Luto por los compa?eros urbanos
De este proceso de incredulidad en el que estamos todav¨ªa sumidos ha de surgir la reflexi¨®n sosegada. Lo primero es ser conscientes de la situaci¨®n de excepcionalidad que hemos sufrido
Estamos de luto. Un sentimiento de desamparo acompa?a estos d¨ªas a los madrile?os. En cada paseo que damos, casi all¨¢ d¨®nde miremos, vemos un ¨¢rbol roto, partido, astillado, incluso ca¨ªdo. El da?o que han recibido nuestros compa?eros urbanos ha sido descomunal. Esos a los que no prestamos atenci¨®n, los que son un incordio porque estorban para aparcar el coche, cuyos alcorques se convierten en una papelera m¨¢s, han sufrido un aut¨¦ntico arboricidio perpetrado por Filomena. En la madrugada de hace una semana, el crujir de ramas que ca¨ªan tronzadas era la eleg¨ªa de nuestros parques, calles y bosques, como el de la Casa de Campo. Un lamento sepultado por la fotogenia de una nevada que nos costar¨¢ olvidar.
En esta desgracia ecol¨®gica se han visto afectadas tanto las especies de hoja caduca como las de hoja perenne. El da?o se ha cebado especialmente con las ¨²ltimas, al ser capaces de retener m¨¢s cantidad de nieve en sus ramas, y por ende m¨¢s peso. Entre ellas, el pino pi?onero y el aligustre del Jap¨®n se han convertido en aut¨¦nticos m¨¢rtires del temporal.
De este proceso de incredulidad en el que estamos todav¨ªa sumidos ha de surgir la reflexi¨®n sosegada. Lo primero es ser conscientes de la situaci¨®n de excepcionalidad que hemos sufrido. Demasiados factores se han conjugado para alumbrar este desastre. Entre las medidas necesarias para mejorar la calidad de nuestro arbolado urbano no debiera ser necesario excluir a estas especies m¨¢s afectadas en las nuevas plantaciones. Durante los meses en los que los ¨¢rboles caducos no pueden realizar la fotos¨ªntesis, el aligustre del Jap¨®n s¨ª es capaz de hacer su aporte de ox¨ªgeno en aquellos d¨ªas invernales de temperaturas m¨¢s benignas.
Pero s¨ª que se podr¨ªa abrir el abanico ante la inclusi¨®n de otras nuevas, o potenciar aquellas menos presentes (como el arce de Montpellier o el ginkgo), aprovechando la p¨¦rdida de tantos ejemplares en el viario. Siempre es arriesgado contar con un monocultivo de pocas especies ya que, cuando un peligro las acecha, son m¨¢s vulnerables y las p¨¦rdidas son m¨¢s cuantiosas.
Otra de las reflexiones nos llevan a pensar en la implementaci¨®n, a¨²n con m¨¢s fuerza, de las medidas que se recojan en la Mesa del ?rbol, constituida por el Ayuntamiento de Madrid y asesorada por multitud de asociaciones y expertos medioambientales y de la arboricultura. Madrid ha de mirar al futuro con valent¨ªa, y apostar por el ¨¢rbol como uno de sus mejores aliados para hacer frente al cambio climatol¨®gico. No se trata solo de tener la mayor cantidad de ¨¢rboles, sino tambi¨¦n los ¨¢rboles mejor cuidados.
Y ah¨ª entrar¨ªa un mayor control y aplicaci¨®n de medidas para vigilar la salud de sus ra¨ªces, las grandes olvidadas de su anatom¨ªa. Ya sabemos c¨®mo hacer para que su sistema radicular se emancipe del hoyo de plantaci¨®n, y evitar as¨ª en mayor medida los vuelcos de ¨¢rboles que hemos visto en las calles. Entre ellas hay que destacar varias actuaciones: obtener una planta de vivero con una ra¨ªz, joven, sana y fuerte, respetar el cuello de la planta para no enterrarlo o los alcorques corridos, con un sustrato que aporte aireaci¨®n y materia org¨¢nica.
Y, por supuesto, cuidar tambi¨¦n de quienes cuidan nuestros ¨¢rboles, aumentando la dotaci¨®n de la jardiner¨ªa p¨²blica municipal, tanto en presupuesto como en recursos humanos.
Hay un magn¨ªfico art¨ªculo de Miquel Gay¨¤, El tornado de Madrid del 12 de mayo de 1886, donde se narra aquel otro desastre que asol¨® la ciudad. Recoge una frase aparecida en La Ilustraci¨®n Ib¨¦rica: ¡°Madrid contin¨²a visitando los sitios donde m¨¢s estragos ha causado el cicl¨®n (¡). Ha olvidado ya los hombres y las mujeres que han muerto¡ pero no puede olvidar los ¨¢rboles ca¨ªdos¡±. Ojal¨¢ que nosotros no lo hagamos.
En el Parque de las Cruces, en Carabanchel, un ¨¢rbol del para¨ªso yace ca¨ªdo sobre la nieve. Todav¨ªa permanece unido con un buen pu?ado de ra¨ªces a la tierra sobre la que se ergu¨ªa. Quiz¨¢s debi¨¦ramos dejarle responder a esta desgracia que lo ha abatido. Permitirle rebrotar. Las yemas con las que anunciar¨¢ la primavera ser¨¢n un buen homenaje a la resistencia de cualquier ser vivo ante los embates de la vida.
Eduardo Barba G¨®mez, jardinero paisajista y autor de El jard¨ªn del Prado.
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