Feliz PCR
Barajas ya no es aquella fiesta en la que uno so?aba con una nueva vida y en la que se empezaba a echar de menos Madrid antes de salir.
¡°Felices fiestas¡±, cruzo furtivamente con uno de los guardias de seguridad. En voz baja, con doble mascarilla, casi pidiendo perd¨®n por hablar y lanzar unas palabras. La T-4 est¨¢ llena, pero nadie se atreve a mirarse a los ojos. Es una Navidad nunca pensada, nunca imaginada, con una declaraci¨®n bajo el brazo para poder reunirte con tu familia despu¨¦s de asfixiantes meses. El chirrido de las ruedas de las maletas puede con los villancicos. ?Ha sonado alguno? No, apenas unos acordes de jazz pregrabados para vender colonias en el ¡®duty free¡¯. No es a?o de zambombas y panderetas. No es a?o para casi nada.
Ni jers¨¦is horteras de renos ni diademas de ciervos ni espumillones anudados en las mochilas. Caf¨¦s en las manos, cabezas pegadas a los m¨®viles y alguna visita fugaz a perezosas tiendas (de las que quedan abiertas). Barajas ya no es la fiesta en la que uno entraba dispuesto a vivir algo nuevo, a olvidarse de todo, a empezar una etapa desconocida. Aquella barra libre de la imaginaci¨®n. Ya no se fantasea ahora entre tarjetas de embarque, equipajes y cafeter¨ªas dispuestas al sablazo. La encarnaci¨®n de la pesadilla ¡®ayusizada¡¯ de que el gran foco del contagio est¨¢ aqu¨ª. Pura guerra cultural.
No se trata de so?ar, sino de vivir o sobrellevar estos d¨ªas. Pero volver¨¢n las ganas, seguro, de ir a Barajas como un momento mejor que el del propio viaje. Se echan de menos incluso los nervios de llegar tarde para coger un avi¨®n, las caras de tus amigos esper¨¢ndote para una rega?ina, ese paso apresurado para arramblar con revistas para las horas del vuelo, ese entrar en la farmacia del aeropuerto para recordar el momento del v¨ªdeo de Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa comprando ibuprofeno en las campa?a de las primarias del PP. ?En qu¨¦ puerta es? ?Hay que coger el trenecito para ir a la terminal sat¨¦lite? Ese placer de pararte unos minutos para mirar la pantalla con las horas de salida de los vuelos. Ese placer.
Ahora vamos por el aeropuerto con el est¨®mago revuelto todav¨ªa por la PCR. ?Qu¨¦ varilla tan maleante! Pero qu¨¦ descanso cuando uno recibe el correo de madrugada, despu¨¦s de esperar horas el d¨ªa antes en un laboratorio gris¨¢ceo, con la palabra ¡°negativo¡±. Cada uno vuela consigo mismo, con su a?o, con su silla vac¨ªa, con su p¨¦rdida y su deseo. Nadie quiere pensar, s¨®lo escuchar que anuncien tu fila para embarcar. Dime ni?o de qui¨¦n eres.
Pero, oye, este domingo es el primer pinchazo de la vacuna en Espa?a. Esto sigue, y a lo mejor el a?o que viene abrazamos en Nochebuena. Seguro. Y podremos cantar a pleno pulm¨®n un villancico. Pues s¨ª, me gusta desga?itarme con los m¨ªos y prometo entonar hasta quedarme sin voz cuando todo esto pase. Al entrar en el avi¨®n te dan un trozo de turr¨®n. Cierras los ojos, procuras no tocar nada y apagas el tel¨¦fono. ?Ya responder¨¢s a los mensajes de felicitaciones! Un suspiro y el sur ya casi huele. El mar aparece¡ pero ya te estoy echando de menos Madrid.
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