Entre la estatua y la bandera
Col¨®n ya se ha convertido en m¨¢s que una plaza y m¨¢s que un s¨ªmbolo pol¨ªtico: es un santuario de peregrinaci¨®n
Las gu¨ªas de turismo de Madrid registran dos atracciones para el visitante en la plaza de Col¨®n: la estatua en m¨¢rmol blanco del conquistador que le da nombre y la ¡°bandera de Espa?a m¨¢s grande del mundo¡±. El monumento al marino que abri¨® la ruta a un imperio colonial, obra del escultor Jer¨®nimo Su?ol a finales del siglo XIX, tiene, pedestal incluido, sus respetables 17 metros de altura. El m¨¢stil que sostiene la bandera llega a los 50. Desde que el Gobierno de Aznar la plant¨® all¨ª, en 2002, es como si la efigie de Col¨®n, ya empeque?ecida por el engendro arquitect¨®nico de esas torres de oficinas merecedoras de denuncia ante el Tribunal de La Haya, se encogiese a¨²n m¨¢s bajo la inmensidad rojigualda.
La democracia naci¨® en una plaza. El ¨¢gora de la antigua Atenas era el lugar de encuentro de los ciudadanos y de all¨ª sali¨® la idea de que a los gobernantes deber¨ªa elegirlos el pueblo (esclavos excluidos: raro es que no haya un excluido). Muchos siglos despu¨¦s, por todo el mundo encontramos plazas cuyo nombre est¨¢ unido a acontecimientos pol¨ªticos generalmente tumultuosos: Tlatelolco en M¨¦xico, Tianamen en Pek¨ªn, Tahrir en El Cairo, Taksim en Estambul¡
En Santiago de Compostela se inaugur¨® una plaza en los a?os sesenta a la que pusieron de nombre Jos¨¦ Antonio. Lejos de honrar al l¨ªder falangista, acab¨® siendo el lugar de reuni¨®n para las protestas contra la dictadura, y todo el mundo pas¨® a llamarle plaza Roja. Cuando se retir¨® el callejero franquista, aquello fue un dilema: ?darle un nombre nuevo o respetar el que se hab¨ªa impuesto popularmente? Al final triunf¨® la segunda opci¨®n y ni la derecha puso pegas. Eran otros tiempos menos encabritados.
Entre las plazas hay de todo ¡ªpara varias generaciones de espa?oles, la de Oriente ha sido una imagen en blanco y negro de Franco saludando a la multitud¡ª, pero por lo general suelen tirar a la izquierda, porque la izquierda tira mucho a ocupar la calle
Entre las plazas hay de todo ¡ªpara varias generaciones de espa?oles, la de Oriente ha sido una imagen en blanco y negro de Franco saludando a la multitud¡ª, pero por lo general suelen tirar a la izquierda, porque la izquierda tira mucho a ocupar la calle. La historia de la Puerta del Sol es un ejemplo, aunque desde all¨ª gobierne Ayuso.
La derecha siempre hab¨ªa sido de manifestarse poco, hasta que en Espa?a le cogi¨® el gusto hace unos a?os. Como si la mayor rojigualda del planeta tuviese la fuerza de un im¨¢n, sus protestas fueron recalando poco a poco en Col¨®n. All¨ª, los tribunos, sumergidos en un mar de banderas, clamaban contra los vicios del nacionalismo. Hoy es ya m¨¢s que una plaza e incluso que un s¨ªmbolo pol¨ªtico: para algunos funciona como un santuario de peregrinaci¨®n.
Nadie m¨¢s devoto de ese rito que Vox. Para los miembros de ese partido, es mentar Col¨®n e inflamarse el ardor patri¨®tico. Con ellos en la plaza, la bandera parece cada vez m¨¢s grande y Col¨®n cada vez m¨¢s encogido.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a nuestra nueva newsletter sobre Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.