¡®Filomena¡¯ se queda en el barrio
Los vecinos de Bellas Vistas, en el distrito madrile?o de Tetu¨¢n, viven lejos del batall¨®n de 7.000 empleados que limpian la ciudad y temen que la nieve y el hielo solo se vayan cuando se derritan
Sin quitanieves, sin basureros, sin autobuses¡ Y sin instagrammers. Las estampas de ese Madrid atractivo y sorprendente con las que romper las redes sociales a base de likes quedan lejos de estas calles. Ya no mola tanto esta nieve como durante el fin de semana. Se torna cada vez m¨¢s negruzca y zarrapastrosa. O amarilla, porque el or¨ªn canino es ahora m¨¢s chivato. Hay contenedores desbordados y ramas de ¨¢rboles tronchadas. Tambi¨¦n indignaci¨®n popular a cada paso. Sobre todo si el calzado se desliza sobre esa fina y traicionera capa cristalina que puebla las aceras y se presenta camuflada a la vista. Pillada la velocidad de crucero del resbal¨®n es casi imposible tratar de recuperar la verticalidad.
¡°Entiendo que los madrile?os se impacienten¡±, dijo este mi¨¦rcoles el alcalde, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez-Almeida en declaraciones a un programa de Cuatro. A?adi¨® que el dispositivo desplegado es de m¨¢s de 7.000 trabajadores y que ya se han despejado 1.500 de 9.300 calles de la ciudad. A ese batall¨®n no se le atisba por Bellas Vistas, en el distrito de Tetu¨¢n. Es uno m¨¢s de los 130 barrios capitalinos que estos d¨ªas sufre los desvar¨ªos de Filomena de puertas adentro. Un entramado de calles que se sienten olvidadas recogidas por el cord¨®n de avenidas principales que forman Bravo Murillo, Reina Victoria, Pablo Iglesias y Francos Rodr¨ªguez.
¡°Aqu¨ª no hay intenci¨®n de que venga ni dios. Esto va a durar hasta que se descongele¡±, masculla Isabel L¨®pez, una jubilada de la administraci¨®n de 66 a?os mientras saca a pasear a su perro Puppy. Menos diplom¨¢tico, su hermano Pedro, un antiguo mec¨¢nico tornero de 76, lanza alg¨²n que otro improperio e insulto contra el alcalde y la presidenta de la Comunidad, Isabel D¨ªaz Ayuso. No se atreven a llegar al Mercado de Maravillas, a cinco minutos andando si Bellas Vistas no fuera una peque?a Siberia. Hacen bien porque el panorama es dantesco. Pero ya no tienen fruta y comen de lo que esta mujer previsora va sacando del congelador. Isabel, que como su hermano se ayuda de un bast¨®n, sufri¨® el martes una ca¨ªda sin consecuencias. Eso ha multiplicado su miedo. Ha anulado las citas m¨¦dicas de los d¨ªas 15 y 18 de enero. ¡°De aqu¨ª a Bravo Murillo me he matado¡±, comenta. ¡°Ah, y aqu¨ª estamos todos con la nevada, pero no nos olvidemos del virus¡±, lanza como advertencia ella mientras los dos siguen a paso de tortuga llamando de vez en cuando al perro, que corretea desenfadado.
El hielo catapulta este mi¨¦rcoles a ?ngeles Concepci¨®n, de 69 a?os, por los suelos. Sus gemidos, llantos y llamadas de auxilio se escuchan por toda la calle de Juan Pantoja. ¡°?Mi brazo, dios m¨ªo, mi brazo!¡±, grita en la acera mientras se lleva la mano izquierda al codo derecho. Por toda atenci¨®n, una caja de cart¨®n de una pizzer¨ªa entre el suelo h¨²medo y las posaderas de la se?ora como aislante. Es vecina de la calle Olite y tratan de localizar a sus hijos. Le improvisan un cabestrillo con el pa?uelo que luce al cuello y se la llevan en volandas hacia el cruce con Bravo Murillo para, desde all¨ª, tratar de conectar con las emergencias sanitarias del 112.
