El monte gana al fuego en un a?o de pandemia
Durante el 2020 se ha da?ado un 0,03% de espacio en zonas protegidas de la Comunidad de Madrid, que cuenta con un 41% de su territorio bajo esa protecci¨®n
Un accidente por las sinuosas carreteras de la sierra noroeste provoc¨® el mayor incendio del 2020 en la Comunidad de Madrid. Era verano, principios de agosto, y un motorista serpenteaba por las curvas que suben hacia el puerto de la Cruz Verde cuando choc¨® con una roca y cay¨® en la ladera. El veh¨ªculo se prendi¨® en llamas en cuesti¨®n de segundos y con ¨¦l todo su alrededor. Cientos de vecinos tuvieron que desalojar sus casas, asustados por la que se les ven¨ªa encima. Y los bomberos, brigadas forestales y hasta una secci¨®n de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trabajaron y tardaron d¨ªas en extinguir el fuego, que empez¨® en una zona no protegida y, como no entiende de fronteras, acab¨® entrando en una protegida. En total, unas 1.000 hect¨¢reas quemadas y la p¨¦rdida de ¨¢rboles como sabinas, enebros o pinos, que tardar¨¢n d¨¦cadas en volver a crecer. Ese incendio y el provocado por una cosechadora en Valdepi¨¦lagos por las mismas fechas han sido los m¨¢s llamativos de un a?o con relativas buenas noticias para el monte: se ha da?ado un 0,03% de espacio en zonas protegidas, un buen a?o teniendo en cuenta que el 41% del territorio madrile?o se encuentra bajo esa protecci¨®n medioambiental. El virus, en este caso, ha jugado a favor, aunque no ha sido la ¨²nica raz¨®n por la que los n¨²meros han sido relativamente buenos.
Cuando se produce un incendio, el agente forestal tiene varias tareas por delante, seg¨²n explica Miguel Higueras, jefe del operativo de la Comunidad de Madrid. Primero debe determinar si se ha producido en un espacio protegido o no, porque de eso depender¨¢ algo importante: averiguar si se ha cometido un delito, aparte de evaluar del da?o medioambiental de la zona da?ada. Despu¨¦s, los agentes, que act¨²an como polic¨ªas judiciales del monte y que deben investigar la causa del incendio como si de un crimen se tratara, recaban pruebas, acotan el terreno y consiguen llegar finalmente a la pista final que cuenta qu¨¦ hizo saltar la primera chispa. Para eso, los agentes forestales forman un equipo de unas 270 personas, de las que 16 pertenecen a las Beif (Brigadas de Investigaci¨®n de Incendios Forestales), una especie de CSI de los montes encargados de poner en marcha una metodolog¨ªa estudiada para investigar la causa objetiva de un incendio.
Estos, adem¨¢s, trabajan en equipo con los agentes forestales de la zona, los que conocen el entorno, los vecinos, las rencillas personales de unos y otros¡ y los que se encargan de tomar declaraci¨®n a los testigos para determinar si el fuego se ha producido de manera intencionada, por negligencia o por accidente. As¨ª, entre lo objetivo y lo subjetivo, se recaban pruebas que despu¨¦s presentan en la Fiscal¨ªa de Medio Ambiente.
El C¨®digo Penal estima una pena entre uno y cinco a?os para personas que han provocado un incendio en una zona protegida (si no ha sido de forma accidental) y puede llegar hasta los seis a?os de prisi¨®n si las consecuencias son irreversibles. Si adem¨¢s se ha puesto en riesgo a personas ajenas al operativo de extinci¨®n, la pena puede llegar hasta los 10 a?os de c¨¢rcel. En el caso del fuego que en agosto afect¨® a diferentes municipios como Zarzalejo, Fresnedilla de la Liga y, principalmente, Robledo de Chavela no habr¨¢ castigo penal porque a pesar del desastre ambiental (es una gran zona de valor ecol¨®gico donde, adem¨¢s, el b¨²ho real suele buscar alimentaci¨®n) se concluy¨® que hab¨ªa sido un accidente, que fue a m¨¢s debido a que el fuego provoc¨® la detonaci¨®n de algunos artefactos de la Guerra Civil. Sin embargo, el de la cosechadora de Valdepi¨¦lagos empez¨® en un campo de cereal y traspas¨® las fronteras hacia Castilla la Mancha. En ese caso, seg¨²n explica Higueras, ¡°hay que determinar si fue por una negligencia o imprudencia, y ver si se cumplieron las medidas de prevenci¨®n adecuadas¡±.
