La hora de la renuncia: m¨¦dicos de Madrid que dimiten por no aceptar ¡°un plan suicida¡±
Cuatro de los 25 facultativos que han presentado estos d¨ªas su dimisi¨®n cuentan las razones de esta decisi¨®n. Dos de ellos se marchan a Irlanda: ¡°Donde puedes dedicarle a cada paciente al menos 15 minutos¡±
De los 210 m¨¦dicos de familia que trabajaban antes del 27 de octubre en las urgencias de los 41 Servicios de Atenci¨®n Rural (SAR), han dimitido 25 hasta el momento, sin sumar aquellos que han solicitado la excedencia. Son los que se van. Los que lo dejan. Los que de la noche a la ma?ana decidieron mandar una carta a la Comunidad de Madrid para renunciar a su puesto de trabajo, a un dinero fijo, a cierta estabilidad. Dos de ellos se marchar¨¢n a Irlanda, otro probar¨¢ en la privada y uno tiene la posibilidad de un traslado a otro servicio. Su vida iba a dar un vuelco con los nuevos planes de la Comunidad; y ahora el remate de la teleasistencia. ¡°Un plan suicida¡±, dice uno de ellos.
Despu¨¦s de lo sufrido durante la pandemia, este sobresalto era excesivo. Y, sobre todo, desmonta equipos humanos que funcionaban adecuadamente, desperdiga a cada m¨¦dico a kil¨®metros de distancia, dej¨¢ndolo solo a su suerte, y lo desliga de muchos pacientes a quienes pod¨ªan diagnosticar casi con la mirada. La Comunidad de Madrid les ha comunicado que, por presentar la renuncia, bajan al ¨²ltimo puesto de la bolsa de trabajo durante un a?o y se quedar¨¢n sin sumar puntos. El castigo no les importa. Saben que algunos pol¨ªticos locales los est¨¢n calificando de sediciosos, tr¨¢nsfugas o boicoteadores. Ejercen su derecho a renunciar, la m¨¢s libre de las decisiones. Y no ser¨¢n los ¨²nicos.
Alba Alonso. 32 a?os
¡°La poblaci¨®n se queda desprotegida¡±
Alba Alonso se ha pasado cinco semanas, entre septiembre y octubre, en la selva de Guatemala trabajando como cooperante. Hab¨ªa pedido una excedencia a la Comunidad de Madrid porque siente la vocaci¨®n de la medicina hasta l¨ªmites insospechados y quer¨ªa ayudar en sitios donde su profesi¨®n no llega con facilidad. La casualidad hizo que entre cura y cura estuviera pegada al tel¨¦fono, mirando el correo con preocupaci¨®n para enterarse de qu¨¦ estaba pasando en Madrid. Le llegaban las noticias con cuentagotas. A trav¨¦s de la prensa, de los grupos de WhatsApp, de lo que contaban los sindicatos. No pod¨ªa creer que quisieran repartir a los sanitarios en 78 centros, cuando ya trabajaban en perfecta sinton¨ªa en 41. Ella, concretamente, en el SAR de Soto del Real, al norte de Madrid, donde naci¨® y creci¨® y donde fue a parar hace casi tres a?os con la ilusi¨®n de curar las urgencias de sus vecinos de toda la vida. La experiencia le estaba encantando.
¡°Era una mezcla perfecta para m¨ª, mis dos pasiones: la atenci¨®n primaria y la urgencia¡±, lamenta. Trabajaban en equipo ¡°como una pi?a¡±, coordinados, sabiendo qu¨¦ deb¨ªa hacer cada uno en cada momento, atendiendo a ¡°100 o 200 pacientes en un fin de semana¡±, pero entre dos m¨¦dicos que se conoc¨ªan a la perfecci¨®n. ¡°Hemos salvado muchas vidas¡±, cuenta. Han estabilizado taquicardias, infartos, han hecho infiltraciones, ecograf¨ªas y hasta seguimiento de pacientes cuando en atenci¨®n primaria estaban saturados. Ahora, con el nuevo plan, se iba a quedar sola en la parte m¨¦dica, algo que no le entra en la cabeza. ¡°La poblaci¨®n no es consciente de lo que les est¨¢n quitando, se queda desprotegida¡±, asegura.
