?rboles: ?podar o no podar?
La direcci¨®n correcta es la mesura y el di¨¢logo con la planta, ya que cada especie tiene unos requerimientos de poda diferentes
En el invierno, como una tradici¨®n arraigada, tijeras, serruchos y motosierras se afilan y engrasan para llevar a cabo las tareas de poda en el jard¨ªn. Igual que un ritual, las personas encargadas de mantener las zonas verdes se encaraman a los ¨¢rboles para intentar domar a la naturaleza. Antiguamente se podaba ¡°porque era la ¨¦poca¡±, porque era invierno y, al igual que se hace con las parras y los frutales, se formaba su estructura para el siguiente a?o de crecimiento. De lo que muchas personas no eran conscientes era de que, con un simple gesto con la herramienta de corte, se pod¨ªa destruir algo que al ¨¢rbol le hab¨ªa costado formar a?os de trabajo.
Hoy en d¨ªa se ha entendido, o se va camino de ello, que la direcci¨®n correcta es la mesura y el di¨¢logo con la planta, ya que cada especie tiene unos requerimientos de poda diferentes. Incluso, dos plantas de una misma especie pueden requerir una poda distinta, dependiendo de su lugar de crecimiento, ya que este es consecuencia directa del entorno; es algo que se podr¨ªa resumir en el ¡°yo soy yo y mi circunstancia¡± del fil¨®sofo Ortega y Gasset. En consecuencia, no ser¨¢ igual podar un ¨¢rbol que crezca aislado que otro que lo haga en compa?¨ªa de varios, por ejemplo, o uno que disfrute de una orientaci¨®n m¨¢s soleada que otro con menos horas de luz directa. Es m¨¢s, la mayor¨ªa de los ¨¢rboles no requieren una poda anual rutinaria, m¨¢s all¨¢ de cortar alguna rama muerta o en mal estado.
Como amantes de los ¨¢rboles, seguimos el camino de las ense?anzas marcadas por Kenneth W. Allen, de Alex L. Shigo, de Christophe Dr¨¦nou, de Claus Mattheck¡ para comprender un universo tan sofisticado como lo es el del ¨¢rbol. Cada a?o que pasa seguimos sorprendi¨¦ndonos con nuevos descubrimientos sobre la inmensa complejidad de unos vegetales que no podr¨ªan prosperar sin sus conexiones con otros seres vivos, como los hongos. Nosotros, en los jardines y calles donde los cultivamos, tambi¨¦n somos un ente vivo m¨¢s de su mundo cercano, somos parte de su circunstancia, y hemos de procurar que cualquiera de nuestros trabajos sean solo para buscar su beneficio.
Las podas dr¨¢sticas conllevan pudriciones de la madera, el debilitamiento de su sistema de ra¨ªces y la p¨¦rdida de la anatom¨ªa natural del ¨¢rbol, entre otros muchos problemas. Por todo esto, hay que pensar bien si el desmochado y el terciado, dos de las podas tradicionales m¨¢s radicales, son todav¨ªa necesarias en un jard¨ªn. Ante cualquier m¨ªnima duda del por qu¨¦ de nuestras acciones con el ¨¢rbol, lo m¨¢s prudente ser¨¢ contar con ayuda de un jardinero o de un arboricultor que pueda guiarnos. De la misma manera que no realizar¨ªamos una intervenci¨®n quir¨²rgica a nuestro animal de compa?¨ªa sin tener nociones veterinarias, tampoco debi¨¦ramos podar a nuestros ¨¢rboles sin un m¨ªnimo de conocimientos.
Otra cosa son las podas severas ligadas a un uso tradicional o con una finalidad muy concreta, como la producci¨®n de fruto o la de ramaje para alimentar al ganado. En esos casos, tenemos hasta maravillosas arquitecturas vivas ligadas a nuestros paisajes castellanos, como las dehesas de fresnos trasmochos (Fraxinus angustifolia), tan habituales en las estribaciones de la sierra del Guadarrama.
En una ciudad, en la mayor¨ªa de las ocasiones, estos traumatismos tan radicales tienen que ver con una mala elecci¨®n de la especie para el lugar de plantaci¨®n. No pocas veces se pueden encontrar aut¨¦nticos mastodontes vegetales, como pinos (Pinus spp.), pl¨¢tanos (Platanus spp.) o ¨¢lamos (Populus sp.) pegados a las fachadas de los edificios. Quedan perfectos cuando est¨¢n reci¨¦n plantados, pero entonces olvidamos que estos seres vivos seguir¨¢n creciendo, y que se convertir¨¢n en organismos m¨¢s grandes que la propia casa a la que escoltan. Es en ese momento cuando se procede con podas para rebajar su anatom¨ªa o incluso con acciones a¨²n m¨¢s irremediables, como la tala del ejemplar. Ya que el ¨¢rbol va a sobrepasar nuestra escala temporal, si todo va bien, y que tendr¨¢ una longevidad superior a la nuestra, no est¨¢ de m¨¢s dedicar un tiempo de reflexi¨®n sosegada a la elecci¨®n de la especie y a su emplazamiento, m¨¢xime cuando hablamos de seres vivos que llegan a ser milenarios. El asesoramiento de expertos, de nuevo, se hace imprescindible.
Salvaguardar tanto la anatom¨ªa natural del ¨¢rbol, como su integridad f¨ªsica siempre que sea posible, y rendirles un debido respeto son tres m¨ªnimas consideraciones que hemos de procurar a nuestros ¨¢rboles, por tantos beneficios que nos aportan.
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