Auge y declive de una vivienda social
Los arquitectos madrile?os premian una promoci¨®n municipal de Villaverde en la que nadie quiere vivir. Sus vecinos denuncian tr¨¢fico de drogas, robos, prostituci¨®n y al menos una agresi¨®n sexual
Compresas ensangrentadas, envoltorios alimenticios y preservativos usados. Los balcones del primer piso se han convertido en un basurero para los inquilinos de alturas superiores que arrojan sus desechos. En las zonas comunes, apesta al or¨ªn de los perros que evac¨²an aqu¨ª d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n, corroyendo el yeso de un soportal abierto al patio. A este espacio descubierto, acotado por dos bloques de ladrillo azabache y ocho alturas, se asoma con prism¨¢ticos una mujer que r¨¢pido da el queo ante la presencia de extra?os. ¡°?Aqu¨ª no hay nada que ver!¡±, se desga?ita desde la ventana. Un centenar y medio de arquitectos madrile?os colegiados avalan esta promoci¨®n municipal como la mejor de los ¨²ltimos a?os. Sus dos autores, Mathias Sch¨¹tte y Ram¨®n Gonz¨¢lez, recoger¨¢n un galard¨®n el pr¨®ximo d¨ªa 23, en presencia del concejal de Vivienda, ?lvaro Gonz¨¢lez.
Pero el pionero sistema de persianas exteriores que le ha valido al inmueble la mejor calificaci¨®n de eficiencia energ¨¦tica no logra ocultar la realidad del interior. El tr¨¢fico de drogas, la basura, los robos, la prostituci¨®n y al menos una agresi¨®n sexual denunciada el mes pasado quiebran la convivencia de su medio millar de residentes. Tanto es as¨ª que Cristina Escribano, adjudicataria de 50 a?os, fantasea con ¡°ganar la loter¨ªa navide?a y volar fuera de aqu¨ª¡±. Tras separarse, se instal¨® con sus dos hijos en casa de los abuelos, hasta que la Empresa Municipal de la Vivienda y Suelo (EMVS) le concedi¨® un piso en el nov¨ªsimo barrio de Butarque, en Villaverde bajo. La noticia lleg¨® como ¡°una bendici¨®n¡± para alguien con la vida patas arriba y trabajo solo a media jornada en el cuerpo administrativo del Ayuntamiento.
As¨ª se mud¨® hace un trienio a esta zona residencial sin centros de salud ni tiendas, tan en ciernes como sus planes de futuro, pero plagada de gr¨²as y publicidad inmobiliaria. ¡°Pens¨¦ que era un buen lugar donde establecerse¡±, recuerda en su coqueto apartamento de paredes grises y muebles blancos. Dos habitaciones y cocina americana por las que paga una renta de 260 euros m¨¢s 50 de comunidad. Tal recibo incluye la limpieza y mantenimiento del edificio, insuficiente a juzgar por tanta colilla tirada al suelo y aquella destartalada cancela que da acceso al interior hueco de la manzana. Escribano asegura que ¡°lleva rota desde antes de la pandemia¡±. Igual que muchos buzones, utilizados para despachar hach¨ªs y coca¨ªna, cuenta Malick Alzer, un residente de 32 a?os y natural de Senegal: ¡°Rompen la cerradura para que el cliente recoja la cantidad comprada¡±.
Los camellos m¨¢s j¨®venes han dejado las esquinas y ahora juegan en casa. Pero este correo de la droga no es lo que m¨¢s preocupa a sus mayores. Tampoco la prostituci¨®n que se ejerce a la luz del d¨ªa, en ocasiones solo a cambio de cerveza, pizza o un par de chinas. Desde el 28 de septiembre, el vecindario contiene la respiraci¨®n por la agresi¨®n sexual a una ni?a de 15 a?os. Sucedi¨® cuando otro inquilino en la veintena y con discapacidad se subi¨® junto a ella al ascensor, instantes antes de que este se cerrase. All¨ª la retuvo, de acuerdo con la denuncia interpuesta por ella: ¡°[Comenz¨®] a manosearme, me tocaba los pechos, pas¨® la mano por mi culo y mis genitales¡±. El relato de la menor sigue as¨ª: ¡°Me arrincon¨® e hizo el amago de bajarse los pantalones, pero se abri¨® la puerta y yo empec¨¦ a gritar, ¨¦l se fue por el garaje y yo llam¨¦ a mi madre¡±.
Ante el Defensor del Pueblo
El supuesto agresor permanece en libertad a la espera de juicio, por lo que la joven tiene p¨¢nico a darse de bruces con ¨¦l. Su madre la acompa?a al ir y volver del instituto, acaso se cumpliese el vaticinio. Tambi¨¦n contin¨²a viviendo en este edificio el cabeza de familia que amenaz¨® a punta de navaja, en junio de 2020, al vigilante de la EMVS. Este encargado de custodiar los cinco pisos a¨²n sin adjudicar hab¨ªa reprendido a su hijo por jugar al bal¨®n en el interior de la finca. La cosa no lleg¨® a m¨¢s y el vigilante declin¨® presentar cargos, solicitando tan solo un traslado, confirma la empresa municipal. ¡°?C¨®mo puede ser que el atacante siga entre nosotros?¡±, se pregunta indignada otra vecina, de 50 a?os, que llev¨® el amargo caso del vecindario ante el Defensor del Pueblo. La carta manifestaba robos en los trasteros y garajes, as¨ª como tr¨¢fico de estupefacientes y ruidos.
La EMVS contest¨® a Francisco Fern¨¢ndez Marug¨¢n: ¡°No se tiene constancia de que los causantes de estos actos delictivos sean personas adjudicatarias de vivienda¡±. En relaci¨®n a los ruidos intempestivos y la acumulaci¨®n de basura en pasillos y patios, la empresa asegur¨® estar desarrollando programas de intervenci¨®n familiar que promuevan la comunicaci¨®n y el civismo. Es cierto que una pareja de mediadores realizan visitas semanales, aunque con resultados desiguales. En el bajo comercial del inmueble se encuentra adem¨¢s el servicio de prevenci¨®n de la Junta de Distrito de Villaverde, abierto con el objetivo de resolver conflictos de contig¨¹idad. Llama a su puerta Marcos Montoya, transportista de 47 a?os que alberga dudas sobre un multa de Tr¨¢fico recibida tras rozar los 200 kil¨®metros por hora. ¡°Es que no entiendo el lenguaje¡±, se queja.
Las bondades constructivas, como una doble orientaci¨®n que optimiza toda iluminaci¨®n natural, parecen invisibles a los ojos de esta comunidad herida. El ¨²ltimo damnificado por el negocio del crimen ha sido Bayron, un perro de caza muy dado a olisquear el descansillo y las escaleras. Su due?a temi¨® lo peor tras advertir que el animal no hab¨ªa conseguido pegar ojo en dos d¨ªas. Se mostraba inquieto, espasm¨®dico, como si una corriente el¨¦ctrica le recorriese el cuerpo de extremo a extremo. El veterinario determin¨®, al fin, que sufr¨ªa intoxicaci¨®n por coca¨ªna, ingerida tal vez en una de sus aventuras olfativas. Tras el tratamiento de una semana con cinco benzodiazepinas cada d¨ªa, Bayron consigui¨® salvarse contra todo pron¨®stico. Apenas se detiene desde entonces en el rellano ni en las escaleras.
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