Ay, Madrid
El alma de la ciudad de ayer, de hoy y de siempre, entre hielo y basura
Chapotean desnudos en el r¨ªo, se tiran agua, se salpican sin rubor. Un voyeur se sienta en la orilla empinando el codo, rojizo ya de vino, mirando directamente los cuerpos. Las parejas caminan y se pavonean, mientras que los amantes se pierden entre los ¨¢rboles tentadores. Benditos despistes del camino. Los manteles blancos se extienden para comer a modo de fiesta sin fin y los m¨¢s vehementes se baten en duelo en la colina. Ay, Madrid.
He llegado al calor entre bloques de hielo gris¨¢ceos, kilos de basura por las aceras, ¨¢rboles destrozados y un intermitente precintado de la Polic¨ªa Municipal. Barricadas made in Almeida. Me refugio en el n¨²mero 78 de la calle de Fuencarral, en ese espect¨¢culo barroco del antiguo Real Hospicio de San Fernando. Ese que siempre parec¨ªa que iba a caer en Selectividad y que muchos utilizan para quedar al salir del metro del Tribunal. Eso que hoy se conoce como el Museo de Historia de Madrid. Qui¨¦n pudiera explicar de verdad lo que es esta ciudad.
Y me topo bruscamente con este Ba?os en el Manzanares en el paraje del Molino Quemado, de F¨¦lix Castelo. Puro siglo XVII, puro deseo de este 2021. Madrid no levanta cabeza, pero sigue guardando bajo la almohada ese esp¨ªritu de volver a ser una capital hedonista, de las risas y del cuchicheo. Esa que siempre fue, esa peque?a villa medieval que se convirti¨® en Corte, ese lugar de calles tan estrechas y sucias como placenteras.
El gusto por el abarrotamiento que ahora tenemos que reprimir con los dos metros de distancia ya imbu¨ªa a nuestros ancestros en las gradas de San Felipe, uno de los mentideros de la villa y maquetita hoy en el museo. El rumore rumore en la capital no se pierde, ya sea un cambio de Gobierno, un fichaje o el nuevo papel estrella de la pr¨®xima serie de Netflix. En la capital se habla, y mucho.
Sigo las flechas rojas que marcan el itinerario, el covid no deja andar libremente por los museos. No hay nadie m¨¢s, escucho mis propios pasos, los vigilantes me radiograf¨ªan (¡°No se puede llevar gorra¡±, me recrimina uno). ¡°Escenario de poder¡±, leo en otro de los paneles. Algo de ayer, de hoy y de siempre en una ciudad salpicada de directores generales, altos comisionados, embajadores, subsecretarios y jefes de gabinete. La ambici¨®n constante y la fascinaci¨®n por los personajes que lo mueven todo en las sombras. Todos piden cita para comer con Iv¨¢n Redondo, F¨¦lix Bola?os, Jaime Alfons¨ªn o Miguel ?ngel Rodr¨ªguez.
?Otra maqueta! ?Qu¨¦ es? Pues s¨ª, al final la ciudad es como el estanque del Buen Retiro en miniatura durante la representaci¨®n de la comedia de Calder¨®n Polifemo y Circe, con sus barcos de vela y todo. Con todas las ganas de que lleguen m¨¢s vacunas, de poder desempolvar las camisas estampadas y de llenar el Mad Cool escuchando a las Cari?o y The National, con noria y todo. Ojal¨¢ nos recuerden as¨ª alg¨²n d¨ªa en el museo. Ay, Madrid.
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