Ella es interina y tras ¡°la noche infernal¡± del 26 al 27 de octubre (cuando arranc¨® el nuevo plan de las urgencias extrahospitalarias en la Comunidad de Madrid) mand¨® su carta de renuncia. Recibi¨® el correo con su nuevo destino a las 0.03 de la noche para que al d¨ªa siguiente se presentara a las 17.00 horas en el antiguo Servicio de Urgencias de Atenci¨®n Primaria (SUAP) del paseo Imperial, en el distrito de Arganzuela, en Madrid, a 48 kil¨®metros de su SAR. ¡°Me mandaban a un centro que atiende a una poblaci¨®n de 50.000 personas para que me quedara sola por la noche, ?estamos locos?¡±, se pregunta. Tras una noche de insomnio, con ansiedad y convencida de que las condiciones laborales eran ruinosas, elabor¨® su carta de renuncia y la mand¨®. As¨ª que ahora piensa en c¨®mo reconducir su vocaci¨®n. ¡°Si me quedo en Madrid, probar¨¦ en el Summa (Servicio de Urgencia M¨¦dica), que lo tengo pr¨¢cticamente asegurado¡±, explica. Pero ya ha estado mirando la Bolsa de trabajo de Baleares. ¡°Conoc¨ªa a una m¨¦dica que me ha contado que all¨ª las urgencias extrahospitalarias funcionan muy bien. Creo que es una buena opci¨®n¡±, explica. Y su ¨²ltima baza, claro, su otra espinita: ¡°No descarto volver a irme de cooperante a Latinoam¨¦rica. A cualquier sitio donde necesiten que llegue la medicina. Si lo piensas, dentro de poco volveremos a Madrid a trabajar de cooperantes porque lo est¨¢n desmantelando todo y nos quedaremos sin nada¡±.
Roc¨ªo Ala?¨®n. 52 a?os
¡°Conoc¨ªa a los pacientes y s¨¦ lo que les pasaba con mirarlos¡±
Para Roc¨ªo Ala?¨®n no ha sido f¨¢cil la decisi¨®n de mandar la carta de renuncia. Trabajaba en Soto del Real desde hace 20 a?os, ten¨ªa ya un nivel tres de carrera profesional y renunciar a eso y a la estabilidad de un trabajo que le apasionaba le ha tenido con la cabeza m¨¢s ¡°volada¡± un tiempo. Es madre de tres hijos y tiene que pagar una hipoteca, ¡°como todo hijo de vecino¡±, pero su marido le dijo que tomara una decisi¨®n cuanto antes porque no la reconoc¨ªa. Le hab¨ªa cambiado hasta la voz. Lloraba constantemente. Ten¨ªa ansiedad. Se enteraba de las noticias de los cambios al ralent¨ª.
Y seis d¨ªas antes de saber las condiciones que pactaron finalmente entre la Consejer¨ªa de Sanidad y cuatro de los cinco sindicatos de la mesa sectorial mand¨® su carta renunciando a su puesto de trabajo. ¡°Lo que ten¨ªa claro es que no quer¨ªa formar parte de toda esta farsa¡±, explica. No se arrepinti¨® ni un segundo. Quedarse sola los fines de semana atendiendo a pacientes en Soto del Real, cambiando completamente equipos, guardias, compa?eros, no lo contemplaba ¡°ni por asomo¡±. ¡°Al final tienes que moverte y hacer lo que crees¡±, insiste. ¡°Mis compa?eros lo est¨¢n pasando fatal¡±, resume. Y m¨¢s ahora, despu¨¦s de conocer que la Comunidad de Madrid contempla solucionar el caos con telemedicina, algo en lo que no cree en absoluto. Ni ella, ni nadie, asegura.
Al final su vida dar¨¢ un vuelco, aunque no mucho. No se mover¨¢ de Madrid porque no puede mover a toda su familia en este momento, por lo que optar¨¢ por irse a la privada. Una pena para ella, claro, que siempre ha defendido la sanidad p¨²blica y el acceso digno a ella de cualquier persona. ¡°Pero le est¨¢n quitando dignidad¡±, lamenta. Mientras, buscar¨¢ la suya en un trabajo que se asemeje al que hac¨ªa en Soto. ¡°Me encantan las urgencias. Es una pena que hayan hecho esto porque durante 20 a?os en un SAR he conocido a todos los pacientes y muchas veces s¨¦ lo que les pasa con solo mirarlos. Ahora tengo que empezar de cero¡±.
Ciara Castillo. 40 a?os
¡°No voy a volver a los ansiol¨ªticos, me voy a Irlanda¡±
Ciara Castillo hab¨ªa recibido varias veces cantos de sirena a trav¨¦s de Linkedin provenientes de Irlanda. Trabaj¨® como residente en el hospital Puerta del Hierro, despu¨¦s como m¨¦dica de familia y finalmente en las urgencias extrahospitalarias del SAR de Torrelodones, donde era feliz porque compatibilizada su profesi¨®n, a la que ama, con su familia y los horarios de sus hijos de nueve y siete a?os. As¨ª que hab¨ªa rechazado los ofrecimientos una y otra vez porque en Madrid estaba bien. Hasta ahora.
