa. La hora de la 1 grab¨® la detenci¨®n. Kiko dorm¨ªa en calzoncillos en el sof¨¢. No dijo ni una palabra mientras le pon¨ªan las esposas. Al cabo de un rato, rompi¨® a llorar.
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