El balance del a?o, aun as¨ª, ha sido relativamente positivo. ¡°No creo que consigamos nunca erradicar del todo los incendios, forman parte del ecosistema mediterr¨¢neo y siempre van a existir por una causa o por otra, pero nuestro trabajo consiste en reducirlos al m¨¢ximo¡±, comenta Higueras. En 2020 se han producido en total 27 incendios que han afectado a Espacios Naturales Protegidos de Madrid, Parques y Reservas, un total de 33,6 hect¨¢reas calcinadas. El Parque Regional del r¨ªo Guadarrama, con 27,5 hect¨¢reas, ha sido el m¨¢s afectado, seguido del Parque Regional del Sureste con 5,27 hect¨¢reas. Mucho para los amantes de la naturaleza, aunque la realidad de los n¨²meros arroja algo de positividad: los espacios naturales protegidos de la Comunidad de Madrid suman 121.000 hect¨¢reas, es decir, el 41% del territorio, lo que significa que se ha incendiado un 0,03 % de esa superficie.
¡°El virus en este caso puede haber jugado a favor, pero solo en parte. Es verdad que el confinamiento fren¨® algo porque estaba todo el mundo encerrado, aunque lo cierto es que los incendios se suelen dar en verano. Este a?o, que la gente ha viajado menos y se ha producido una masificaci¨®n en la sierra, se ha producido un hecho relevante: estaba todo mucho m¨¢s vigilado que otros a?os. Nos llamaban constantemente aunque fuera porque hab¨ªa coches aparcados donde no deb¨ªan y esa vigilancia generalizada al final ha sido positiva porque nos pas¨¢bamos el d¨ªa por ah¨ª atendiendo quejas de todo tipo¡±, admite el jefe del operativo de los agentes forestales.
No hay que olvidar, de todas formas, que el trabajo para evitar incendios viene de lejos. Higueras lo ilustra con dos ejemplos claros: el del tren y el del los tendidos el¨¦ctricos, dos focos que originaban desastres naturales en verano.
Los ra¨ªles del tren por la zona de Valdemaqueda, en la sierra oeste madrile?a, eran una trampa contra el monte, explica el agente. Al ser una zona repleta de curvas, obligaba al maquinista a frenar constantemente y las chispas, al rojo vivo, saltaban a los matorrales. En muchas ocasiones, esas chispas acababan en tragedia. Los agentes forestales investigaron una y otra vez hasta que demostraron el origen de aquellos incendios ante los tribunales. Tras varias sentencias, ADIF empez¨® a tomar cartas en el asunto ¡°desde hace una d¨¦cada¡±: invirtieron en personal para mantener la zona limpia de hierba seca en verano y colocaron, adem¨¢s, bloques de hormig¨®n para evitar que las chispas saltaran al monte.
Con los tendidos el¨¦ctricos pas¨® algo similar. Por una parte, siempre han sido un lugar de apoyo para las aves, que en ocasiones acababan electrocut¨¢ndose y, en verano, al caer sobre los matojos secos tambi¨¦n provocaban incendios. Y por otro, cuando se colocaban los tendidos en zonas arboladas y hab¨ªa tormentas, la combinaci¨®n acababa teniendo el mismo resultado. ¡°A ra¨ªz de esas investigaciones, compa?¨ªas el¨¦ctricas como Iberdrola o Naturgy se pusieron las pilas y han puesto m¨¢s ¨¦nfasis en la revisi¨®n y el mantenimiento, limpiando la vegetaci¨®n alrededor de la l¨ªnea, poniendo aislante y modificando la arquitectura del poste para evitar que los p¨¢jaros se electrocutaran¡±, explica Higueras, que asegura que desde hace tres o cuatro a?os este tipo de incendios ha descendido. La obligaci¨®n, en todo caso, ¡°siempre ha estado ah¨ª, pero no se hac¨ªa con la magnitud de ahora¡±.
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