Lo peor lleg¨® hace poco m¨¢s de un mes, cuando no recib¨ªan noticias y escribi¨® una y otra vez a la direcci¨®n asistencial del noroeste, a la que pertenece Torrelodones, para interesarse del nuevo plan, los horarios, las guardias. En definitiva, por c¨®mo iba a cambiar su vida de la noche a la ma?ana. Pero no recibi¨® ninguna respuesta. La ansiedad empez¨® a ocupar sus noches y sus d¨ªas. A afectar a su familia. A agobiarla con viejos fantasmas. ¡°Y dije ¡®basta¡±, cuenta ahora. ¡°Con la pandemia acab¨¦ yendo al psic¨®logo y tomando pastillas y no estoy dispuesta a volver a eso, soy demasiado joven todav¨ªa para estar pegada a los ansiol¨ªticos. Durante la pandemia no hab¨ªa m¨¢s remedio porque hab¨ªa mucha gente que depend¨ªa de nosotros. Ahora no¡±.
Y no puede estar m¨¢s contenta. Primero porque el plan de la teleasistencia le horroriza y se ha librado de ¨¦l. ¡°Lo hice durante la pandemia y es imposible recetar un medicamento a alguien sin palpar. Un dolor de tripa puede ser por muchas causas, desde algo que te ha sentado mal hasta una apendicitis. Yo tengo que tocar y descartar cosas graves¡±, explica. Por eso mismo se puso en contacto con sus cantos de sirena, ahora tendr¨¢ una entrevista telef¨®nica para determinar su nivel de ingl¨¦s ¨D¡±con eso no tengo problema¡±, dice¨D y probar¨¢ suerte en un pa¨ªs del que solo le han contado cosas positivas: Irlanda.
¡°Para probar quiero empezar haciendo suplencias. All¨ª te las juntan todas en una semana y te pagan 800 euros el d¨ªa, m¨¢s el hotel. El contrato indefinido, si finalmente lo acepto cuando vea c¨®mo funciona el sistema de salud, casi te triplica el sueldo de aqu¨ª¡±, explica. ¡°Pero no es una cuesti¨®n solo de dinero. Lo mejor es que puedes dedicarle a cada paciente unos 15 minutos, hacer medicina de verdad, cuidar de verdad, hacer bien tu trabajo. Aqu¨ª vas corriendo, dedicando entre dos y cinco minutos a cada uno y cuando llevas vistos 45 pacientes est¨¢s agotado mentalmente, tienes la cabeza loca, con miedo de cometer un error grave¡±.
M. Abdelrahim. 55 a?os
¡°Es un desprop¨®sito. En Irlanda me esperan con los brazos abiertos¡±
El doctor Abdelrahim lo tuvo claro cinco d¨ªas antes de que comenzara ¡°este sinsentido¡± el 27 de octubre. Entonces se apresur¨® y mand¨® la carta de renuncia, convencid¨ªsimo de que no quer¨ªa formar parte de un ¡°plan suicida¡± que ¡°lo ¨²nico que hace es despreciar y maltratar a los sanitarios¡±. A los dos d¨ªas ya ten¨ªa trabajo en Irlanda, concretamente en el condado de Cavan, al noroeste de Dubl¨ªn. Es cierto que ¨¦l ten¨ªa cierta ventaja. Ya estuvo all¨ª en 2016.
Entonces trabaj¨® seis meses y su mujer, enfermera madrile?a, quiso volver para estar cerca de la familia. Pero la situaci¨®n es tan insostenible que ya est¨¢ trabajando all¨ª y han decidido que se marchan en cuanto acabe el colegio de sus dos hijos. ?l llevaba trabajando en el Servicio Madrile?o de Salud (Sermas) 15 a?os, en el SAR de Mejorada del Campo desde 2019, ¡°en un equipo maravilloso¡±. ¡°No ha faltado un m¨¦dico all¨ª ni un d¨ªa, hasta ahora, que no tienen a nadie. Es un desprop¨®sito¡±, lamenta. ¡°Han ido muy lejos, nunca pens¨¦ que llegaran a hacer esto¡±, dice, asombrado, sobre todo tras conocer las mieles que ofrece Irlanda, un pa¨ªs al que le faltan sanitarios y que los acoge con los brazos abiertos.
¡°Aquello no tiene nada que ver. Madrid no se valora al m¨¦dico de atenci¨®n primaria nada, all¨ª puedes hacer bien tu trabajo, cuidar al paciente, dedicarle tiempo¡±, explica. Lo bueno de su situaci¨®n es que conoc¨ªa el sistema irland¨¦s, c¨®mo acelerar el proceso y c¨®mo no estar ni un d¨ªa en paro. Tanto es as¨ª que varios m¨¦dicos madrile?os se han puesto en contacto con ¨¦l para que les oriente. Muchos ya lo tienen claro. Ven Irlanda como el para¨ªso donde trabajar dignamente. Y supone que pronto muchos de los facultativos del Sermas tomar¨¢n ese camino: ¡°La diferencia es como de la noche al d¨ªa¡±.
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