C¨®mo convertirse en madrile?o
Mis primeras veces en el metro, al entrar al vag¨®n, dec¨ªa hola al resto de pasajeros
Los de Madrid -?una lo es tras dos d¨¦cadas?- no solemos venir de una estirpe de gatos, gatos. Me toc¨® nacer en un Para¨ªso Natural y ahora desde la Puerta del Sol a mi playa favorita de Asturias hay 506 kil¨®metros y dos peajes en la ruta m¨¢s corta. As¨ª que entiendo la estupefacci¨®n de gente que me quiere bien cuando hablamos de si nunca pienso en volver, si de verdad prefiero vivir en Madrid a¨²n despu¨¦s del trauma pand¨¦mico. Y se descojonan del todo cuando les digo que ahora, encima, sue?o con unos locos a?os 20 de explosi¨®n cultural. Pero me mentir¨ªa si no reconociera que, por primera vez en media vida, yo tambi¨¦n he fantaseado con la vida m¨¢s all¨¢ de la capital.
No s¨¦ realmente cuando me convert¨ª en (medio) madrile?a. Hacia los 20 largos y con pap¨¢ ya fallecido, recuerdo que sali¨® de mi boca que el finde iba ¡°a casa de mis padres¡± en lugar de a casina, a casa, sin m¨¢s. Tuvo que influir que, tras los a?os de estudiar a gustito en casa-nido de familiares, despu¨¦s de ¡°independizada¡± con amigos y alguna otra pieza, pasadas unas siete mudanzas y afinando destrezas en el arte marcial del alquiler, empezamos mi pareja y yo a vivir en pisos sin caseros de pesadilla. Sentir un techo como hogar es m¨¢s f¨¢cil si no se lleva medio sueldo, algo dif¨ªcil en general en Madrid e imposible para muchos si intentas vivir solo. Tambi¨¦n pudo ser lo del pijama que ten¨ªa guardado en casa de mis padres, el del final de la adolescencia: casa es donde tienes pijama y aquel dej¨® de caberme.
Lamento la p¨¦rdida de mi acento, que ya ni en vacaciones recupero en todo su esplendor, aunque sigo pronunciando ¡°Madriz¡± y no puedo vivir sin la palabra prestar para cualquier asociaci¨®n a la felicidad. De aqu¨ª me atrap¨® lo bueno -una es disfrutona-, aborrezco lo malo, que esta ciudad puede ser muy cabrona con quien menos tiene, y me preocupa el devenir de lo que es de todos, lo p¨²blico. Un patrocinador de la San Silvestre hace a?os forr¨® el metro con un anuncio que me encantaba: ¡°Gato no naces, gato te haces¡±. Solo que no todos podemos elegir quedarnos y no todos los que nos quedamos lo hacen por gusto.
Celebr¨¦ hace un par de a?os media vida en Casa Hortensia, en la calle Farmacia, donde adem¨¢s de cachopos para hacerte la foto comparativa con la mano tienes, por ejemplo, una merlucina a la sidra fet¨¦n. Una cosa que no ha cambiado desde entonces es que al salir del Negr¨®n y ver el cartel de ¡°Bienvenido a Asturias¡± me preste tanto la llegada como cuando a la vuelta adivino el skyline desde la A6, si la capa de contaminaci¨®n lo permite. Debe ser asturle?idad. Y una cosa que s¨ª: mis primeras veces en el metro, al entrar al vag¨®n, dec¨ªa hola al resto de pasajeros.
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