Arte feminista en La Neomud¨¦jar
Rosella Matamoros y Natalia Auffray persiguen recuperar espacios arrebatados a las mujeres
Dos galaxias convivientes en el Universo feminista permanecen alojadas estos d¨ªas, y hasta el pr¨®ximo 16 de enero, en el Centro de Artes de Vanguardia La Neomud¨¦jar. Dos po¨¦ticas, las de las artistas contempor¨¢neas Natalia Auffray y Rosella Matamoros, que difieren en forma pero comparten objetivo: la recuperaci¨®n, desde el arte procesual, de los ¡°espacios¡± que, hist¨®ricamente, les han sido arrebatados a las mujeres.
La costarricense Rosella Matamoros (1960) parte siempre de la performance para, mediante la experimentaci¨®n con el lenguaje del cuerpo, alcanzar el terreno del arte pl¨¢stico. Formada en Bellas Artes entre Costa Rica y Washington, su obra pivota en torno a diversos problemas sociales; las mujeres en riesgo de vulnerabilidad y exclusi¨®n, tanto mestizas como originarias, son el eje central de gran parte de su trabajo, caracterizado por la denuncia de las l¨®gicas patriarcales desde una pulsi¨®n creativa cercana al primitivismo.
¡°Rosella gan¨® un concurso que La Neomud¨¦jar estableci¨® con el Centro Cultural de Espa?a en Costa Rica¡±, cuenta N¨¦stor Prieto, comisario de la exposici¨®n. ¡°Su propuesta era trabajar por un tiempo con la comunidad originaria de Ca?ada del Hoyo, en Cuenca, concretamente con mujeres de una cierta edad cuyas vidas, como es habitual en el medio rural, han sido moldeadas por el pensamiento tradicional¡±, a?ade.
Matamoros, soltera, sin hijos, irrumpi¨® en el municipio y se aloj¨® all¨ª durante tres semanas, trastocando por entero aquella cosmovisi¨®n. Junto a Charo, Juani, Maite y otras originarias, la artista logr¨® trazar una huella de memoria de aquella comunidad que hoy cuelga en las paredes de La Neomud¨¦jar: largu¨ªsimos rollos de papel registran los rastros y pisadas de un grupo de mujeres que, descalzas, ba?adas en pintura pl¨¢stica, jugaban por vez primera a mancharse sin un fin puramente utilitario. Tal como reza el texto que introduce la muestra, ¡°en sus procesos rituales de conexi¨®n con la ancestralidad aparecen manos, pies, huellas de un camino que apela a la necesidad de reconectarnos con lo primigenio¡±.
Su obra El peso de la historia sobre la cadena femenina posee una g¨¦nesis similar: la artista trabaj¨® durante tres a?os con mujeres ind¨ªgenas de las selvas de Costa Rica mediante talleres y rituales. A lo largo de su estancia confeccion¨® una serie de piezas que, si bien en un primer vistazo parecen emular, a la manera del test de Rorschach, la silueta de un murci¨¦lago (dios creador de los hombres para los originarios), buscan tambi¨¦n evocar los juegos de cadera de las mujeres de la tribu con las que Matamoros convivi¨® durante largo tiempo. ¡°
Si bien todo su trabajo est¨¢ claramente articulado desde el lenguaje contempor¨¢neo, en sus piezas permanecen restos figurativos como este que nos llevan a pensar en las formas propias del arte cl¨¢sico¡±, concluye Prieto. Estas y otras piezas configuran Territorios mestizos, amplia muestra que da cuenta del arte pol¨ªtico y procesual de Rosella Matamoros.
De igual manera que en la de Matamoros, en la obra de Natalia Auffray (Madrid, 1971) cobra especial importancia el proceso de creaci¨®n. ¡°No es que no preste atenci¨®n al resultado final, pero siempre entiendo la obra definitiva como residuo de una experiencia¡±, se?ala la artista, que, tras 15 a?os viviendo en el campo, asegura encontrar en el contacto con la naturaleza su principal fuente de aprendizaje. Si bien su origen est¨¢ en la pintura, y aunque trabaja de manera regular con infinidad de soportes ¡ªde la instalaci¨®n al v¨ªdeo pasando por las intervenciones ef¨ªmeras¡ª, el arte textil se articula actualmente como su principal territorio de experimentaci¨®n.
La ropa como membrana
¡°Entiendo la ropa como una membrana que hace las veces de frontera con el exterior, pero que tambi¨¦n nos permite entrar en contacto con ¨¦ste, favoreciendo el paso del adentro al afuera¡±, cuenta la artista. Comenz¨® a trabajar con su propia ropa en desuso, buscando, a trav¨¦s de su reutilizaci¨®n, rescatar toda la memoria de vivencias que pose¨ªan las prendas. ¡°Trabajar con textil implica, para m¨ª, adem¨¢s, una especie de reapropiaci¨®n del tiempo. Y es que, si lo pensamos, se trata de un proceso que, por lo general, est¨¢ muy ligado al cuidado de los dem¨¢s: en el ¨¢mbito dom¨¦stico siempre hay alguien que cose un bot¨®n, una cortina, un mantel¡ Trabajar con textil de esta manera me permite reapropiarme de ese tiempo y dedic¨¢rmelo a m¨ª misma¡±, argumenta.
A medio camino entre la tradici¨®n textil y el lenguaje del arte conceptual, el azar y la intuici¨®n son pilares clave de su po¨¦tica. Auffray dice trabajar con el cerebro reptiliano, buscando, con cada puntada de hilo, salir de s¨ª misma, desdibujando su propia presencia como creadora para permitir que la sorpresa y el aprendizaje emerjan. Un viaje de lo micro a lo macro: ¡°Tenemos la tendencia de ir a buscar el conocimiento fuera, pero arrastramos toda una memoria colectiva que est¨¢ dentro de nosotros. Concibo mi proceso de trabajo como un camino de sublimaci¨®n en el que, al desaparecer yo, aparece precisamente esa cosmovisi¨®n¡±.
Su principal b¨²squeda es resignificar el espacio y los elementos cotidianos. ¡°Tenemos infinidad de objetos en casa que son susceptibles de ser transformados en otras cosas¡±, cuenta. Ejemplo de ello es Almazuelas de ausencia, pieza de patchwork que, mediante la fusi¨®n de diferentes telas en desuso, implica no solo la reparaci¨®n, sino la transformaci¨®n y la reconstrucci¨®n de las mismas desde un lugar creativo.
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