En esa v¨ªa tiene aparcado su cami¨®n el ucraniano Nicolas Kyfor, de 37 a?os, gracias a que los carriles bus siguen sin estar habilitados. Se pasea sobre la capa de hielo como quien lleva ya unas cuantas Filomenas a sus espaldas. Paso firme y seguro con la bombona en el hombro derecho y la mano izquierda en el bolsillo. Es el primer d¨ªa que vuelven tras la nevada. Este repartidor de Repsol est¨¢ rifado en un barrio que, como toda la ciudad, sufre las temperaturas m¨¢s bajas en d¨¦cadas. ¡°Antes no hab¨ªa manera de repartir¡±. ¡°Lo peor es cuando te llama una se?ora mayor que no puede salir. Se la acerco hasta su casa¡±. Nicolas espera en la esquina de Juan Pantoja y Tenerife a que llegue un cliente. Sobre su cabeza, el armaz¨®n de hierro de una de las 19 c¨¢maras de vigilancia que el Ayuntamiento ten¨ªa pensado haber estrenado antes de finales de 2020 para esclarecer hechos y con efectos disuasorios, como explic¨® el pasado verano la delegada de Seguridad, Inmaculada Sanz.
En Bellas Vistas cada uno aplica las soluciones como mejor puede o le parece. Reina la autosuficiencia. Un frutero banglades¨ª rompe con un carro met¨¢lico la gruesa capa de hielo que cubre la calle de Topete y amontona los pesados pedruscos para tratar de dejar algo m¨¢s de espacio para los viandantes. Ese mismo carro es con el que traen el g¨¦nero para reponer la tienda desde el lugar m¨¢s pr¨®ximo al que pueden llegar los veh¨ªculos, de nuevo Bravo Murillo. En los talleres Riscal, una vez despejada la nieve a medias con los trabajadores de la obra de enfrente, se han convertido en rescatadores. Ante las dificultades para que lleguen los clientes son los mec¨¢nicos los que salen a buscarlos hasta donde pueden llegar con sus coches. Dentro de la nave hay ya v¨ªctimas de Filomena como una colisi¨®n o un atrapado por un ¨¢rbol. ¡°Todo lo que venga estos d¨ªas es por la nieve o el hielo¡± comenta Alberto Bl¨¢zquez, de 46 a?os, que apenas lleva los ojos visibles para combatir el fr¨ªo. Est¨¢ convencido de que solo el sol y unas temperaturas m¨¢s altas acabar¨¢n normalizando el barrio. ¡°Si estamos trabajando es porque nosotros mismos le hemos dado bien al pico, a la pala y al martillo¡±, zanja su jefe, Rafael D¨ªaz, de 67 a?os, al tiempo que se?ala el mont¨ªculo blanco.
Ana D¨ªaz, de 67 a?os, avanza carcomida por el p¨¢nico ayudada por dos bastones acabados en una punta met¨¢lica. A cada paso va palpando el terreno con ellos para distinguir lo duro de lo blanco. Ha salido de su casa con m¨¢s de dos horas de antelaci¨®n para llegar hasta el Metro y conectar con su lugar de trabajo en una de las sedes del tel¨¦fono municipal 010 en Ciudad Lineal. La mujer tiembla y sufre. Por momentos se detiene pensando si lo mejor es recular. Pide consejo para que alguien le indique por d¨®nde es m¨¢s seguro seguir la ruta.
En su ¨²ltimo d¨ªa de vacaciones, Pedro Rodrigo pastorea a sus tres hijos mientras estos se solazan y retozan uniformados con monos azules de monta?a en la calle Alvarado. Los mellizos de tres a?os se lo pasan en grande con un vecinillo mientras este empleado del sector aeroespacial de 39 a?os sostiene al m¨¢s peque?o en brazos. No volver¨¢n al cole hasta el lunes como pronto. ¡°Entre el virus y esto, la conciliaci¨®n es muy, muy dif¨ªcil¡±, lamenta Pedro.
En la calle de Abel, la antigua casa estudio del pintor Marceliano Santa Mar¨ªa (1866-1952) es el remanso de paz donde residen y trabajan hoy los artistas Jes¨²s G¨®mez y Megumi Kitazu. Adecentan como pueden el jard¨ªn, donde el peso de la nieve ha descolgado un cable de la luz. Se sostiene alrededor del cuello del busto de piedra de la esposa de Santa Mar¨ªa, que da la bienvenida. ¡°Nos est¨¢ echando un cable¡±, bromea Jes¨²s. Van amontonando palitos para ser consumidos luego en la estufa de le?a. Junto al chal¨¦ de ladrillo visto levantado hace un siglo, una anomal¨ªa arquitect¨®nica entre estas calles, un esperanzador reguero de agua baja calle Zamora abajo iluminado por el sol del mediod¨ªa. La primera impresi¨®n es que el deshielo est¨¢ llegando a Madrid. La realidad es que las bajas temperaturas han acabado por reventar una tuber¨ªa en la vecina calle Beire.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.