Un nuevo encinar para la ciudad
Se acaba de abrir el ¡®entorno del meteorol¨®gico¡¯, un paraje que ha permanecido cerrado durante muchos a?os en la parte sureste del Retiro
Los jardines del Buen Retiro son como una mu?eca matrioska rusa. Aparentemente, muestran una sola imagen de conjunto, pero a medida que vas intern¨¢ndote en ellos y aprendiendo su historia, aparecen m¨¢s y m¨¢s espacios dentro. Por eso puede que sea m¨¢s apropiado hablar de ¡°jardines¡± que de ¡°parque¡±. Muchos rincones del Retiro guardan una est¨¦tica diferente al entorno que les rodea. No hay m¨¢s que pasear por la rosaleda, el parterre o el Bosque del Recuerdo para comprobarlo. Cada uno de estos lugares es fruto de una ¨¦poca distinta y de unas necesidades espec¨ªficas. As¨ª, la rosaleda surge para mostrar las novedades de esta flor tan popular, y asegurarse de c¨®mo ser¨¢ la adaptaci¨®n a las condiciones de clima y cultivo de la ciudad de cada variedad de rosa. El parterre, para servir de tel¨®n de fondo a la corte y sus fastos, un espacio teatral donde poder pasear y dejarse ver. O, como en el caso del Bosque del Recuerdo, un sitio donde honrar la memoria de inocentes asesinados.
En la parte sureste del Retiro se acaba de abrir un paraje que ha permanecido cerrado durante muchos a?os. Se trata del entorno del meteorol¨®gico, llamado as¨ª por encontrarse en este terreno varios edificios de la Agencia Estatal de Meteorolog¨ªa. Es un jard¨ªn con dos zonas diferenciadas: una parte con praderas y arbolado creciendo en ellas, de car¨¢cter paisajista, y otra con un trazado de estilo isabelino, con sendas sinuosas y plantas tapizantes y arbustivas. La encina (Quercusilex) domina con sus sombras este espacio, un motivo de enhorabuena, por ser nuestro ¨¢rbol mediterr¨¢neo por antonomasia. Este encinar urbano tiene su origen despu¨¦s de la Guerra de Independencia. La plantaci¨®n se la debemos a la saga familiar y jardinera de los Boutelou, como nos recuerda uno de los carteles informativos instalados al pie de los caminos.
Fruto de su excepcional adaptaci¨®n al medio, la encina tiene una est¨¦tica sobria que hay que admirar lentamente y por partes para ser valorada en toda su magnitud.
Fruto de su excepcional adaptaci¨®n al medio, la encina tiene una est¨¦tica sobria que hay que admirar lentamente y por partes para ser valorada en toda su magnitud. As¨ª, vemos c¨®mo su tronco adquiere coloraciones negruzcas o gris¨¢ceas, con una textura con fisuras muy llamativa. Tambi¨¦n las hojas gozan de una belleza con mesura, de un color verde oscuro magn¨ªfico. Si encontramos una encina de porte peque?o, o nos fijamos en las ramas bajas de un ejemplar adulto, podemos comprobar que esas hojas guardan para nosotros un borde con espinas, para protegerse de los herb¨ªvoros que podr¨ªan devorarlas. El env¨¦s de su l¨¢mina foliar tiene un color glauco o ceniciento. Ese tono blanquecino, que es debido a un fino tomento, nos indica que cuenta con una protecci¨®n extra para evitar la deshidrataci¨®n, ya que all¨ª se localizan sus estomas. Estos son los agujeritos por donde la planta realiza varias funciones vitales, como la transpiraci¨®n o la respiraci¨®n. Las distintas coloraciones del haz y del env¨¦s de las hojas proporcionan a su copa un juego de luces y sombras muy atractivo. Para terminar este somero repaso anat¨®mico de la encina, nos fijamos en su fruto, la bellota, que tiene una arquitectura de lo m¨¢s singular, y atesora unas propiedades nutricionales de gran calidad.
La encina no es la ¨²nica especie arb¨®rea que crece en este jard¨ªn restaurado. Tambi¨¦n destaca la presencia de almeces (Celtisaustralis) y de ¨¢rboles del amor (Cercissiliquastrum), as¨ª como de algunos olmos (Ulmusminor) o de cedros (Cedrusspp.), con un ejemplar de gran porte. Al pie de ellos se ha realizado una extensa repoblaci¨®n con plantas tapizantes: la vincapervinca (Vinca minor), de distribuci¨®n europea y con flores azules de cinco p¨¦talos; la hortensia de invierno (Bergeniacrassifolia), cuya floraci¨®n rosada se anticipa a la primavera; la hiedra (Hederahelix), la planta trepadora m¨¢s familiar en nuestro entorno mediterr¨¢neo; el geranio silvestre (Geraniumsanguineum), con una floraci¨®n profusa durante varios meses en primavera y parte del verano; la rosa de Navidad (Helleborusniger), que regala sus flores elegantes en los meses m¨¢s fr¨ªos del a?o; o los lirios (Iris germanica), una planta cl¨¢sica que no pod¨ªa faltar en este tipo de jard¨ªn. Pero hay otra tapizante muy especial que ocupa una gran superficie en estas manchas de herb¨¢ceas perennes: la fresa silvestre (Fragaria vesca), de flores blancas y frutos peque?os de sabor concentrado y delicado. Los mirlos y otras aves se encargar¨¢n gustosamente de extender este fresal por otros jardines del Retiro en los meses venideros.
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